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DISCURSO DEL REY ANTE LAS CORTES GENERALES | 25º ANIVERSARIO DE LA LEY FUNDAMENTAL

"No dilapidemos el caudal de entendimiento acumulado"

Señora presidenta, señoras y señores diputados y senadores:

Como Rey de España siento un particular orgullo y una honda emoción al dirigirme hoy a estas Cortes Generales con motivo del vigésimo quinto aniversario de nuestra Constitución, en este marco solemne donde reside la representación democrática del pueblo español.

Agradezco a la señora presidenta sus muy generosas palabras hacia la Corona y mi persona, a las que correspondo con la expresión de mi respeto y reconocimiento a estas Cortes Generales. La Reina, el Príncipe de Asturias y las Infantas se unen a mí para reiterar, ante ambas cámaras, el firme compromiso que anima a la Corona de servir a España y a todos los españoles, con lealtad a la Constitución y a todos los valores y principios que consagra.

"Evitando planteamientos que puedan poner en peligro la estabilidad y la seguridad de todos"
"Nadie puede arrogarse en exclusiva la Constitución, ni tampoco rechazarla como ajena"
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Hace hoy exactamente 25 años aprobamos, mediante referéndum y por amplia mayoría del pueblo español, una Constitución redactada sobre la concordia, y reflejo del más amplio y generoso consenso nunca alcanzado entre los españoles.

Una Constitución de la que depende la preciada estabilidad de nuestro presente colectivo, y a la que ya debemos muchos años de convivencia en libertad, de articulación de nuestra pluralidad y diversidad territorial, y que ha sido y es esencial para la transformación y modernización de España. Una Constitución, finalmente, de incalculable valor de futuro para que España siga progresando en paz, democracia y libertad.

Por todo ello, conmemorar el vigésimo quinto aniversario de la Constitución no sólo es una ocasión para recordar lo mucho que ya nos ha aportado y para reafirmar su vigencia, sino también para reclamar en estos momentos la responsabilidad que a todos nos incumbe de respetarla y de preservar su espíritu integrador y conciliador.

Nuestro pasado constitucional estuvo cargado de problemas, derivados de la preponderancia de un constitucionalismo parcial y, a la postre, poco integrador. La Constitución de 1978 parte de una transición tan ejemplar como compleja.

La fe y el entusiasmo de los españoles en la obra colectiva de recuperación de la libertad y la democracia, permitieron superar rencores y divisiones, sellar la reconciliación, y asegurar el futuro de una España diversa, plural y solidaria.

La Constitución representa un gran pacto asentado en la generosidad de todos, fruto de renuncias y de sacrificios inspirados por la voluntad de consenso, el interés general y la armónica búsqueda de un futuro mejor. Un gran pacto que desde su inicio siempre ha contado con el impulso integrador de la Corona.

Nacía así una Constitución abierta, capaz de incluir a todos, de amparar e integrar a las distintas concepciones ideológicas, permitiendo una efectiva alternancia de Gobiernos de distinto signo, reflejo de la voluntad popular. En definitiva, una Constitución que, aprobada por amplia mayoría y concebida como obra de todos y para todos, nadie puede arrogarse en exclusiva como propia, ni tampoco rechazar como ajena.

Dos de los protagonistas esenciales de aquella gesta merecen hoy un solemne homenaje de gratitud. Homenaje, en primer lugar, a los españoles que, al respaldar la Constitución con su apoyo, asumieron la definición de su propio destino con encomiable voluntad integradora. Un tributo dedicado a todas las mujeres y todos los hombres que, con su amor a la convivencia pacífica y democrática, su espíritu tolerante y conciliador, han querido y sabido construir la España mejor que sustenta nuestra Constitución.

Homenaje de gratitud también hacia los constituyentes, que aportaron lo mejor de sí mismos, correspondiendo a la confianza que el pueblo español había depositado en ellos. Destaca, en particular, la acertada e histórica labor realizada por los ponentes, que hicieron del consenso y del interés general el norte de su buen hacer, contribuyendo decisivamente a que nuestra norma fundamental fuera tan ampliamente asumida y aceptada.

