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Columna
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LOAPA

Ha sacado a relucir Eduardo Zaplana el fantasma de la LOAPA. Según el portavoz del Gobierno, el debate territorial, con las reformas del Senado, la Agencia Tributaria, la Constitución y siete estatutos de autonomía sobre la mesa, implica, debido a la postura favorable del PSOE, el riesgo de un "proceso desbocado" como el que en 1981 llevó a la gobernante UCD y los socialistas a echar el freno. El tono apocalíptico de su discurso, tan propio del PP, deja muy claro contra qué está y elude aclarar hasta dónde está dispuesta a llegar la derecha en el poder. También escamotea el contexto. Más que del proceso autonómico "generalizado", la LOAPA surgió del frío que la intentona del 23 de febrero extendió sobre España. Ernest Lluch, que apoyó la ley en uno de los episodios más controvertidos de la biografía política de un federalista, le dijo a Marçal Sintes a modo de excusa: "El golpe de Estado dejó muy clara una cosa: que existían estructuras militares y cuerpos de seguridad que ocupaban toda España, pero que de estructuras de carácter civil tan sólo estaba el PSOE, situación que deseo que jamás vuelva a darse". No parece que las cosas sean ahora comparables. La LOAPA funcionó sólo como una señal porque jurídicamente fue vapuleada. El Tribunal Constitucional falló que "el proyecto de Ley Orgánica de Armonización del Proceso Autonómico no puede promulgarse como ley orgánica" y que "no puede promulgarse como ley armonizadora", para anular a continuación un puñado de artículos de la norma. Sobre el asunto de la solidaridad territorial y la supuesta uniformidad que se deriva, el alto tribunal fue tajante: "Carece de base constitucional la pretendida igualdad de derechos de las comunidades autónomas". De acuerdo con aquella histórica sentencia, "precisamente el régimen autonómico se caracteriza por un equilibrio entre la homogeneidad y diversidad del estatus jurídico público de las entidades territoriales que lo integran. Sin la primera no habría unidad ni integración en el conjunto estatal; sin la segunda no existiría verdadera pluralidad ni capacidad de autogobierno, notas que caracterizan al Estado de las Autonomías". Aunque Zaplana lo ignora, la modernización del modelo de Estado es posible gracias a la LOAPA. A su fracaso, quiero decir.

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