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Contra los prejuicios

EL TIEMPO ha hecho justicia a las novelas y relatos de Marlen Haushofer. Treinta años después de su muerte, ocupa finalmente el lugar que le corresponde en la historia de la literatura, el de una narradora de rango universal, no un ama de casa letrada, encasillada en el estante de la literatura feminil. Igual que Ingeborg Bachmann, Rosario Castellanos o Sylvia Plath, Haushofer pertenece a esa generación de autoras que centraron sus obras en la identidad de la mujer y el conflicto de los sexos. Y aunque no fueron desatendidas en su momento -al contrario, despertaron grandes entusiasmos, recibieron premios-, tuvieron que apechugar con la ignorancia y los prejuicios machistas propios de la época. Casi todas murieron prematuramente, en circunstancias trágicas, y sufrieron en su carne las contradicciones de su tiempo.

Haushofer enfoca el espacio aparentemente inocuo y feliz de la mujer burguesa acomodada, un mundo amueblado con los requisitos del hogar moderno, por cuyas grietas internas desaparecen sus protagonistas. Frente a la anulación de estas mujeres en la vida doméstica y en el amor romántico, se proyectan alternativas de realización personal. Annette, la protagonista de La puerta secreta, sólo puede salir en sueños, por una puerta camuflada de su dormitorio, de la trampa matrimonial en la que está atrapada. En El muro, la sobreviviente de una catástrofe nuclear, en cambio, se halla radicalmente libre de su existencia sacrificada, al encontrarse sola, con la compañía de una vaca, un perro y un gato, en un valle alpino. En La buhardilla, por último, la protagonista dispone de "una habitación propia", donde escapa a través de sus dibujos de la cotidianidad enajenada.

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