Nuestra Constitución representa un logro colectivo. Nadie podía asegurar que, dos décadas y media después de su aprobación, España se alzaría como una referencia de transición democrática a escala internacional, y sería un país dinámico, moderno y en constante desarrollo, plenamente integrado en la Unión Europea y con un nuevo perfil en el mundo. Las profundas transformaciones vividas por España en estos 25 años no hubieran sido posibles, ni tampoco lo serían hoy en día, sin la estabilidad política, social y económica, que asegura la vigencia y respeto de nuestra Constitución.

Una estabilidad basada en la convivencia pacífica de los españoles, en el ejercicio democrático y equilibrado de los poderes del Estado y en la vertebración territorial de España.

Una estabilidad que se sustenta en el pleno respeto y garantía constitucional de los derechos y libertades de los ciudadanos, y en el cumplimiento de nuestros deberes sobre la base de la igualdad y del imperio de la ley. En nuestra Constitución los valores del pluralismo y la tolerancia disponen de instituciones sólidas y flexibles para expresarse y desarrollarse en plenitud.

De ahí la rotunda condena que merece el recurso a la violencia y a la barbarie terrorista. Quienes utilizan las armas para intentar imponer sus ideas, demuestran su más hondo desprecio a la convivencia democrática y violan de forma flagrante los más elementales derechos y libertades. El terrorismo, siempre inhumano e inmoral, nunca quebrará nuestra fe en la democracia, en el Estado de derecho y en el amor a la paz.

A todas las víctimas del terrorismo, verdaderos mártires de la libertad y de la democracia, nuestro emocionado recuerdo, respeto y gratitud, junto con la expresión del afecto, apoyo y solidaridad que merecen sus familias, cuyo dolor nunca dejará de ser el nuestro.

Como afirmé hace tres años en este hemiciclo, entender la unidad nacional en la diversidad solidaria y justa ha sido el gran hallazgo de este último periplo histórico que hace a España más auténtica, más vital y creativa. También más compleja, pero, desde luego, más libre y espontánea. La nación española ha añadido a su realidad histórica y constitucional la realidad de un consenso de voluntades que conforman todo un proyecto actual de convivencia de enorme potencial y energía.

Uno de los máximos exponentes del esfuerzo de ese consenso de voluntades de nuestra Constitución se halla, precisamente, en lo equilibrado del pacto alcanzado entre todos para resolver el reconocimiento y desarrollo de la diversidad constitutiva de España, una obra a la que todos hemos contribuido con generosidad en un marco solidario.

A lo largo de estos 25 años, y gracias a esta Constitución, hemos logrado avanzar simultáneamente en la configuración autonómica del Estado y en el desarrollo del conjunto de la nación española. Son muchos y considerables los beneficios que ha aportado a España este periodo de transformación y estabilidad constitucional. España destaca hoy, entre otras cosas, por su desarrollo económico y social, por su progreso educativo y cultural, y por el diálogo social.

Se han operado cambios trascendentales en el nivel de renta, en la incorporación de la mujer al trabajo, en el muy amplio acceso a la Universidad, en la cobertura sanitaria y la protección social, en la oferta de servicios e instalaciones culturales, de ocio y deportes, en el voluntariado y en la propia expectativa de vida de hombres y mujeres.

En el espíritu de respeto a la importante dimensión social de nuestra Constitución, debemos seguir trabajando, sin embargo, para acabar con la marginación y la exclusión social. También para promover la igualdad de oportunidades, reforzar el empleo, elevar la asistencia a los discapacitados, y otorgar mayor protección a la infancia, a los mayores y a la familia.

La importante población inmigrante, que ha encontrado en España su nuevo hogar y contribuye generosamente a nuestro progreso económico y social, también constituye una nueva realidad que tenemos que atender con responsabilidad.

Los logros de la Constitución son evidentes. Ha demostrado con creces su eficacia. En estos 25 años hemos conseguido situar a España en una sólida posición en la escena internacional, y en todos los foros y organizaciones que articulan nuestra pertenencia al mundo europeo y occidental y a su seguridad colectiva.

Nuestra Constitución ha desempeñado un papel crucial en la creación de las condiciones políticas, económicas y sociales, necesarias para la plena integración y activa participación de España en la Unión Europea. Un factor de modernización, crecimiento y cohesión. Nos ha permitido asumir un puesto destacado en la configuración de la Europa más unida, fuerte, amplia y solidaria que estamos construyendo.

