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LA CAPTURA DE SADAM | La resistencia

Nueve personas mueren en dos atentados en Bagdad

"Maté al conductor, pero no pudimos evitar la masacre", se lamentó un agente bagdadí

Miguel González

Un día después de que se anunciara la captura de Sadam, la resistencia volvió a golpear en Bagdad. Como objetivo, eligió otra vez a la policía iraquí, más vulnerable a los ataques que las tropas de la coalición. Dos coches bomba contra sendas comisarías de dos barrios de la capital causaron nueve muertos y al menos 19 heridos. "Maté al conductor, pero no pudimos evitar la masacre", se lamentaba ayer Alí Jasm Abeed, un agente de 31 años.

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A las 7.55 se encontraba de guardia en la esquina de la comisaría principal de Husseiniya, un suburbio con casi medio millón de habitantes al noroeste de Bagdad. Un Toyota Land Cruiser, pintado de naranja como los taxis de la capital, vino hacia él a toda velocidad. Su único ocupante era un joven con cazadora y barba. Alí le dio el alto, pero el joven aceleró. "Le disparé con mi Kaláshnikov y pude ver cómo el conductor caía sobre el volante, pero el coche siguió avanzando, ya sin control, y fue a estrellarse contra el Toyota blanco del comisario, aparcado frente al cuartel", explicó.

En ese momento estaban presentes un centenar de policías, de los 160 que integran la plantilla. Media docena vigilaba delante del edificio y los demás estaban en el interior, pasando revista. El teniente acababa de bajarse de su Honda rojo y se disponía a entrar en comisaría. La explosión arrojó a Alí contra el suelo, pero no le produjo ninguna lesión.

Dos horas después, el coche del teniente seguía atravesado en medio de la calle con la chapa agujereada y los asientos destrozados. El Toyota del comisario se había convertido en un montón de chatarra. Del taxi no quedaba nada, sólo un cráter de tres metros de diámetro y uno de profundad en el asfalto, y una pieza del motor que fue lanzada por la onda expansiva dentro de la comisaría. Los expertos calculan que el vehículo llevaba entre 10 y 15 kilos de TNT. La familia de Alí escuchó un fuerte estampido desde su casa, a siete kilómetros de distancia.

Cuando consiguió ponerse en pie, vio a sus nueve compañeros muertos: el teniente y ocho agentes, de entre 26 y 30 años. Uno de ellos se había casado recientemente y era padre de una niña de pocos meses. Todos habían nacido en el barrio. Los 15 heridos, algunos de ellos graves, fueron trasladados al hospital Iman Hussein y al de Baquba en los coches de varios vecinos. Del suicida sólo se pudo recuperar un pie y parte de la cara. "Esa gente no son de aquí, son fanáticos wahabíes que se creen que haciendo esto van al paraíso", explicaba Alí. "Van al infierno", le interrumpió un anciano, "porque el islam prohíbe el suicidio". En el edificio policial, el mobiliario era nuevo y se habían instalado equipos de aire acondicionado. El atentado lo dejó inservible. Las puertas y los marcos de las ventanas desaparecieron.

En Al Amiriya, al oeste de la capital, poco más de media hora después del primer atentado, dos coches intentaron forzar la entrada de la comisaría. Los policías abrieron fuego y uno de los vehículos se dio a la fuga, pero el segundo explotó, causando heridas a cuatro agentes. El primer coche, encontrado más tarde, también contenía explosivos. Por la tarde, dos comisarías del barrio suní de Adamiya, al norte de la capital, fueron atacadas "con armas automáticas y lanzagranadas desde los tejados próximos", explicó el oficial Haidar Zuheir, quien aseguró que los agresores eran partidarios de Sadam.

Varios jóvenes de Bagdad se congregan alrededor del cráter creado por la explosión del atentado de ayer.
Varios jóvenes de Bagdad se congregan alrededor del cráter creado por la explosión del atentado de ayer.M.G.

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Sobre la firma

Miguel González
Responsable de la información sobre diplomacia y política de defensa, Casa del Rey y Vox en EL PAÍS. Licenciado en Periodismo por la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB) en 1982. Trabajó también en El Noticiero Universal, La Vanguardia y El Periódico de Cataluña. Experto en aprender.

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