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La crisis del PRI en México fractura a sus poderosos sindicatos

Los gobernadores priístas intentan evitar un cisma en el primer partido mexicano

Juan Jesús Aznárez

La batalla por el poder desencadenada en el opositor Partido Revolucionario Institucional (PRI), primer partido de México, fracturó en dos a sus poderosos sindicatos después de haber enfrentado a su presidente, Roberto Madrazo, a su secretaria general, Elba Esther Gordillo, y a los legisladores. Los gobernadores priístas, también divididos, negocian fórmulas para impedir un cisma sin precedentes en el movimiento que fue régimen durante siete decenios hasta el 2000.

Los cambios estructurales propuestos por el Gobierno, fiscales, energéticos, laborales o la reforma del Estado, serán imposibles sin el PRI, cuya modernización constituye, a su vez, otra de las reformas pendientes de la transición nacional más importante en casi un siglo. En un tiro por elevación contra Madrazo, la reacción de Gordillo a su destitución como coordinadora de los diputados del PRI fue fulminante: 21 de los 70 sindicatos de la Federación de Sindicatos de Trabajadores al Servicio del Estado (FSTSE), proclive a Madrazo, rompieron con la central, que pierde 1,6 millones de sus más de dos millones de afiliados, cifras millonarias en cuotas y buena parte de su fuerza electoral.

La rebelión fue encabezada por el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE), el mayor de América Latina, cuya lideresa moral es la secretaria del PRI. Su acercamiento al Gobierno en la reforma fiscal detonó una crisis de complejo origen. La FSTSE está dirigida por un senador afín al nuevo coordinador de los diputados, Emilio Chuayffet -no reconocido por Gordillo, pero avalado por Madrazo-, que maniobró, según las fuentes consultadas, para desembarazarse de su secretaria, acusada de pactar con el Gobierno una impopular subida de impuestos. Durante la fractura sindical, unos y otros cruzaron cargos que a todos casan por demostrados: "¡Pinches manipuladores! ¡Pinches corporativistas".

La Federación de Sindicatos, creada en 1938 con un funcionamiento vertical, fue correa de transmisión del partido durante la presidencia imperial y uno de los núcleos del voto corporativo: el histórico acarreo detrás de las sucesivas victorias electorales priístas. Con un sindicalismo controlado, los presidentes, desde Lázaro Cárdenas (1934-40) a Carlos Salinas de Gortari (1988-1994), y en menor medida Ernesto Zedillo (1994-2000), gobernaron sin apenas huelgas, ni contestación obrera. El grueso de los empleados del Gobierno y la fiscalía de la capital federal, del Instituto Nacional de Estadística, de cuatro ministerios, y los controladores aéreos, entre otros sectores, pertenecen a los sindicatos escindidos.

"La desarticulación del PRI como centro cohesionador de intereses, para convertirse en un partido reunido en torno a un proyecto de nación, es una de las reformas estructurales que requiere el país", según el analista Diego Petersen. La crisis era previsible desde la derrota en las generales del 2 de julio del año 2000, a manos del empresario Vicente Fox, y la pérdida de la argamasa: la presidencia de México. Las fuerzas centrífugas del partido, agrega Petersen, irán ganando terreno poco a poco ante la ausencia de una referencia atrayente. "La formación de pequeños núcleos en torno a los cuales se concentran hoy las fuerzas del PRI harán necesariamente que el sistema sea inestable".

Candidatura presidencial

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La defenestración de Gordillo y los empujones contra Madrazo son miel sobre hojuelas para algunos de los gobernadores del partido, mayoría en los 31 Estados de México, que hoy claman por la unidad pero cuyo verdadero objetivo es el ambicionado por Madrazo: la candidatura presidencial del PRI en 2006.

Así como un grupo fraguó la expulsión de la maestra, otro maquina para conseguir la del actual presidente priísta. A la espera del consenso o la aniquilación del contrario, el Gobernador de Coahuila, Enrique Martínez, admitió que "nadie tiene los hilos del partido". La situación "es sumamente complicada y preocupante", agregó en una entrevista con el diario El Independiente, "no tan sólo por el PRI, sino por lo que el PRI significa para la vida política del país".

El presidente del PRI, Roberto Madrazo, tras la toma de posesión en 2002.
El presidente del PRI, Roberto Madrazo, tras la toma de posesión en 2002.EPA

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