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Columna
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Crispación

Termina como empezó el año: con la crispación a flor de piel. Y en el camino, muchas ilusiones rotas. Los populares andaluces devuelven en el Parlamento andaluz lo que todos los grupos le hicieron al PP en el Congreso de los Diputados. Si aquí no votaron lo que el Gobierno de Aznar se sacó de la manga con nocturnidad y alevosía, en Andalucía el PP llegó más lejos: abandonó el Parlamento. Nadie entiende la posición de los populares negándose que se investigue en Andalucía las células madre, cuando da luz verde en otras comunidades.

Y en el debate de los presupuestos, la tensión se podía cortar. Cuando Magdalena Álvarez sube a la tribuna, ya se sabe que habrá guerra. La consejera de Economía y Hacienda, llamada por Zapatero a la política nacional, tiene la virtud de generar principios de úlcera en muchos populares, empezando por la señora Martínez, una vez más crispada en el tono y en el lenguaje, y en Antonio Sanz, cada vez más alejado de la realidad, repartiendo latiguillos aprendidos en el catecismo propagandístico nacido en Génova (sede del PP nacional).

Y al no haber argumentos sólidos para rebatir la propuesta del presidente andaluz, Manuel Chaves, de abrir el debate para la reforma del Estatuto de Autonomía con la creación, entre otros aspectos, de la agencia tributaria andaluza, el PP vendrá a utilizar la consabida cantinela de que ello rompe la caja única, que pone en peligro la unidad de España y que el eje socialista Maragall-Chaves (Cataluña-Andalucía) es insolidario. Es la tesis de Arenas, dispuesto a embarcarse en la campaña andaluza hasta las cejas.

El año, políticamente, terminará el día 30, cuando el presidente Chaves defienda la reforma del Estatuto. Y, presumiblemente, el debate estará lleno de tensión, de palabras gruesas, aunque hay que esperar que las propuestas de Chaves sean claras y la oposición olvide sus consabidos latiguillos para argumentar porqué se opone a la España plural. Lo que sí es cierto es que la idea de España que tienen los socialistas en nada tiene que ver con lo que defiende el PP.

(El candor de Manuel Pimentel invita a votarlo, aunque sirva para poco).

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