_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Temas de aquí y de allá

"Tema: la muerte. Tiempo: un minuto". Es el Calígula de Albert Camus. El poeta no tiene más remedio que improvisar unos hermosos versos en honor de la Parca, so pena de acabar como merienda de los cocodrilos o como aperitivo de unos cuantos leones africanos. Tiene sólo un minuto para hacerlo, y debe hacerlo bien por la cuenta que le trae.

Es casi lo que tiene el columnista, apenas un minuto (porque el tiempo le apremia) para elegir el tema de su columna de hoy, de este sábado gris -¿o será luminoso?- de diciembre. El columnista, por suerte o por desgracia (más bien por lo primero, aunque nunca se sabe) no tiene a sus espaldas un Calígula proponiéndole temas inefables. Aunque temas eternos hay muy pocos (las tres heridas de Miguel Hernández y poca cosa más), la actualidad esparce sobre la mesa caótica del columnista temas de todas clases.

Viejas modas o modos que vuelven. Vuelve la antropofagia. El llamado "caníbal de Rottenburg" ha sido juzgado en Alemania esta misma semana y ha puesto en evidencia que a través de Internet no sólo es posible hacer amigos y fraguar matrimonios, sino encontrar personas dispuestas a comerse a otras personas o a ser ellas comidas, masticadas, ingeridas y todo lo demás. Al parecer hay tipos que desean comer carne humana o convertirse ellos en menú del día de algún antropófago desinteresado y con buen apetito. El "caníbal de Rottenburg", como puede apreciarse en las fotografías, exhibe una excelente dentadura y una sonrisa capaz de helar la sangre del forense más duro o del más veterano taxidermista. Comer al enemigo para interiorizar su fuerza o comer al amante para garantizarse una especie de orgasmo interminable, autógeno y endógeno, no sé. El caníbal, además de oficial del Ejército germano, es experto en informática y navegaba en las aguas oscuras de Internet como pez en el agua. Pero el cerebro humano, el cerebro de todos (también el del caníbal) es mucho más complejo que un programa informático: un agujero negro, un hondo pozo séptico o una oscura sentina de escombros, que diría Neruda.

Vuelve la antropofagia. Volvemos a comernos unos a otros y esto puede acabar como una auténtica merienda (con perdón) de negros. Alguien está empeñado en que los vascos terminemos a mordiscos, lanzándonos dentelladas a la yugular y devorándonos como Saturno a su hijo. Muchos ya están ladrando. El desenterramiento de Sabino Arana y el posterior banquete que sus herederos se han dado con sus restos ha tenido, si no el punto de horror de la comida del "caníbal de Rottenburg", sí algo obsceno y de mala digestión. Muchos nacionalistas (es algo que me consta) han tenido que asistir al banquete y comer su bocado a la fuerza. Comer y callar. En todo caso, a los muertos, piensa uno, lo mejor es dejarlos en paz y no andar removiendo en sus fosas y muchísimo menos devorarlos para que nos den fuerzas con su supuesta fuerza o para que, definitivamente, nos contagien su insania. Que en estas navidades del año 2003 vuelva el bizkaitarrismo de mis bisabuelos es un tema curioso, preocupante, y con página web.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_