Se hace de noche
En España hay actualmente más de 15 planetarios, lugares donde se representa el cielo nocturno, con sus estrellas y planetas, con sus movimientos. Estos teatros del espacio tienen además la capacidad de mostrar casi cualquier cosa bajo sus cúpulas. En el Planetario de Pamplona, que hoy cumple 10 años, nos hemos convertido a menudo en una sala de conciertos, o en un teatro; otras veces ha sido la voz del poeta la que nos ha hecho mirar al cielo, al lado de la del científico, con la que nunca ha desentonado realmente; hemos podido recorrer el Camino de Santiago buscando el origen de nuestra galaxia, o acompañar las reflexiones de Galileo en sus noches de inquietud antes de tener que abjurar de sus teorías; hemos viajado al interior de mundos desconocidos, y asistido al nacimiento y muerte de soles gigantescos. Como el replicante Roy Batty en Blade Runner dice antes de morir, en un planetario se pueden ver "cosas que vosotros no creeríais; atacar naves en llamas más allá de Orión, rayos-C brillar en la oscuridad cerca de la Puerta de Tannhauser". Cada día, cuando se hace la noche dentro de un planetario, todas las herramientas audiovisuales se ponen a trabajar para contarnos que la astronomía, la astrofísica, las ciencias del espacio, son algo emocionante que merece la pena ser contado.
Hace unas semanas, dos centros de investigación en astronomía, el Instituto Astrofísico de Andalucía y el Instituto de Astrofísica de Canarias, recibían sendos Prismas de la Casa de las Ciencias de La Coruña, el principal galardón a la divulgación científica de nuestro país, reconociendo el trabajo de comunicación que realizan. Si uno echa un vistazo a las encuestas sobre percepción social de la ciencia, o a los contenidos científicos de los medios de comunicación, encuentra siempre que los temas astronómicos alcanzan una alta popularidad: justo debajo de cuestiones que son mucho más relevantes para nuestro futuro, como las relacionadas con la sanidad, las ciencias de la vida o las ambientales. La astronomía tiene un atractivo por encima de su utilidad, acaso algo atávico en una especie que siempre ha mirado al cielo, aunque fuera para culparle de sus desdichas. Y sigue siendo una de las pocas ciencias básicas (de las que se hacen preguntas que no tienen una directa utilidad o aplicación en la vida diaria) en las que existen asociaciones de aficionados. No hay físicos de partículas amateurs, pero hay astrónomos que cada noche desde su terraza estudian el cielo intentando descubrir qué, cómo, o por qué.
Así que resulta paradójico el enorme desconocimiento que existe sobre cuestiones básicas astronómicas. Por más que términos como agujero negro, Big Bang, supernova o tantos otros aparezcan hasta en el lenguaje cotidiano, en eso de mirar al cielo somos tan ignorantes que así, en las encuestas que de vez en cuando aparecen sobre conocimiento de las ciencias, no es raro encontrar quien afirme que el Universo tiene menos de 10.000 años de edad, o que la Tierra está en el centro del Universo. A la salida de una sesión de planetario, una persona agradecía que finalmente alguien le hubiera permitido comprender que en España no hay un Sol diferente sobre cada provincia, como erróneamente creía a partir de las imágenes de los pronósticos meteorológicos. Muchos visitantes de planetario descubren por vez primera que el cielo se mueve de forma similar a como lo hace el Sol: las estrellas salen por la zona oriental, suben por el cielo y se ponen hacia el occidente a lo largo de la noche.
A pesar de ello quiero pensar que, en los 10 años del planetario en el que trabajo y en los muchos más que llevan otros de nuestro país, algo hemos conseguido. Si decenas de miles de personas pueden, una noche de agosto, ponerse a ver el cielo simplemente porque han oído que Marte está a menos de 60 millones de kilómetros de nosotros, algo está pasando. Uno de los momentos más emocionantes de cualquier planetario se produce al apagar todas las luces, cuando se ve el cielo oscuro tachonado de estrellas sin la contaminación luminosa a la que nos tienen acostumbrados los ayuntamientos en su carrera exagerada por poner farolas que impiden verlo. Se escucha siempre: "Oooh". Es algo que funciona desde que el primer proyector Zeiss se instalara en el Deustches Museum de Múnich hace más de 80 años; posiblemente la razón de que nacieran los planetarios: cuando la gente podía ver el cielo real, poca necesidad había de enlatarlo en un planetario. Pero, al menos (y no es poco) podemos verlo.
Javier Armentia es director del Planetario de Pamplona.
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