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Columna
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Nacional I

No me gustan las profecías, y menos las apocalípticas, pero esto se veía venir. Hace más de dos años en esta misma columna y bajo idéntico título alertábamos sobre el inevitable trombo circulatorio que padecería la nacional I de emprender pronto un ambicioso plan de transportes para toda la zona. Esa congestión que antes sólo apuntaba es hoy una realidad consolidada y lleva camino de dispararse hasta el completo colapso. No hay que ser un sesudo especialista en movilidad para comprender lo que está aconteciendo en aquella vía que todos conocemos como carretera de Burgos. Tras haber sido durante muchos años la radial más despejada de cuantas confluyen en Madrid, la nacional I quedó justificadamente relegada en favor de otros accesos a la ciudad que registraban atascos espectaculares. Era la época en que las carreteras de Andalucía y Extremadura constituían un referente negativo en los flujos periféricos de Madrid. En el escalafón de espesura circulatoria le seguían de cerca las carreteras de La Coruña y Barcelona, sin que las de Valencia y Toledo fueran tampoco ejemplo alguno de fluidez. En contraste, la salida norte era un lujo asiático, lo que favoreció el crecimiento de la demanda de viviendas en aquellos pueblos donde resultaba tan cómodo acceder. Algunos municipios duplicaron su población en sólo un lustro y en los más próximos a la capital, el salto cuantitativo y cualitativo fue gigantesco. El fenómeno se tradujo en una sobrecarga de la nacional I que apenas lograron resolver años después con la ampliación de carriles y la mejora en las salidas y enlaces.

Los efectos positivos de las reformas hace tiempo que han quedado absorbidos por el crecimiento galopante de la actividad residencial, industrial y comercial del área. Las horas punta de tráfico son cada vez más afiladas y las horas valle, menos duraderas. Esta progresión resulta sin embargo insignificante en comparación con la que se viene encima. Miren, si no, lo que está aconteciendo en los nuevos barrios de Las Tablas, Sanchinarro y Montecarmelo. Allí donde se produce la mayor concentración de grúas por kilómetro cuadrado de toda España. Un bosque metálico que maciza de cemento y ladrillo las riberas de la salida norte hasta conectar el tejido urbano de la capital con el de los municipios de Alcobendas y San Sebastián de los Reyes.

Las viviendas construidas en esos nuevos barrios madrileños alojarán cerca de cien mil personas, una población equivalente a la de Torrejón de Ardoz y que tendrá en la nacional I su principal vía de comunicación. Esto, en el ámbito residencial, en el comercial el movimiento de consumidores promete incrementar generosamente la presión circulatoria en esa vía al abrir sus puertas dos grandes centros estratégicamente situados; El Corte Inglés de Sanchinarro, recientemente inaugurado, y el Megapark de Alcobendas. Las primeras estimaciones cifran en más de 200.000 el número de personas que visitarán semanalmente aquellos centros comerciales, la inmensa mayoría de las cuales accederá a ellos por aquella carretera. Las consecuencias de estas novedades tendrán carácter inmediato, pero hay otro proyecto en ciernes que a medio y largo plazo sobrecargará de forma espectacular la salida norte. Imaginen lo que será de aquella zona cuando completen la llamada Operación Chamartín con cuatro torres gigantes, miles de viviendas y más de dos millones de metros cuadrados para oficinas. Un movimiento añadido que equivale al de una ciudad como Córdoba y que tendrá como centro de gravedad la ya intransitable plaza de Castilla.

Lo peor es que nadie parece haber pensado soluciones de envergadura capaces de conjurar el inminente colapso. En la carretera de Burgos no hay espacio para meter más carriles y ni siquiera hay pensada una alternativa de peaje. El recién estrenado enlace con la M-50, lejos de aliviar, intensifica el tráfico porque muchos vehículos que van al Corredor del Henares acceden a la Radial-2 por esa entrada. La única mejora efectiva y comprometida por Esperanza Aguirre será la extensión de la línea 10 del metro hasta Alcobendas y San Sebastián de los Reyes. El metro, en cambio, no está previsto que bendiga los incipientes barrios que han sido diseñados para moverse en automóvil. Hay que pensar en nuevas alternativas de transporte y hacerlo con carácter de urgencia. La nacional I es una bomba de relojería y hay que desactivarla cuanto antes.

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