Gracias, Agustín
Contemplar una obra de arte nos produce impresiones muy diversas. Se establece una corriente de cálidas sensaciones entre la obra admirada y los ojos que la contemplan, más allá de la mera atención. Uno trata de adivinar el pensamiento del artista, qué le motivó, qué sentimientos fluyen a través de su cabeza, corazón y manos, auténticos agentes de lo que luego podremos apreciar.
Por eso considero un privilegio que un artista te explique su obra, de viva voz. Gracias a ello, lo contemplado adquiere una nueva dimensión, llena de matices. Querido Agustín, gracias. Por permitirme escuchar tus palabras llenas de amor hacia tus "criaturas". Porque un artista deja parte de sí en cada obra y tenemos la inmensa suerte de tener trocitos tuyos por toda nuestra geografía.
Quienes atentan contra tu obra, fieles herederos de aquel general tuerto, de infausto recuerdo, que gritó aquello de "Viva la muerte, muera la inteligencia" delante de otro vasco ilustre, no hacen sino demostrar una supina y peligrosa ignorancia que les incapacita para sentir y pensar. Pero lo bello siempre permanece, Agustín. Y el arte es libre.
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