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Crónica:LA CRÓNICA
Crónica
Texto informativo con interpretación

Un inesperado alivio

Soledad Gallego-Díaz

El panorama político español, que estaba totalmente enturbiado por el problema del plan Ibarretxe y la posibilidad de que en pocos meses se produjera un brutal choque de trenes entre los nacionalistas vascos y un Gobierno central del PP, ha empezado, inesperadamente, a perder un poco de esa completa opacidad.

El acontecimiento que ha introducido un poco de calma en la situación ha sido la formación en Cataluña de un Gobierno tripartito entre socialistas, Esquerra Republicana de Catalunya (ERC) y los antiguos comunistas y verdes. Es decir, un Gobierno "catalanista de izquierda", según se define a sí mismo.

La novedad es que se dibuja claramente una "vía catalana", muy distinta a la "vía vasca", completamente pacífica, y en la que están integrados, en el puesto de mando, los socialistas. Nada que ver con el escenario en el País Vasco en el que el PNV está totalmente enfrentado al PSE, buscando una alianza pan-nacionalista y planteando, en bloque, un proyecto cuyos fundamentos éstos no pueden aceptar. ERC, que en los primeros momentos dedicó su triunfo a Ibarretxe, se ha esforzado en los últimos días, por el contrario, a dejar claro que no desea "una sociedad a la vasca, fracturada", y que quiere trabajar con la "generación catalanista del PSC".

Unas 2.000 personas, militantes destacados de CiU, tendrán que abandonar su empleo en cargos oficiales y de confianza y empresas dependientes de la Generalitat

Los portavoces del PNV se esfuerzan en mezclar todo lo posible los dos escenarios, pero es fácil apreciar el gran impacto que ha tenido entre sus filas la expulsión de CiU del poder. "No es una sorpresa para nadie", admite un político peneuvista, "que nosotros hubiéramos preferido un Gobierno CiU-ERC". Y critica, sobre todo, la frase de Pasqual Maragall en el sentido de que Cataluña es, por fin, "un país normal", es decir, uno en el que se produce con normalidad una alternancia política. No sólo el País Vasco deja de ser el referente "nacionalista" exclusivo, sino que el PNV se mueve, incluso sin quererlo, un poco más hacia lo extemporáneo.

"El partido de Pujol llevaba 23 años gobernando Cataluña, como el PNV en Euskadi, representando el nacionalismo triunfante y las esencias del catalanismo, y de repente se ha visto democráticamente alejado del poder. Debe de haber sido un shock", comenta con algo de ironía un dirigente socialista instalado en Madrid. El primer efecto va a ser que unas 2.000 personas, entre cargos oficiales, puestos en sociedades y empresas dependientes de la Generalitat, y "cargos de confianza" deberán abandonar su empleo en las próximas semanas.

Vista la curiosa imagen del día siguiente de las elecciones, cuando un grupo de funcionarios recibió con aplausos y vítores a Artur Mas a la puerta de la Generalitat, es de imaginar que casi todos ellos son militantes destacados de CiU, obligados ahora a encontrar nuevo trabajo y tan ocupados en solucionar su futuro personal que difícilmente podrán ayudar a recomponer o reanimar el partido.

Tampoco resultaría muy edificante para los nacionalistas que el nuevo Gobierno tripartito catalán, comprometido, sobre todo gracias a Carod-Rovira, en una lucha contra la corrupción, desvele y haga públicas las redes de clientelismo que caracterizan casi siempre a Gobiernos con excesiva permanencia en el poder.

Más tranquilidad de la admitida

La incomodidad que le plantea al lehendakari Ibarretxe el tripartito catalán no impide, sin embargo, que haya un pequeño grupo de dirigentes nacionalistas vascos que admita en privado haber dado un suspiro de alivio al conocer el acuerdo de Barcelona. Es el sector, minoritario, que cree que el PNV no debe desligarse completamente de los socialistas, bajo pena de producir una enorme fractura en la sociedad vasca.

Incluso un sector del Partido Popular (PP) confiesa, también en privado, que se siente más tranquilo con un tripartito que con la combinación CiU-ERC, "compitiendo y jaleando mutuamente su nacionalismo", según palabras de un diputado popular próximo a La Moncloa. Admite, sin embargo, que una parte de la dirección de su partido no está de acuerdo con ese análisis, o al menos "no lo valora lo suficiente" como para reducir la dureza de los ataque al PSC y al PSOE por haber llegado a un acuerdo con ERC. "Eso es política", se disculpa.

Si la "vía catalana" es capaz de salir adelante, será gracias al cemento de izquierda que une a sus miembros, asegura un dirigente nacional del PSOE. "Si ese cemento se rompe y sólo queda el catalanismo, la vía catalana no será un camino útil para toda España, como esperamos que sea", añade. De momento, admite que el programa de 500 medidas acordado por Maragall, Carod-Rovira y Saura ha sentado en muchos sectores del PSOE como una inyección de vitaminas.

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