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ELECCIONES EN RUSIA | Los partidos políticos

El presidente trata de frenar el ascenso nacionalista

Pilar Bonet

El Kremlin se ha asustado ante la fuerza que está cobrando Ródina (Patria), el partido títere que ha creado con objeto de quitar votos a los comunistas, y ha intentado echarle el freno, según aseguraron ayer diversas fuentes políticas.

Ródina, un bloque electoral que emplea una retórica nacionalista y de izquierdas, está encabezada por Serguéi Gláziev, diputado de la Duma saliente por el Partido Comunista, seguido de Dmitri Rogozin, presidente del Comité de Exteriores de la Duma, y del general Valentín Varénnikov, el único golpista de 1991 que no aceptó la amnistía aprobada por el Parlamento.

Los sondeos realizados esta semana, que según la ley electoral rusa no pueden ser ya publicados para no influir en el electorado, indican que Ródina se balancea en torno al 5% necesario para entrar en el Parlamento y compite con los partidos liberales (Unión de Fuerzas de Derechas y Yábloko), a los que podría incluso desbancar. La perspectiva de que los liberales puedan desaparecer de la Duma y ser sustituidos por un partido populista y nacionalista heterogéneo y, por tanto, difícil de controlar ha asustado al Kremlin, que no se había propuesto este fin. A partir de ahí, la Administración presidencial ha comenzado una cierta marcha atrás que se concreta en una restricción de los recursos económicos que se le estaban suministrando a Ródina. Pese a todo, Ródina ha estado presente en los últimos dos debates claves que han cerrado la campaña electoral, antes de la jornada de reflexión de hoy. Ayer, Rogozin intentó capitalizar políticamente el atentado ocurrido en el Cáucaso abogando por dar carta blanca a los servicios de Seguridad para que hagan operaciones de limpieza secretas en Chechenia, y secundó en esta postura al Partido Liberal Democrático del ultranacionalista Vladímir Zhirinovski, quien iba aún más lejos y proponía arrasar los pueblos de origen de los terroristas suicidas.

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Sobre la firma

Pilar Bonet
Es periodista y analista. Durante 34 años fue corresponsal de EL PAÍS en la URSS, Rusia y espacio postsoviético.

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