"No quiero que esta película sea el símbolo de nada"
Con una voz grave y ronca, Wolfgang Becker responde al teléfono desde su casa de Berlín. Ha dormido poco. Anoche celebró con el equipo de su película, Good Bye,
Lenin!, el premio a la mejor película europea del año, al mejor guión (para el escritor y periodista de 27 años Alex Kerner) y al mejor actor (Daniel Brühl). Además, la película fue elegida en las votaciones populares que también organiza la Academia de Cine de Europa como la mejor de 2003. "¿Que si lamento que Lars von Trier ganara el premio al mejor director? ¡No! Todo lo que nos está pasando es demasiado bueno. Además, la película favorita era Dogville".
Becker se disculpa por el tono cansado. Dice que le espera una noche larga: "Dentro de tres horas, casi medianoche, tengo que responder a varias entrevistas de periodistas de Australia. Estrenan allí la película. Hace unos días tuve varias conferencias telefónicas con periodistas de Taiwan y fue muy absurdo". El director se ríe y retumba el teléfono. Se adivina a un hombre grande y bastante afable.
El director recuerda que ni Coca-Cola ni Burger King querían aparecer en la película
"Empiezo a sentir un poco de miedo con todo lo que está ocurriendo con la película. Cada día es más y más. Pero lo más curioso es que fue un rodaje horrible, lo pasamos muy mal. Todo nos salió al revés, tuvimos unas tormentas tremendas en Berlín que nos obligaron a detener el trabajo varias semanas, los problemas no dejaban de surgir. Más de una vez pensé que la película jamás se acabaría".
Bajo la historia de Good Bye, Lenin! subyace un tono triste que, según el director, estaba ya en las primeras páginas que escribieron del argumento. "Pero es una tristeza que tiene que ver con la historia. Yo no quiero que esta película sea el símbolo de nada. Alex no es un símbolo de la nueva Alemania ni la película pretende retratar el estado de un país. Yo sólo quiero contar una historia, una historia que es trágica y es cómica". "Tenía claro que quería un guión redondo. Escribimos siete versiones. No quería una burla, ni una payasada, ni una tontería. Una buena comedia siempre se asienta en unos cimientos muy serios. De todos los premios recibidos anoche el único que tenía claro que era para nosotros era el del guión".
Becker tiene fresca en la memoria la caída del muro de Berlín. "Ahora es fácil recordarlo como un momento pacífico. Pero fue una noche terriblemente tensa. Yo fui a uno de los lugares donde estaban algunos de los guardias del muro, todos armados, y en aquel momento nadie se sentía muy seguro ante ellos. Al final todo el mundo bailaba y bebía y ellos dejaron las armas y empezaron a fumar. Fue la mejor lección de historia que he recibido en mi vida. Cómo un mundo colapsó en unos minutos, cómo desapareció el miedo y cómo se podía hacer algo tan profundo sin violencia".
Good Bye, Lenin! cuenta cómo un chico, movido por el amor a su madre, intenta preservar para ella (en coma durante los acontecimientos de 1989) un mundo que ha caído con el muro. "La madre es un personaje que cree en la parte positiva del socialismo y que no quiere creer en lo que pervirtió al socialismo. Ella no es el personaje más trágico, el personaje más trágico es el padre, es un hombre cuya existencia ella ha negado por huir de aquella Alemania". "Es emocionante la escena en que la hermana de Alex le cuenta en el cuarto de baño que ha visto a su padre, que ha reconocido su voz, que no está muerto como les ha dicho su madre. Cuando su hermano le pregunta qué le dijo a su padre, ella responde: 'Que le aproveche y gracias por elegir Burguer King'. Ése es el fondo tragicómico de esta historia".
"Los detalles eran fundamentales para nosotros", añade el director. "Jugar con las marcas y los productos. Por eso, frente a muchos nombres y sabores que sólo tienen sentido en Alemania, y que eran necesarios para evocar una época, olores perdidos, necesitábamos otros que son universales y que todo el mundo reconoce". Becker cuenta que ni Coca-Cola ni Burger King querían aparecer en la película. "Les enviamos el guión y les explicamos que era una ironía, que no pretendíamos ofender a nadie. Finalmente aceptaron, pero tuvimos que pagar por utilizar su imagen e incluso cambiamos alguna cosa que no les gustaba. Creo que somos la primera película a la que no pagan por sacar sus marcas". Becker añade entonces: "Es bastante increíble, ¿verdad? Deberíamos revisar esa parte del contrato. Con la publicidad que les estamos haciendo ya es hora de que nos paguen algo".
Babelia
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