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El trasvase Xúquer-Vinalopó y el macizo del Caroig

Ya se han iniciado las obras del polémico trasvase que se supone debe llevar las aguas de la cuenca del Xúquer a la del Vinalopó. Diversos colectivos, organizaciones cívicas, asociaciones de regantes, sindicatos agrarios y algunos partidos políticos de las comarcas de la Ribera Alta y Baixa, la Costera, l'Horta Sud, de la Canal de Navarrés..., han creado plataformas para aportar reflexiones y cientificidad a esta polémica cuestión, ya que con todo lo referente al agua, se está utilizando demagógicamente el concepto de solidaridad con las comarcas del sur del país, cuando lo que falta es información y debate.

En el Bajo Vinalopó todo el mundo, en apariencia, está de acuerdo con el trasvase. Piden agua y creen que la necesitan de forma desesperada. Naturalmente, la Generalitat Valenciana, la impulsora del proyecto, tiene claro que va a llevar adelante el trasvase. Las justificaciones por parte de la Generalitat y la Confederación Hidrográfica del Xúquer se centran en el famoso déficit de la cuenca del Vinalopó, los excedentes del río Xúquer, la carestía del agua que se extrae de los pozos de la zona del Bajo Vinalopó, la necesidad de solidaridad entre cuencas... Pero nadie habla, desde el Govern Valencià o la Confederación, de las necesidades de agua de las infraestructuras turísticas.

Con estas premisas, una serie de preguntas resultan fundamentales. ¿Se estaría hablando del trasvase Xúquer-Vinalopó si no estuviera en funcionamiento Terra Mítica? ¿Sería necesaria esta polémica obra si el modelo de turismo de nuestro litoral fuera sostenible? ¿Cómo abastecer a las nuevas urbanizaciones que, como hongos, se están proyectando, por ejemplo, alrededor del Parque Natural de les Llacunes de la Mata y Torrevieja? ¿Y qué pasa con el consumo de agua humana, tanto urbana como industrial que no para de crecer? Al menos que no escondan datos en las conselleríes correspondientes y la Confederación Hidrográfica del Xúquer. Que no pongan la excusa de la necesidad de agua de la agricultura del sur del País por muy cierta que sea. Que no engañen a los agricultores del Bajo Vinalopó con la promesa de agua barata y excedentaria, que les puede llegar como maná sagrado desde el ya deficitario Xúquer de este inicio de milenio.

Pero, además, la Confederación habla de unos excedentes de agua del Xúquer con el argumento de que los cítricos de la Ribera se rieguen por goteo en un futuro próximo. ¡Hasta aquí podríamos llegar! El riego por goteo tan sólo ahorra entre un 15-20%. Además de que enérgica y patrimonialmente es un suicidio económico y social realizar un cambio de un sistema de riego tradicional, que funciona por gravedad, sin coste energético, y con un patrimonio en infraestructuras de gran valor histórico (acequias, partidors, escorredors...), totalmente amortizados, por nuevas conducciones a construir, que irán presurizadas, con un coste económico y energético muy alto, hecho este que todavía haría más ineficiente el balance energético del cultivo convencional.

Ambientalmente, los hectómetros retirados faltarían para la recarga de los acuíferos y afectarían, principalmente, a las dos unidades hidrogeológicas de la Plana de Valencia (la norte y la sur), que reciben importantísimas reinfiltraciones de los regadíos; bajarían los niveles freáticos de nuestros pozos y aumentarían los costes de perforación y extracción, comprometiendo la franja costera, ya excesivamente explotada, y provocando su salinización. Todo ello afectaría también a la vegetación de ribera y a la diversidad biológica. Todo ello sería un obstáculo para el crecimiento de la agricultura ecológica, más respetuosa con el medio pero incompatible con sistemas de fertirrigación. Los beneficiados de todas estas transformaciones serían los que viven de los proyectos públicos, grandes y pequeños, los que viven del agricultor, no de la agricultura. Perdería como siempre el agricultor que pasaría a una situación más dependiente y perderían los habitantes de las dos Riberas con sus sistemas vitales más degradados.

Pero además de todo esto, me gustaría sacar a la luz la necesidad de preservación del macizo del Caroig, gravemente amenazado por las obras y puesta en funcionamiento del canal-túnel del trasvase. Porque, ¿cuántos valencianos y valencianas conocen el macizo del Caroig? ¿Ha ido por allí algún político de los que actualmente gobiernan? ¿Saben todos ellos que es eso del Caroig? El macizo del Caroig, junto con la muela de Cortes de Pallás, conforman el espacio más amplio, solitario y libre de grandes infraestructuras y asentamientos urbanos de toda el la Comunidad Valenciana. Son cerca de 22.150 hectáreas catalogadas y merecedoras de algún tipo de protección (hoy una parte de este inmenso territorio se encuentra "protegido" bajo la figura de Reserva Nacional de Caza). Si alguien decide caminar por este territorio de profundos silencios, seguro que entre sus riscos, barrancos y peñas descubrirá o intuirá la presencia de cabras salvajes, jabalíes, águilas reales, mochuelos, lechuzas... De sus dimensiones y características ya mencionaba el botánico Cavanilles cuando se refería al macizo del Caroig "como el centro de un desierto...".

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Dada su escasa "urbanización", su papel como pulmón verde del país y su relevancia botánica, cultural y antropológica, se piensa que el Caroig es uno de los espacios con más valor ambiental y paisajístico de todo el conjunto de las tierras valencianas. Si la obra del trasvase Xúquer-Vinalopó avanza por donde se encuentra proyectada actualmente, perderemos para siempre lugares y panorámicas como las que se divisan desde la loma de la Estafeta (término de Teresa de Cofrentes), una vista espléndida sobre uno de los valles más ignotos de la geografía valenciana. Se trata de la divisoria de aguas entre la muela de Cortes de Pallás y la plataforma del Caroig. Delante de nosotros se alza imponente el punto culminante del Cinto Cabra, otra muela calcárea que conserva en sus vertientes de poniente una de las escasas masas forestales que consiguieron sobrevivir a los terribles incendios de las décadas pasadas. Este valle es hoy un inmenso retiro de tranquilidad y silencios.

Más de un conseller debería de subir hasta la cima del Caroig y disfrutar de una noche bajo un mar de estrellas, en uno de los contactos con la naturaleza más extasiantes y entrañables que se pueden vivir en las montañas valencianas (aunque, no sé si alguno de ellos ha dormido al aire libre en alguna de las cimas más emblemáticas de nuestras montañas). Si no ha sido así, probablemente no entiendan lo que quiero decir. El amplio panorama que permite alcanzar esta modesta cima de poco más de 1.100 metros de altitud resulta sencillamente deslumbrante.

En mi opinión, nunca debería de ejecutarse este trasvase entre las dos cuencas hidrográficas mencionadas, y mucho menos que la obra parta en dos el corazón de uno de los pocos lugares de nuestro país hoy libre de contaminaciones lumínicas, ruidos, edificaciones, prisa y temores postindustriales. Se trata no sólo de respetar el ritmo social y económico de comarcas como la Ribera, sino también de salvar el macizo del Caroig y naturalmente y sobre todo apostar por cambiar el modelo de turismo insostenible del sur de la Comunidad Valenciana que hoy destruye nuestras cuencas y nos inclina a hábitos de consumo y valores que hacen necesarias soluciones técnicas artificiosas como esta del trasvase de las cuencas hidrográficas a debate.

Paco Tortosa es doctor en Geografía.

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