_
_
_
_
DON DE GENTES
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Qué pena más grande

Elvira Lindo

AQUÍ, EN LA ESPAÑA plural, no se puede escribir. No, señor, no se puede. Por ejemplo, yo pensaba publicar hoy un artículo hipercrítico sobre el consumismo navideño. Me estaba quedando concienciado de la muerte. Era un artículo que hablaba de que estas fechas (tan entrañables) ya sólo sirven para que gastemos dinero como cosacos (¿o era como posesos?), que, en el fondo, son un invento de los centros comerciales, que ya se ha perdido el verdadero sentido religioso de la Navidad, que es una hipocresía que te cagas cenar con esa familia a la que no puedes soportar, y que uno debería pasar esa noche como cualquier noche, igual de amargado que el resto de las noches del año, porque tampoco se va uno a sentir feliz por obligación, y tampoco se va a poner uno como un cerdo a comer cordero y a chupar cabezas de langostino porque lo diga el Carrefour. Sostenía en dicho artículo que yo pensaba pasar Nochevieja como si fuera cualquier noche, tomando un yogur desnatado, con mi santo, los dos mano sobre mano, y sin poner la tele para no contagiarnos por la felicidad exultante de nuestra Carmen Sevilla, la de las ovejas. Mi artículo se iba a llamar: Navidad: ¿una felicidad obligatoria? Es un título supercandente, creo. La verdad, pienso que hubiera sido un artículo de esos que abren una pequeña brecha en esta sociedad de desatado consumo. Lo digo sin ánimo de lucro. Pero qué lástima, me cago en la leche, que dicho artículo ya se les haya ocurrido a treinta y cinco columnistas (que yo haya contabilizado) antes que a mí. Maldita sea mi suerte. También tenía pensado escribir sobre el Día de los Inocentes, pero se me adelantó Juan Manuel de Prada. Y me la tuve que envainar. Yo no sé qué me pasa, pero todos los temas que a mí me gustaría tocar, de una manera u otra, ya los ha tocado Prada. Pero miremos el lado positivo del asunto: lo bueno de no haber podido escribir ese artículo navideño superconcienciado es que me he podido tirar a la calle como una perra en celo a comprar sin tener remordimientos de conciencia; porque siempre está feo, verdad usted, que, después de echarles a ustedes una filípica anticonsumista, te pillen los lectores cargada hasta los dientes en El Corte Inglés, como yo he visto a otros columnistas de los que no voy a decir el nombre, porque uno de mis propósitos de cara al nuevo año es no crearme enemigos nuevos. Con los que tengo (que son legión) voy servidita. Además, ¿para qué coño querría yo vivir el verdadero sentido de la Navidad, si yo en lo único que creo es en la iluminación hortera de las calles, en los langostinos y las compras? ¿Cómo le digo yo a mi padre que no hago cena? Hablando de padres: el otro día me encuentro a Boris Izaguirre en plena calle y va y me dice que se va a Caracas y que le lleva a su papá, como todos los años, los chorizos de la cesta de Navidad de la SER. Lo que yo le dije: "Boris, este detalle de llevarle a tu padre unos chorizos que te han entrado en una cesta, te humaniza. Al fin y al cabo, es lo que hacemos todos". Pero a lo que iba, ¿cómo le digo yo a mi padre que no vea las campanadas de la Puerta del Sol? ¿Qué hago cuando alguno de mis familiares suelte: "Aún no, que son los cuartos"? ¿Qué hago?, ¿lo mato? No, señores míos. Prefiero cargar con toda la melancolía navideña que quedarme sin ella. Amigos, éste es un artículo muy triste, porque las navidades son tristes, pero eso es bonito. Es triste todo. Son tristes esos matrimonios feos que se pelean con violencia soterrada mientras compran con los villancicos de fondo. Fue triste también el día de Año Nuevo, cuando en uno de esos restaurantes brutales de la sierra vi a un padre que, señalándole a su niño de tres añitos una gigantesca parrilla donde se hacían los solomillos, dijo: "Mira, ahí es donde echan a los niños que han sido malos". El angelico rompió a llorar y el padre a reír, el muy cafre. Y yo pensé: "Michael Jackson será lo que sea, pero esa cabronada, ¿ves tú?, nunca se la habría dicho a un niño". Es triste que empiece el 2004 y que el diente del mítico Peíto, el cuñao de Risitas, esté ya bajo tierra, el diente del hombre que nada tuvo en esta vida, sólo un representante por ser famoso en la tele; es triste ver a los protagonistas de Telepasión cada año más acabados; es triste ver de nuevo a Christopher Reeves en Superman, cuando todavía podía volar; es triste que Ana García Obregón haya sacado un libro basado en Ana y los siete, es bastante triste; es triste que Millán Salcedo ya no haga lo de la empanadilla, entre otras cosas, porque acabó hasta las pelotas de la empanadilla, aunque nos siga haciendo reír con Los sobrinos del capitán Grant. Es triste que la novia de Cascos se llame María de la Hoz porque el padre era rojo, es triste para el padre. A mí me chupa un pie. Es triste escuchar un año más la canción de las muñecas de Famosa. Por cierto, desde que me enteré de que ese anuncio fue un invento de mi amigo Borau, le tengo una admiración sin límites. Desde aquí te lo digo, Borau: en esa canción está contenida mi felicidad. Y ahora mi melancolía. Es triste que todos nuestros niños se vayan a las macrofiestas. Es triste, cariño, que cuando nosotros éramos jóvenes no existieran las macrofiestas. Y es cabreante que pasáramos la primera noche del año con el corazón en un puño pendientes de que volvieran sanos y salvos a casa. Ellos y sus móviles. Para lo que hemos quedado, cariño.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Elvira Lindo
Es escritora y guionista. Trabajó en RNE toda la década de los 80. Ganó el Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil por 'Los Trapos Sucios' y el Biblioteca Breve por 'Una palabra tuya'. Otras novelas suyas son: 'Lo que me queda por vivir' y 'A corazón abierto'. Su último libro es 'En la boca del lobo'. Colabora en EL PAÍS y la Cadena SER.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_