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DE LA NOCHE A LA MAÑANA
Columna
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Estrategias del estupor

Anónimos en la Red

Otra vez tenemos al incansable Fernando Savater lamentando el crecimiento de los nacionalismos periféricos en nombre de la Constitución, como si ella no garantizase también el libre ejercicio del voto

Un valiente grupo de feministas ha tenido el valor de inundar la Red con un correo que pone a caer de un burro a un conocido sociólogo valenciano, en un ajuste de cuentas de mal estilo, valiéndose del anonimato tribal, en lo que viene a ser una especie de linchamiento tecnológico. Hace algunos meses ocurría algo parecido con un catedrático de literatura, del que no se ahorraban detalles acerca de una juventud supuestamente edulcorada. Siendo el refugio en el anonimato un recurso propio de ánimos endebles, no se entiende qué tipo de liberación pretende encabezar ese grupo de mujeres, ni feminista ni de ninguna otra clase, por lo mismo que otras denuncias de ese estilo no tiene mejor destino que la papelera. Esos procedimientos son la variante informática de los programitas de televisión basura, y convierten a saber qué turbia venganza en denuncia pública. Además de una trivialización de la altura teórica alcanzada por el movimiento feminista.

Maestros pensadores

Ya no se trata de arremeter contra los maestros del pensamiento grande para que los nuevos filósofos o ensayistas ocupen su lugar, sino de detectar qué pasa cuando los maestros envejecen o mueren, y con ellos buena parte de su obra, sin que asome por ningún lado el proyecto destinado a sucederle, aunque sea negando la sombra del anterior. Incluso puede suponerse como desgracia para este país la gracia de haber contado en su día con un Joan Fuster, una obra muy estudiada pero carente de imitadores con fortuna en la medida en que nace de una circunstancia y de una actitud únicas. Muchos talentos de la transición política se formaron en ese vibrante entorno. El problema ahora es determinar quién o quiénes están en condiciones de tomar el relevo y en encandilar a las nuevas generaciones. Siempre que se esté de acuerdo en que todavía queda mucho por pensar.

Aniversarios muertos

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Ahora que se celebra no se qué otro aniversario de Vicente Blasco Ibáñez, hora es de repetir que escribía peor que Pérez Galdós, lo que ya es decir ("ese naranjero", decía de él Valle-Inclán), pero que, con todo, tenía esa gracia tremendista del naturalismo de daguerrotipo y una cierta garra narrativa que -quién iba a decirlo- tanto se echa de menos en nuestra narrativa actual. A caballo entre el relato del esplendor de antiguas y nobles familias de la tierra, el costumbrismo realista de carácter local y los propósitos de crónicas sociales apresuradas, sin olvidar las siempre chirriantes reconstrucciones históricas, es una narrativa carente de ambición sensata y bastante desdeñosa con el estilo. Al contrario, hay que ver qué cosas pasan, de lo que ocurre en poesía, que tanto en castellano como en valenciano no deja de crecer en producción, intensidad y verdad de la buena.

Haberlo, haylo

Mal que le pese al actual partido en el Gobierno, tan lanzado a partir de su primera legislatura a revertebrar España de una manera vagamente orteguiana, el nacionalismo hasta ahora periférico es una realidad constante que se manifiesta también en el número de votantes que obtiene en cada convocatoria electoral. Los estrategas del centralismo nacionalista preferirían que no existiera el PNV, que el BNG no contara para nada y que ERC no pasara jamás de ese mítico umbral del cinco por ciento de los votos emitidos por el que suspira desde hace demasiados años el Bloc de Pere Mayor. Que tanto en Galicia como en el País Vasco y en Cataluña la realidad no se ajuste a sus deseos no es razón suficiente para clamar por el exterminio de esas formaciones políticas. Que juntas, y en sus diversas nacionalidades, suman bastantes más votos ciudadanos que los nacionalistas de Valladolid en esas comunidades. Por algo será.

Se repite como farsa

José Antonio Primo de Rivera era un buscabullas de postín que pretendía "rellenar de esencia al campesinado" (se supone que tirando de cachiporra y de aceite de ricino para los renuentes), y que se autojaleaba mediante el recurso al "laconismo militar de nuestro estilo". Un estilo de paramilitares furiosos dados a emprenderlas a hostias con los más débiles. Aparte de eso, la empanada mental de su falangismo sirvió de coartada ideológica perfecta para las atrocidades militares, nada lacónicas, del general Franco. De manera que no se entiende para nada que la televisión pública dedique un programa de letras, encargado a ese ofuscado aprendiz de Sara Montiel que es Sánchez Dragó, a la mayor gloria de un fascista sin principios que escribió un puñadito de artículos plagados de hipérboles insensatas y de emociones más bien rústicas y del peor estilo. Tanto monta, monta tanto, José Antonio como Fernando.

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