Ronaldo saca al Madrid del agujero
Osasuna pudo liquidar el partido en una magnífica primera mitad, pero tropezó con la magia del brasileño
En caso de accidente, conviene acudir a Ronaldo. Siempre está en el puesto de guardia para echar una mano, una carrera o poner el pie. Vive de eso y para eso, y poco le importa ver pasar los minutos sin tener nada que hacer, contemplando el partido de lejos, estudiando a los defensas y esperando ese instante de gloria al que vive asociado desde que entabló su privilegiada amistad con el fútbol. Tan amigo es de esas cosas que ayer decidió hacerle una trastada a Osasuna y arruinarle un partido magnífico. Los navarros minimizaron a un equipo asustadizo, lo pusieron contra las cuerdas a base de fútbol (nada de patadas, todo tensión) y encaminaron el choque a una rotunda victoria local. Osasuna pudo con todo menos con Ronaldo. Su partido, tan bello como irreprochable, tropezó con la pierna izquierda del brasileño, que alcanzó el empate cuando nada hacía presagiar un gol del Madrid.
OSASUNA 1 - REAL MADRID 1
Osasuna: Sanzol; Izquierdo, Cruchaga, Josetxo, Antonio López; Valdo (Webo, m. 82), Puñal, Pablo García, Moha (Rivero, m. 69); Aloisi (Pinheiro, m. 69) y Bakayoko.
Real Madrid: Casillas; Salgado, Pavón, Helguera, Raúl Bravo; Cambiasso (Núñez, m. 63), Guti; Beckham (Borja, m. 86), Raúl, Solari; y Ronaldo.
Goles: 1-0. M. 18. Balón largo que despeja Salgado, cae a los pies de Aloisi que cede en horizontal a Bakayoko. El marfileño recorta a Helguera y marca con la izquierda.
1-1. M. 73. Pase largo y en profundidad de Beckham a Ronaldo que gana por velocidad a Cruchaga y bate por bajo a Sanzol.
Árbitro: Daudén Ibáñez. Mostró tarjetas amarillas a Cruchaga, Pablo García, Bakayoko y Pavón.
Unos 19.000 espectadores en El Sadar.
El Madrid, tan poliédrico en el campo por los múltiples recursos que atesora, resulta plano cuando afronta a equipos plenos de moral en citas que considera menores. Si de por medio anda la Copa de Europa, al Madrid le van los retos fuertes, las apuestas exigentes, pero en la Liga, tan larga y variable, tiende a arrugarse y a construir mitos impensables. Pamplona es uno de ellos, donde se ha fabricado toda una literatura que tiende a subvertir el orden jerárquico y convertir al Madrid en el equipo acosado por los problemas y a Osasuna en el dueño de la situación. El Madrid ha asumido ese papel y acude al Sadar con una actitud precaria y temerosa, con bajas y sin bajas, que acaba rompiendo al equipo, haciéndolo larguísimo y lleno de lagunas.
Ayer no fue una excepción. Si acaso agudizó esas carencias como si la lectura de las bajas de Roberto Carlos, Zidane y Figo le hubiera dejado perplejo. Osasuna le barrió del campo en una primera mitad espléndida, llena de las virtudes clásicas del equipo navarro (anticipación, presión y velocidad) y con las que ha aplicado Javier Aguirre, culto al balón y fútbol al primer toque. La mejor noticia para el Madrid en la primera mitad fue haber encajado solamente un gol, bellísimo, de Bakayoko, un futbolista que desacreditó a la defensa del Madrid y sacó los colores a Helguera. De no haber sido tan individualista el delantero de Costa de Marfil, o tan ingenuo el australiano Aloisi, el Madrid habría concluido el partido en la primera mitad.
El Madrid no alcanzaba la condición de equipo, siempre distantes los jugadores entre sí, siempre jugando en su terreno. Osasuna, valiente y listo, le encerró allí, le quitó el balón y le condenó a a un ejercicio de supervivencia que Ronaldo y Raúl divisaban desde lejos, aunque el brasileño, fiel a si mismo como un lobo estepario, se bastó para intimidar a Osasuna. Todo lo que hizo lo hizo bien, pero su presencia fue más escasa de lo habitual, aunque rotunda como siempre.
Algo tenía que ver el fracaso del Madrid con el fracaso de su medio campo. Cambiasso y Guti jamás encontraron el balón y Beckham (que acabó retirándose por un golpe) era un elemento decorativo en el paisaje en su antigua posición de extremo. Pocas veces habrá jugado el Madrid tanto tiempo en su campo, tan lejos de la otra portería, tan acosado y tan impreciso. Tan vulgar en suma, por obra y gracia de Osasuna, que sabía tener el balón y acotar el campo en busca de la velocidad de Bakayoko o de las llegadas de Aloisi o Moha, que jugaban entre líneas complicándole la vida continuamente al Madrid, incapaz de fijar los marcajes.
Lo mejor que le pasó al Madrid es que Osasuna marcara muy pronto. Le dio tiempo a pensar en lo que estaba ocurriendo. Queiroz tuvo muchos minutos para darle vueltas a la cabeza sobre cómo arreglar aquel desaguisado que tanto vulgarizaba a su equipo. Optó por la lógica, prescindir de un desafortunadísimo Cambiasso y dar entrada a Núñez. El asunto era recolocar a Beckham en el sitio que mejor ha jugado en el Madrid, en el medio centro, y tratar de ganar el balón y repartirlo con sentido. A las primeras de cambio, Beckham habilitó a Ronaldo y llegó el gol. No hubo más que anotar en el Madrid, pero valió. El fútbol tiene esas injusticias sociales. Osasuna había hecho todo y de todo, había pasado por encima del Madrid, pero se le atragantó la montaña de Ronaldo. Galáctico o terrenal, el brasileño está para eso. Y Osasuna para más de lo que la historia le atribuye. Ayer lo bordó, pero se dejó algunos pespuntes por hilar. Con un solo gol es dificil ganarle al Madrid, por muy mal que juegue. O aunque no juegue, como ayer.
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