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Reportaje:

Escuelas de viento

El proyecto pedagógico Atlántida implica en Coria (Cáceres) a todo el pueblo en la educación de los chicos del instituto

Carmen Morán Breña

Hace falta un pueblo entero para educar a un niño. No basta con las lecciones del maestro, ni con los consejos paternos. Se precisa también la actitud ejemplar de un ayuntamiento, el buen hacer del dueño de la cafetería, la eficacia policial y la honestidad del quiosquero, por poner unos cuantos ejemplos cotidianos. Para llevar la educación a buen término cabría añadir una cosa más: pasar de la teoría a la práctica. Así lo han hecho en Coria (Cáceres). Todo un pueblo, de unos 12.000 habitantes, manos a la obra. Empezaron hace dos cursos, éste es el tercero.

¿Cómo arranca un proyecto de este estilo? La idea viene del sur, y sur arriba se extiende. Nació en las islas Canarias, unos cuantos profesores, con el apoyo de la Consejería de Educación y las federaciones de padres de alumnos, quisieron buscar en la educación pública lo mejor que tenía y aportar posibles soluciones a los problemas que más les incomodaban. Sus escuelas democráticas se bautizaron en 1996 como Proyecto Atlántida. Aquello funcionaba. La comunidad educativa al completo, padres, alumnos y docentes, se metieron en el mismo barco y trataron de remar en la dirección que todos juntos iban acordando.

Se han redactado 10 normas comunes de convivencia que todos tendrán de referencia

La idea, las muchas en que se ramifica el Proyecto Atlántida, todas ellas de corte democrático y participativo, han ido germinando en otras comunidades y pueblos de Murcia, Canarias, Madrid, Andalucía, Extremadura y Ceuta, estas tres últimas con el apoyo de CC OO. Tienen alguna presencia también en comunidades del norte de España, aunque ahí avanza otro proyecto de innovación, las comunidades de aprendizaje, posiblemente llamados a encontrarse.

¿Qué tiene Coria de especial? Atlántida encontró en este pueblo un instituto con un grupo de profesores capaz de tirar del carro. La jefa de estudios, Victoria Rodrigo, a la cabeza. Eso era fundamental. Y un ayuntamiento que vio la idea con buenos ojos y metió a sus servicios sociales en harina. A la comunidad escolar primera se han sumado ya los centros de primaria del pueblo y sus pedanías; las escuelas de padres y madres, los orientadores pedagógicos, la concejalía de Educación y Cultura, Bienestar Social, Sanidad y Juventud (en realidad, es una sola), los trabajadores sociales, la policía local, los monitores de calle, los servicios de prevención de drogodependencias.

Así arrancaron. Ahora piden su ingreso la Universidad Popular de Coria y la Escuela de Adultos. En la última reunión que mantuvieron se propuso invitar también a los medios de comunicación locales. Se trata de "inventar juntos" cualquier solución de mejora. Y de participar. Así lo explicó el coordinador general de este proyecto, Florencio Luengo.

Inventar soluciones, participar, debatir... Ésas son las claves. Esta gran comisión interinstitucional ha redactado un pliego con 10 normas comunes de convivencia que todos tendrán de referencia: en la casa y en la escuela, en el cine y en el instituto, en la calle, con los amigos, con los padres, como el anuncio de la Coca-Cola. Los claustros de los centros, el alumnado y los padres tienen primero que aprobar este decálogo y después todos tendrán la responsabilidad de inventar medidas innovadoras para que se cumplan.

Los expertos de Atlántida opinan que, en un par de años o tres, "pueden recogerse frutos interesantes" si la idea cuaja. Ya se habla de redactar un estatuto de ciudadanía. Pero no puede flaquear ningún eslabón de la cadena. Todo el mundo tiene que seguir participando. En la última reunión, de hace un par de semanas, se insistió en la irrenunciable presencia de los padres de los alumnos. Y se les pidió toda la colaboración. Soplan vientos fuertes en la escuela pública, y su participación y su ayuda es fundamental para llevar el barco a buen puerto, dijeron.

Ya empezada aquella reunión se abrió la puerta y aparecieron dos policías municipales. Tarde, pero a tiempo. "¿Nos habéis puesto falta?", bromearon. Y tomaron asiento. Pudieron escuchar al director del instituto Alagón, Jesús Domínguez: "Todo el mundo educa, pero todo el mundo puede deseducar, y eso se hace en un rato". Pidió a los empresarios, a la Iglesia, a los políticos, a las instituciones públicas y a las privadas que den ejemplo con su conducta y sus actuaciones.

La policía puso el curso pasado las bases de lo que debe ser esta colaboración entre instituciones. A los chicos que viajaban sin casco se les dio a elegir: multa o trabajo comunitario, una idea que ya se ha puesto en marcha en otros municipios. Con esto podrán asegurarse pequeños favores al servicio de la comunidad.

Además de la sanción en cualquiera de sus versiones, se trata ahora de dar un paso más: la incentivación y la rehabilitación social. El chico que demuestre buenas prácticas con el código de la circulación podría recibir este próximo curso un casco gratis, por ejemplo. Estas ideas se han propuesto ya. Necesitan un decidido empujón del nuevo gobierno municipal. La concejala de Bienestar Social, Sonia Llanos, se manifestó de acuerdo con el proyecto y espera poder prestar la colaboración necesaria. La Junta de Extremadura está decidida a mimar esta experiencia.

Nadie puede fallar. Se necesita todo un pueblo para educar un niño y los vientos que soplan en la escuela pública son fuertes, muy fuertes. Pero hay dos formas de hacerles frente. En el viejo proverbio unos optaron por frenarlos levantando un muro. Otros construyeron molinos de viento.

Algunos de los participantes en las jornadas celebradas en noviembre pasado en Coria, Cáceres.
Algunos de los participantes en las jornadas celebradas en noviembre pasado en Coria, Cáceres.

Conciliación y voluntariado

El Proyecto Atlántida (www.proyecto-atlántida.org) no es uno, son muchos, tantos como ideas democráticas y participativas surjan en los centros a los que prestan apoyo. Y tantos como soluciones se propongan para combatir los principales problemas que angustian a la escuela pública. En el colegio La Navata, de Galapagar (Madrid), funcionan los vocales de aula, un padre y un alumno por aula que recogen las inquietudes y los problemas de todo tipo que surgen en el día a día escolar.

El colegio público Aragón, de Las Palmas, ha inventado las comisiones de conciliación, formadas por padres, profesores y alumnos. 72 horas antes de abrir expediente a un chico es obligatotio intentar una conciliación. Ha sido tan exitoso que el Gobierno canario lo ha implantado en todos los colegios de la comunidad.

En Málaga se ha constituido un gran movimiento de voluntariado en el insituto Mediterráneo. Los alumnos colaboran así en el devenir académico del centro. Y en Marbella, el Victoria Kent se ha decantado por las habilidades sociales y las relaciones interpersonales. Son sólo unos pocos ejemplos de escuelas públicas. (lauris@eresmas.net).

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Sobre la firma

Carmen Morán Breña
Trabaja en EL PAÍS desde 1997 donde ha sido jefa de sección en Sociedad, Nacional y Cultura. Ha tratado a fondo temas de educación, asuntos sociales e igualdad. Ahora se desempeña como reportera en México.

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