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Crítica:COMER
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Un nuevo 'chef' y un diseño exclusivo

CLUB 31, en Madrid, renueva su cocina con Miguel Ángel García y cambia de aspecto

José Carlos Capel

Igual que sucede en todas las orquestas y equipos deportivos, en determinados restaurantes la figura del director / entrenador resulta decisiva. Hace tan sólo seis meses nadie daba un céntimo por este vetusto restaurante madrileño, reducto de nostálgicos adictos a una cocina agonizante. Local de corte burgués y platos clásicos, impulsado por Clodoaldo Cortés en 1959, mítico fundador de Jockey, cuya decadencia en los últimos años era a todas luces manifiesta. Ha bastado la irrupción en escena de un nuevo director, Miguel Ángel García, profesional de reputado prestigio en la hostelería madrileña (Café Saigón, Tse Yang, Le Dragón, Il Gusto) para que el panorama cambie por completo.

CLUB 31

Alcalá, 58. Madrid. Teléfono: 915 32 05 11. No cierra. Precio aproximado por persona: entre 50 y 60 euros. Suflé de bogavante, 15 euros. Faisán a las uvas, 16,50 euros. Callos Club 31, 16,50 euros. 'Crêps', 8,10 euros.

Pan ... 5,5

Café ... 8

Bodega ... 6

Ambiente ... 8

Servicio ... 6,5

Aseos ... 7

Sin modificar el equipo de cocina, que dirige el veterano Ángel Paracuellos, y sin apenas introducir alteraciones en la carta, Club 31 parece otra cosa. Por curioso que resulte, su mayor atractivo reside en las recetas de siempre. En esas fórmulas de alta cocina decimonónica con reminiscencias francesas, que, después de someterse a un proceso de revisión conceptual, constituyen un baluarte gastronómico en vías de extinción paulatina. ¿Qué restaurantes quedan en España donde se pueda degustar el elegante faisán a las uvas? ¿O el venado a la austriaca con arreglo a cánones centroeuropeos? Dos propuestas tan redondas como el escalope de ternera a la vienesa, los callos a la madrileña o el steak tartar de solomillo.

Al enumerar sus méritos hay que empezar por las materias primas, en particular los pescados y las piezas de caza. Lo ratifican la lubina en papillote y el rodaballo con cebolla, recetas en las que se aprecia la categoría de los pescados. Como es habitual, no todas sus especialidades merecen alabanzas: el pollito a la broche es insustancial; el taco de villagodio está demasiado oreado; la marmita Club 31 se presenta deslavazada, y las patatas suflés, algo toscas, son mejorables. Irregularidades que no afloran en nuevos platos, como el suflé de bogavante, el tartar de atún y las vieiras salteadas.

Punto y aparte es el servicio, que, a pesar de que actúa acelerado, hace alarde de suficiencia y peca de viejos resabios, es de la escuela clásica. Son profesionales que todavía despiezan aves, flamean crêps, preparan el tartar al momento y saben trinchar la caza. Un espectáculo insólito y gratificante.

Club 31, en Madrid, decorado por el grupo GdeV (las lámparas son un diseño original). Abajo, vieiras con puerros.
Club 31, en Madrid, decorado por el grupo GdeV (las lámparas son un diseño original). Abajo, vieiras con puerros.SANTI BURGOS

ASPECTO RENOVADO

LA NUEVA etapa iniciada por Club 31 ha arrancado con una reforma estética del local a cargo del prestigioso interiorista Ignacio García de Vinuesa (GdeV). Gracias a su intervención, el vetusto aspecto de la vieja sala, propia de los pasados cincuenta, se ha transformado de forma clara. El lugar es ahora más luminoso y el acero ha reemplazado al latón, mientras que la laca blanca, los grandes espejos y los butacones de Philippe Stark le han conferido un aire contemporáneo. Lámparas y asientos negros corridos son un diseño original.

Sin lugar a dudas la asignatura pendiente de la casa son los postres, poco técnicos, con problemas de ejecución y necesitados de una revisión profunda. Si la tarta de manzana presenta un innegable aire casero, a las famosas crêps soussets les sobra licor y azúcar. También es de lamentar que unos días el suflé de naranja resulte perfecto y otros le falte consistencia. Tampoco están a la altura los panecillos, que deberían mejorarse. Lo contrario que el café, realmente bueno.

En la bodega, que gestiona el sumiller Steve Pelegrin, alternan los vinos de toda la vida con otros de relieve. Listado descompensado, que carece del nivel pretendido, está dominado por las marcas de Rioja, presenta carencias importantes y en el que no tienen presencia los vinos de mesa extranjeros. Al menos cuenta con una tímida selección de vinos dulces para acompañar los postres y con algunos champañas de relumbre. Y como complemento, una carta de cócteles clásicos en consonancia con el viejo encanto de la casa.

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Sobre la firma

José Carlos Capel
Economista. Crítico de EL PAÍS desde hace 34 años. Miembro de la Real Academia de Gastronomía y de varias cofradías gastronómicas españolas y europeas, incluida la de Gastrónomos Pobres. Fundador en 2003 del congreso de alta cocina Madrid Fusión. Tiene publicados 45 libros de literatura gastronómica. Cocina por afición, sobre todo los desayunos.

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