El Atlético pone cara de duro
Los rojiblancos ganan al Málaga en un partido áspero y suman su cuarto triunfo seguido en casa
El Atlético quiere convertirse en un tipo duro. En un héroe poco atractivo y silencioso, pero que sabe muy bien lo que se trae entre manos. En un equipo áspero, económico en el gesto pero efectivo. Uno de esos grupos que no deja jugar y usa sus armas con la precisión de un cirujano. Parece que le gusta esa idea. Esa imagen. Y está bien cuando quien la ejecuta, realmente, sabe lo que se trae entre manos. Aún no es el caso del equipo de Manzano, que venció al Málaga en un encuentro plagado de errores defensivos por ambos bandos, muy desordenado, y en el que nadie quiso pedirse la responsabilidad de ocupar el centro del campo y llevar el peso del partido.
Ni el Málaga ni el Atlético consideraron ni por un segundo que la pelota tuviera que pasar por el centro del campo. Bueno, sí que tuviera que aparecer fugazmente por allí, pero desde luego no para detenerse. En esa competición de balones largos, el Málaga, sobre todo en los últimos diez minutos de cada periodo, sacó más ventaja y ejecutó la suerte con más precisión e intención, sobre todo Duda. Tanto Miguel Ángel como Edgar o Manu hicieron de la velocidad su recurso principal, y a base de ráfagas de viento y envíos paralelos a la línea de banda encerraron a los rojiblancos en su área.
ATLÉTICO 2 - MÁLAGA 0
Atlético: Burgos; Gaspar, Simeone, Lequi, Sergi; De los Santos (Santi, m. 81); Novo, Ibagaza, Musampa (Nano, m. 46); Nikolaidis y Torres (Jorge, m. 75).
Málaga: Calatayud; Josemi, Sanz, Litos, Valcarce; Manu (Insúa, m. 61), Romero, Miguel Ángel (Leko, m. 61), Duda; Edgard; y Salva.
Goles: 1-0. M. 5. De los Santos, de fuerte bolea desde la frontal del área.
Árbitro: Tristante Oliva. Amonestó a De los Santos, Fernando Sanz, Lequi, Insúa y Gaspar
Unos 40.000 espectadores en el Vicente Calderón.
Simeone y Lequi tiraron del manual de supervivencia. Un despeje forzado aquí, un agarrón allá, una acrobacia en el último momento o una bota salvadora antes de que algún jugador del Málaga fusilara. Aunque tampoco el conjunto malagueño hizo nada del otro jueves y lo más peligroso que firmó en todo el encuentro, junto a un cabezazo de Miguel Ángel que salió alto al principio del segundo tiempo, fue un lanzamiento de falta de Duda en el minuto diez que detuvo con agilidad Burgos.
En definitiva, el Atlético reculó. Esperó atrás. Fue impreciso en los pases. Rechazó la posibilidad de explotar las bandas. Movió la pelota a trompicones y decidió hacer del gol de De los Santos en los primeros cinco minutos una justificación para esperar atrincherado a que llegase una ocasión que cerrase el partido o, en su defecto, el pitido final. Acertó en su espera y el gol de Nikolaidis aún reforzó más la actitud contemplativa del Atlético.
Ibagaza hizo cosas buenas. Pero pocas. Entre ellas, un pase en forma de globo pinchado a Nikolaidis para que el griego anotase el segundo tanto rojiblanco. Jugó en un lugar árido que en este Atlético cada vez más es tierra de nadie. En esa zona de tres cuartos donde reinan los brazos abiertos y el juego de espaldas de Nikolaidis o la aventura de driblador solitario de Fernando Torres. Esa zona del campo donde, en el Atlético, no queda nadie por delante de la pelota. Torres, por cierto, estuvo bastante más escondido de lo habitual. Puede que pesase en su actitud el encontrarse a una tarjeta de las cinco que acarrean suspensión. Sobre todo, teniendo en cuenta que el siguiente partido es el derby contra el Madrid. Al final, no vio ninguna amonestación y jugará en el Bernabéu.
Sólo en una ocasión combinaron con criterio los de Manzano en el primer periodo. Un taconazo muy inteligente de Ibagaza a Sergi sirvió para que el lateral profundizara por la izquierda y metise un centro al área que Musampa cabeceó alto. En el segundo tampoco hilvanaron ninguna jugada compleja. De hecho, el tanto de Nikolaidis fue fruto de la estrategia.
El Málaga se descosió con los cambios. Entraron Insúa y Leko para reemplazar a Manu y Miguel Ángel cuando quedaba más de media hora para el final. Y aunque el argentino Insúa estrelló un balón en el larguero, las sustituciones rompieron el ritmo del equipo malagueño. Entre otras cosas, por el efecto dominó de cambio de posiciones que supuso.
Por ahora, el Atlético sólo pone cara de duro. Pero le funciona: ya lleva cuatro partidos seguidos ganados en casa. Y ocho consecutivos marcando.
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