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VISTO / OÍDO
Columna
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Franquismo, aznaridad

Coincidían el lunes franquismo y aznaridad. El franquismo se hacía esperpento con Gurruchaga (Localia, 23.30), apoyado en un libro, Francomoribundia, de Cebrián. La aznaridad es otro título del día: el libro póstumo de Vázquez Montalbán (Mondadori), que se presentaba en el Círculo de Lectores de Madrid mientras en Barcelona el Colegio de Periodistas hacía un homenaje a Manolo. Cebrián y Montalbán son dos intelectuales: cuando digo que los intelectuales huyen, soslayo estúpidamente a los que se quedan donde siempre: Sampedro y Manuel Rivas, Antonio Gutiérrez. Y sus públicos. Sampedro, llano y claro, insistente y firme, estuvo siendo interrumpido todo el tiempo por los aplausos.

Manolo y Juan Luis plantean esta distinción de los sufijos: el franquismo es un -ismo, indica un movimiento (incluso con mayúscula); el sufijo -idad indica una cualidad: como majestad. Tienen diferencias. Aznar ha aprendido a no prohibir lo inútil. Y a no matar más que al iraquí, si es necesario, pero poniéndose delante de él por si son los nuestros los matados. Es un civil. Alguna vez le dije a un franquista activo que su régimen se reforzaría y duraría más si no prohibiera cosas innecesarias: todavía lo tendríamos aquí (¿no lo tenemos?). Si pudiéramos trazar una curva aceptable, veríamos que Franco fue dejando trozos de la derecha asesina y beatísima en su largo camino; aceptando vocablos, biquinis, consumo. El camino de Aznar, sobre este libro, parece el contrario: partió de un intento rezongón de democracia y se ha ido haciendo de derechas cada vez más, como señala MVM. Hay personas que son de derechas privándose de algunas de sus obligaciones evangélicas -¡no mentir!- a la mayor gloria de Dios, como mandaba el santo Escrivá: el Opus está vivo después de él, y la aznaridad seguirá viva después de Aznar. Ayer mismo salía una encuesta popular en la que Rajoy supera a Aznar en adhesiones. Y es que Rajoy es la aznaridad, que es el franquismo sin Franco; que es Primo de Rivera, que fue Fernando VII, que a su vez era... Don Pedro el Cruel, por hacer recorridos rápidos, sin olvidar los sombríos precursores del pensamiento único: Isabel, Fernando, Carlos, Felipe. El río de Horacio.

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