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LA INVESTIDURA DEL NUEVO PRESIDENTE DE LA GENERALITAT
Columna
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Motor de distorsión

¿Estamos otra vez en aquello de "ya vuelve el español donde solía"? Después de haber servido de ejemplo admirado para tantas transiciones que se inspiraron en el caso español, ¿nos ha invadido de nuevo el vértigo del desastre, la duda autodestructiva? Tanto caudal de entendimiento ¿será malversado en querellas sin sentido cultivadas desde el antagonismo y la discordia como divisa de la acción política? ¿Continuará el Gobierno de Aznar en la actitud de rehusar cualquier responsabilidad, de empeñarse en la crítica a la oposición, en especial a la socialista que encabeza Zapatero, de pulverizar los consensos trabajados durante decenios en política exterior, en materias de defensa, en el área de las libertades y del combate al terrorismo, de la seguridad ciudadana, de la justicia o del uso sostenible del agua?

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¿Nos precipitaremos imparables hacia el sálvese quien pueda? ¿Viviremos de aquí a las elecciones generales de marzo bajo la repetición obsesiva, a cargo de la orquesta mediática del Partido Popular, del lema de "Mayoría absoluta para Mariano Rajoy o España desaparecerá por el sumidero de la Historia"? En el País Vasco, ¿seguirá primando el aturdimiento que empuja hacia la exasperación y la fractura perdedora? En Catalunya, ¿prevalecerán quienes promueven la intolerancia, quienes sólo entienden de adhesiones incondicionales o de anatemas, quienes descubren la insolidaridad como ventaja argumentando sobre bases de una aritmética impositiva demasiado tosca y elemental? Aquí para garantizarse la presidencia del futuro cunde la idea de reescribir el pasado.

Es una ambición antigua bajo la que se han inspirado muchas de las mejores páginas de la ciencia ficción. Ya en 1895 escribía H. G. Wells en La máquina del tiempo que si el hombre puede ascender en contra de la gravedad en un globo, ¿por qué no esperar que fuera capaz de detener o acelerar su viaje a través de la dimensión tiempo o, incluso, virar para viajar en sentido contrario? Desde mucho antes estamos buscando la máquina del tiempo, tarea a la que ahora tantos se aplican en la España política de nuestros días, convencidos como están de que el viaje en el tiempo permite cambiar el pasado. Pero el principio de autoconsistencia propuesto por los físicos Igor Novikov, de la Universidad de Copenhague, y Kip Thorne, del Instituto Tecnológico de California, augura que en caso de que lográramos remontarnos en el tiempo para presenciar un suceso anterior, éste deberá desarrollarse igual que la primera vez. O sea, que en el caso de que pudiéramos visitar el pasado nos estaría vetado alterarlo.

Claro que todas estas prescripciones y límites impuestos por la lógica en el ámbito de las ciencias físicas han sido desbordadas en el campo de las humanidades como vino a demostrar Eric Hobsbawn en La invención de la historia. Encelados con la mecánica cuántica que señala cómo las partículas tienen naturaleza ondulatoria y cómo las ondas tienen naturaleza corpuscular y en particular con el principio de incertidumbre de Heisenberg algunos parecen convencidos, según escribe J. Richard Gott en su libro Los viajes en el tiempo (Colección Metatemas, Tusquets Editores), de que existe un infinito número de universos paralelos que desarrollan todas las historias posibles del mundo, a pesar de que sólo observamos una de ellas. De modo que si así fuera, existe un universo paralelo al que nos es dado observar, en el que los hechos habrían sucedido conforme a nuestros deseos y simplemente nosotros nos encontraríamos en el universo equivocado.

Aterra pensar las consecuencias que podrían sobrevenirnos si alguien con poder en Madrid, Vitoria, Barcelona, Santiago, Sevilla y así sucesivamente decide emprender la reescritura de la Historia y opta por situarnos fuera de su versión ad hoc, es decir, "en el universo equivocado". Porque además para acceder al pasado y alterarlo ha quedado bien averiguado que sería preciso valerse de la solución entrevista por los físicos Miguel Alcubierre y Allen E. Everett basada en la ingeniosa utilización de dos motores de distorsión en cascada. Entre tanto reconozcamos que si podemos acelerar protones hasta un 99,995% de la velocidad de la luz, algún día podríamos hacer lo mismo con un astronauta. Es sólo una cuestión de coste del que nos ocuparemos en otra ocasión.

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