Una oportunidad para Lionel
Un tribunal de apelaciones de Miami anula la sentencia a cadena perpetua a un menor que mató a una niña cuando tenía 12 años
Lionel Tate mató a Tiffany Eunick en menos de cinco minutos, cuando él tenía doce años y ella seis. Jugaban a lucha libre mientras la madre del niño dormía la siesta, una tarde de verano de 1999, en la residencia familiar al norte de Miami. El hígado de Tiffany se partió por la mitad y un trozo acabó sobre su abdomen. Fue una muerte horrible, por la que los tribunales juzgaron a Lionel como adulto y le condenaron a pasar el resto de sus días entre rejas, desestimando la posibilidad de que hubiera sido un accidente.
La severidad del castigo, considerada extrema incluso en un estado como Florida, conocido por la implacabilidad de sus leyes, provocó inmediatamente un gran remordimiento social. Hasta la madre de Tiffany dijo que 10 o 20 años en un correccional hubieran sido más que suficientes para darle una "lección", y los propios fiscales pidieron al acabar el juicio una reducción de condena y la clemencia al gobernador, Jeb Bush.
Cuando el abogado comunicó la noticia al joven, hasta los guardianes de la prisión aplaudieron
La clemencia nunca llegó porque Bush estaba esperando, dice ahora, a que Lionel mejorara su comportamiento en la cárcel, pero un tribunal de apelaciones le ha concedido esta semana una nueva oportunidad al ordenar un segundo juicio.
Los magistrados del Cuarto Tribunal de Apelaciones han anulado la sentencia aduciendo que nunca se debería haber juzgado a Lionel sin hacerle pruebas de "competencia mental", especialmente si se tiene en cuenta que su coeficiente intelectual era inferior al normal. Los abogados defensores no quisieron solicitar las pruebas durante el proceso por temor a que le recluyeran en una institución psiquiátrica, y motivados también por un exceso de confianza en que la justicia sería benévola con un adolescente que, según ellos, mató de forma involuntaria cuando trataba de imitar las peleas de lucha libre que veía en la televisión.
No fue así. El juez del caso lo consideró "un crimen frío e indescriptiblemente cruel". Lionel lloró desconsoladamente al escuchar la sentencia, y su madre se culpó por no haber aceptado la oferta que le habían hecho los fiscales de que en vez de ir a juicio su hijo se declarara culpable, y de este modo pasaría sólo tres años en la cárcel. Si la hubiera aceptado Lionel ya habría salido hace diez meses de la prisión juvenil de máxima seguridad de Ockeechobee.
Lionel, que ya ha cumplido 16 años, deberá permanecer en ese centro al menos otros 15 días, hasta que los fiscales del Estado decidan lo que van a hacer con su caso. Pueden apelarlo al Tribunal Supremo de Florida u optar por juzgarle de nuevo, bien formulando los mismos cargos de asesinato en primer grado o rebajándolos. También tienen la posibilidad de ofrecerle una sentencia fija de un número determinado de años a cambio de que se declare culpable, y conmutarle el tiempo que ya ha cumplido entre rejas, imponiendo al mismo tiempo varios años de libertad condicional. De producirse esto último, cabe la posibilidad de que el adolescente negro, que se había convirtido en el reo más joven de EE UU condenado a cadena perpetua, salga libre a comienzos de 2004, señala Kendall Coffey, ex fiscal federal.
Cuando el abogado de Lionel, Richard Rosenbaum, le comunicó ayer por teléfono la decisión del tribunal, el chico gritó "¡Fantástico!". En el eco del teléfono se podía oír, según explica el letrado, a los guardianes de la prisión aplaudiendo.
La trágica historia ha abierto un debate sobre los límites de la justicia en EE UU. "¿Dónde debemos trazar la frontera? ¿En qué punto debemos decir como sociedad 'este acusado es demasiado joven?", se preguntaba Fred Hazouri, uno de los tres magistrados del tribunal de apelaciones que ha revocado la sentencia de Lionel.A pesar de los comentarios de ese magistrado, la decisión del panel de apelaciones no entra a cuestionar la constitucionalidad de las leyes de Florida que permiten condenar a cadena perpetua a menores sin posibilidad de apelar las sentencias.
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