La plena homologación con los países de nuestro entorno y el crecimiento que nos ha proporcionado este periodo de vigencia constitucional, ha favorecido asimismo un renovado modelo de relaciones políticas, económicas y culturales, que hemos desarrollado con Iberoamérica y el Mediterráneo, áreas asimismo prioritarias de nuestra política exterior.

España se inserta así con mayores posibilidades de éxito en un mundo complejo e interrelacionado, cargado de oportunidades, también de retos y amenazas, entre las que destacan las derivadas del terrorismo, que hemos de afrontar por la vía de la cooperación en todos los terrenos, para que prevalezcan la paz, la democracia, los derechos humanos, la libertad y el respeto a la legalidad internacional.

En ese escenario internacional más interdependiente, son cada vez más los españoles, hombres y mujeres, que, con su entrega ejemplar a dichos valores y su sentido de la solidaridad, sirven a España en el mundo, ya sea desde las Fuerzas Armadas, los Cuerpos de Seguridad del Estado, el Servicio Exterior, o en el marco de la cooperación. A cuantos compatriotas han perdido la vida en tan noble empeño, dedicamos también nuestro emocionado recuerdo, respeto y gratitud, junto al permanente afecto y apoyo que merecen sus familias.

Nunca nuestro país ha conocido un periodo tan dilatado de estabilidad, desarrollo y democracia parlamentaria. Pero tenemos que sostener ese esfuerzo en el tiempo para consolidar y ensanchar nuestro nivel de riqueza y bienestar, cada vez más cercano al de los países más desarrollados de nuestro entorno con los que todos queremos avanzar en paralelo.

La Constitución es el marco sólido, estable y flexible para afrontar ese futuro en común. Es el referente básico de nuestra convivencia.

Ha demostrado ser lo suficientemente amplia para que las distintas visiones y planteamientos de nuestro arco político democrático puedan expresarse y traducirse en enriquecimiento para todos.

La Constitución, desde sus valores y principios, permite afrontar nuestros problemas y anhelos dentro del respeto a las reglas de juego adoptadas libre y democráticamente, evitando planteamientos que puedan poner en peligro la estabilidad y la seguridad de todos.

No dilapidemos el caudal de entendimiento acumulado en torno a nuestra norma fundamental.

No quiero concluir mis palabras sin expresar algunos sentimientos personales que hoy me embargan como español y como Rey. Recuerdo perfectamente dónde empezamos. Las dificultades e incertidumbres que pesaban sobre nuestro porvenir. El largo camino recorrido, en el que siempre he contado con el apoyo inestimable de la Reina. Esa ilusión por trabajar unidos y con espíritu de consenso, sirviendo al interés general por encima de todo. La normalidad democrática y el bienestar conseguidos. El gran esfuerzo realizado por todos. Me siento orgulloso de lo mucho que ha cambiado España, e ilusionado con lo que aún podemos crecer y mejorar. Orgulloso de la personalidad y riqueza de todas y cada una de las diversas tierras, pueblos y culturas que la componen, de su generosidad y solidaridad.

Esta conmemoración es una ocasión propicia para, desde la posición que me asigna la Constitución, dirigir una llamada a la prudencia y a la responsabilidad, a los hábitos del diálogo sincero, del consenso y de la moderación, para preservar y fortalecer juntos los pilares esenciales de nuestra convivencia.

Una convivencia que hemos de fomentar desde la escuela, el hogar y el trabajo, estimulándola día a día en la vida pública. Todo ello, contando con la indispensable ayuda y el ejemplo de nuestras fuerzas políticas y de nuestros agentes económicos y sociales.

Ésta es la tarea prioritaria que a todos nos corresponde para cimentar y elevar nuestro progreso en paz y libertad, conforme a las reglas que emanan de la voluntad de la soberanía popular, plasmadas en nuestra norma fundamental.

La Corona reitera su afán de servir a España y a los españoles, para que juntos podamos alcanzar nuevas cotas de bienestar en una España cohesionada, más próspera y también más justa y solidaria. En este afán, el Príncipe de Asturias representa y garantiza la continuidad del compromiso de la Corona al servicio de España.

Nunca os faltará el afecto, la entrega e ilusión del Rey en ese empeño, reflejo de mi profundo amor por España y de la permanente identificación de la Corona con las legítimas aspiraciones de los españoles.

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