Donde el mar se esconde
El valle de Rodalquilar pone fin al desierto de repente para abrirse al mar en el Parque Natural de Cabo de Gata-Níjar (Almería)
El castillo de San Ramón es una fortaleza en regular estado de conservación que vigila desde tierra, subida en la roca, el horizonte azul junto a la cala de El Playazo. Esto es el desierto. La arena lo corrobora. Montículos a modo de pequeñas dunas e invadidos de matorrales se enfrentan con los colores de las rocas que ha comido el viento que a menudo sopla con fuerza en este rincón.
La orilla del Playazo está cubierta por miles de algas y, aprovechando el magnífico sol que luce, hay quienes se ponen a su disposición abstraídos del mundo tal y como su madre los trajo. A esta cala se puede acceder de muy distintas maneras pero la más usual es desde el sendero que hay marcado para ello desde la carretera que llega desde Las Negras, un camino que ha perdido su encanto virginal fruto del cemento. No han servido de mucho las súplicas y peticiones que los asiduos de este pequeño paraíso han hecho para evitar el hormigonado y también para que El Playazo no se convierta en un hervidero humano durante la temporada estival. Ya se habla incluso de que a las construcciones que se reparten a izquierda y derecha del sendero se sumarán en breve algunos hoteles, que harán de la cala punto de encuentro obligado de cientos y cientos de turistas ávidos de naturaleza. Pero aún no es demasiado tarde y, salvando el cemento, El Playazo sigue siendo un lugar idóneo para relajarse.
Dejando atrás el mar se puede uno adentrar en una inmensa llanura dominada por los tonos ocres y el azul de un cielo limpio de nubes. Allí es donde se enclava la barriada nijareña de Rodalquilar. No hay ni rastro del mar mientras se avanza en este paisaje desértico. Caminando hacia el poniente unos cuantos kilómetros desde el cruce con el acceso a El Playazo se llega a este pueblecito en el que, año tras año, se cuelga el cartel de "no hay alojamientos".
A la entrada del pueblo vive Manuel Méndez, que entretiene su tiempo haciendo reproducciones a escala de los molinos de agua de la zona y que tiene en mente desde hace años recuperarlos todos y volver a poner en marcha los de toda la vida. Merece la pena acercarse a contemplar su trabajo lleno de diminutas piezas talladas en madera y que, juntas, logran mover el agua.
Pero si Rodalquilar es conocida por algo es sobre todo por los restos de una vieja mina dedicada a la extracción de oro, que se quiere recuperar como un centro de instalaciones de uso público y turismo del Parque Natural. Allí se conservan las naves, los almacenes y las grandes balsas circulares de lavado. En la época de la fiebre del oro, allá por los años sesenta, Rodalquilar fue grande, pero de su grandeza sólo queda ya la fantasmagórica figura de la mina que se alza en lo alto del pueblo y por la que hay que moverse con cuidado si se decide adentrarse en ella, ya que está llena de pozos y recovecos que ya han costado algún que otro susto a los visitantes. Visto desde la mina, Rodalquilar se dibuja en mitad del valle como un pequeño pueblo blanco lleno de ventanas pintadas de azul del que ya han desaparecido las viejas casas de los antiguos mineros.
Aprovechar el pasado
- Cómo llegar. Desde la autovía del Mediterráneo (E-15, N-340) se toma la salida 487 Campohermoso-Las Negras, que conduce hacia Rodalquilar. También se puede acceder tomando el desvío a la izquierda, hacia Los Escullos, de la carretera que lleva de Almería a San José. El valle de Rodalquilar aparece como un paisaje de ensueño después de subir un cerro que bordea el mar. La belleza de este tramo hace recomendable esta opción.
- Qué ver. En Rodalquilar puede visitarse el jardín botánico, el aula de la naturaleza El Bujo y los antiguos edificios de la explotación minera. Algunas de estas construcciones se han aprovechado para montar una infraestructura turística y ambiental. En el pueblo se puede hacer un alto en el Trotamundos, un establecimiento regentado por extranjeros y en el que se pueden comprar y degustar los caldos más artesanos y productos naturales para animar los sentidos, o La Viña, para hacerse con unos buenos vinos de la tierra.
- Alternativas. Si se sigue por la carretera hacia poniente, a pocos kilómetros de Rodalquilar, se encuentra uno de los miradores más espectaculares de todo el Parque Natural de Cabo de Gata-Níjar (Almería): el mirador de la Amatista. Desde allí se puede apreciar un generoso tramo de litoral, a derecha e izquierda, que no deja de ser inusual en el Mediterráneo por la ausencia de hormigón y la estampa agreste y pelada de los acantilados volcánicos que pespuntean esta franja costera andaluza.
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