Más sobre los no lectivos
Carlos Manrique Rincón, en respuesta a mi carta sobre días no lectivos publicada el 31 de octubre, enumera tres puntualizaciones a cada cual más desatinada. La primera afirma que el profesorado -no dice el profesor, sino el colectivo- no elabora el calendario escolar. Si quiere decir que a él, como profesor individualmente considerado, le imponen tal calendario, podríamos creerle. Sin embargo, el lector -y supongo que mi interlocutor- debe saber que el calendario es fruto de una negociación entre los sindicatos de profesores y la Consejería de Educación. Hace algunos años, y debido a las quejas del profesorado sobre la excesiva duración del segundo trimestre -el cual es más o menos largo en función de las fechas que la Iglesia católica asigne a la Semana Santa-, se aprobaron tres días no lectivos consecutivos en los meses de febrero a los cuales se les otorgó el singular nombre de Semana Blanca -quizás en el entendido de que se había desatado entre los madrileños algún extraño furor por los deportes relacionados con la nieve-. Como quiera que tal semana era un despropósito, se decidió esparcir estos tres días no lectivos por todo el curso escolar. En consecuencia, el profesorado no es una víctima pasiva del calendario.
Su segunda puntualización dice, nada más y nada menos, que los padres "tendrán que saber compatibilizar su vida laboral con el cuidado de sus hijos". El concepto "cuidado de sus hijos" va mucho más allá del objeto de mi carta, la cual tan sólo se refería al calendario escolar. Es obvio que no se trata de que los padres sepan compatibilizar calendarios laboral y escolar, es cuestión de poder, de tener la posibilidad: la mayor parte de la población activa ocupada sólo cuenta con 30 días de vacaciones. Sin embargo, lo que no tiene desperdicio es la afirmación de que los profesores sí saben hacer tal compatibilidad. Justamente el docente es el único grupo profesional cuyo calendario laboral -salvo algunos días de comienzos de septiembre- coincide con el calendario escolar de sus propios hijos.
Sobre la tercera puntualización hace creer al lector que la sociedad considera que el profesorado vive muy bien, cosa que ni digo ni insinúo. Antes al contrario, planteo que su trabajo puede ser de tal intensidad que aconseje días laborables no lectivos. Mi queja se refiere a que esto supone cerrar los centros educativos a cal y canto. De paso, al suponer que carezco de "una carrera de corte superior" me deslegitima para hablar sobre este asunto. Y, no contento con ello, considera de "mala educación" que haya personas que no hagan más que lamentar su "desgraciada vida laboral". Por lo que se ve, los temas que molestan a cierto sector del profesorado no se deben plantear en la esfera pública por ser de "mala educación".
Al igual que hizo Gustavo Villapalos, se debería habilitar un nuevo foro en el que los distintos sectores implicados -Adminis-tración, sindicatos, padres, estudiantes, movimientos de renovación pedagógica...- puedan debatir sosegadamente sobre el calendario escolar.
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