La revolución de la acuicultura
La biología molecular y la genética, herramientas para dominar el ciclo vital de las especies
Calladamente, la acuicultura ha ido ganando parcelas en el muestrario de las pescaderías. Aunque no siempre se cita su procedencia, supone ya un elevado porcentaje, en torno al 25%, de los peces, crustáceos y moluscos que se consumen, especialmente en el caso del mejillón, la trucha, el rodaballo, la lubina y la dorada, pero también en algunos túnidos, almejas, ostras y berberechos. En los últimos años se han incorporado, de forma más bien testimonial, el pulpo, el lenguado y, hace apenas un año, el besugo. Además, se investiga para poner en producción la centolla, el pargo, la seriola, el dentón y el salmonete, entre otros.
En total, la producción española alcanzó las 313.000 toneladas en el año 2001, cifra semejante a las obtenidas en años anteriores, lo que indica un cierto estancamiento. Pero el potencial de crecimiento es enorme, y numerosos centros de investigación españoles trabajan en la mejora de los procesos que ya se utilizan industrialmente y en la consecución de sistemas comercializables de cultivo de nuevas especies.
En torno al 25% de los peces, crustáceos y moluscos consumidos son de acuicultura
Según el Observatorio Español de Acuicultura, creado a principios del año 2002 por el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) para analizar y realizar un seguimiento de todas las actividades que se realizan en este sector, especialmente las de I+D, hay 64 centros de investigación y 85 departamentos universitarios trabajando en este campo, con resultados sobresalientes.
Muestra de ello es que un grupo de investigadores del Centro Oceanográfico de Vigo, perteneciente al Instituto Español de Oceanografía (IEO), consiguió el año pasado completar el ciclo vital del pulpo, por primera vez en el mundo. Los cultivos que actualmente se realizan de forma industrial consisten en la captura de ejemplares jóvenes, de unos 750 gramos de peso, y su engorde en jaulas durante tres o cuatro meses, hasta que alcanzan la talla comercial, de unos 3 kilos, pero lo ideal sería llegar a controlar todo el proceso, desde el nacimiento hasta la puesta de huevos.
El grupo, dirigido por José Iglesias, inició su trabajo en 1995, siendo el principal escollo el cultivo larvario, ya que la mortandad durante el primer y segundo mes de vida es muy elevada. El estudio sistemático del tipo de alimentación necesario y las condiciones de estabulación (tamaño de los tanques, temperatura, salinidad, ciclo de luz, densidad de animales y cantidad de alimento suministrado, que varían en cada fase), permitió conseguir una supervivencia del 31,5% a los 40 días, mientras que el 1,5% de la población inicial consiguió sobrevivir durante los ocho meses de crecimiento. Incluso se cerró el ciclo completo con el apareamiento de una pareja, la puesta de huevos y la obtención de paralarvas viables de segunda generación. Es el primer paso, ya que como dice José Iglesias "hay que continuar investigando para resolver el principal problema, el desarrollo de técnicas de cultivo larvario con razonables tasas de supervivencia y resultados reproducibles y fiables" suficientes como para pasar a la producción industrial.
En el mismo centro, Rosa Cal, en colaboración con Francesc Piferrer, del Instituto de Ciencias del Mar de Barcelona (CSIC), y Paulino Martínez Portela, de la Universidad de Santiago, estudia la mejora de la productividad del rodaballo, mediante la discriminación por sexos (ya que en esta especie las hembras crecen más que los machos), y en la producción de estériles.
Al alcanzar su madurez sexual, durante su segundo año de vida, los rodaballos machos dedican gran parte de su energía a la reproducción, reduciéndose así su crecimiento y aumentando su mortalidad y la susceptibilidad a las enfermedades. Por eso, los rodaballos se comercializan con menos de dos años de vida, cuando pesan entre 1,5 y 2 kilos.
"La aplicación de sencillas técnicas de mejora genética, sin intervención de hormonas ni transgénesis, permite hoy la producción de peces estériles", dice Rosa Cal. Su trabajo muestra que basta introducir los huevos recién fecundados en agua a 0 grados centígrados de temperatura durante unos minutos para que el 90% de los peces sean estériles. "Además, sin que sepamos por ahora las causas, aproximadamente entre el 75% y el 80% de estos peces estériles son hembras", añade. Con ello se consiguen peces que pueden cultivarse más tiempo y alcanzan mayor tamaño, lo que podría ser de interés comercial.
También intentan conseguir poblaciones hembras y estériles mediante manipulación cromosómica, y ya han logrado poblaciones viables con herencia exclusivamente materna.
Aunque la mayor parte de las investigaciones se siguen realizando mediante métodos de trabajo y selección genética clásicos, empieza a cobrar importancia la aplicación de las técnicas de la biología molecular y la genómica en este campo. Según Antonio Figueras, director del Instituto de Investigaciones Marinas, del CSIC, "estas técnicas apuntan interesantes aplicaciones en la diagnosis de enfermedades, el diseño de nuevas vacunas, el control de las tasas de crecimiento, el proceso de reproducción o la resistencia a enfermedades". Incluso podría pensarse en el cultivo de especies vegetales o animales como biofactorías para producir moléculas de interés.
La identificación de los genes responsables de caracteres de interés podría permitir avanzar con mayor rapidez y precisión hacia una mejora en la productividad, el crecimiento, la reproducción o el control de enfermedades de las especies cultivadas.
Así, en el Departamento de Biología Celular de la Universidad de Murcia, un grupo dirigido por José Meseguer está estudiando los genes implicados en la actividad de la respuesta inmunitaria innata de peces como la dorada y la lubina como las citoquinas IL-1 y TNF, y los receptores implicados en el reconocimiento de los patógenos.
Según Victoriano Mulero, responsable de esta línea de investigación, "nos interesa detectar polimorfismos que estén ligados a una mayor resistencia a la enfermedad. Con ello podríamos hacer selección de reproductores que porten los alelos que confieren resistencia, mejorando la productividad de las empresas de acuicultura".
En el Instituto de Acuicultura Torre de la Sal (Castellón), del CSIC, Silvia Zanuy dirige un grupo de investigación dedicado al estudio de la reproducción y el control de la ingesta de peces como lubina y lenguado, incluyendo desde aspectos moleculares, celulares y endocrinos hasta factores ambientales. "Clonamos genes implicados en estos procesos y estudiamos elementos de respuesta a diferentes agentes endocrinos, receptores de gonadotrofinas, estrógenos, lipoproteínas... ligados a la reproducción y al control neurohormonal de la ingesta". El objetivo es optimizar la producción, lo que puede conseguirse mediante selección clásica, pero de forma más rápida y eficaz mediante ingeniería genética.
"La utilización de la genómica es una tendencia natural, como ha ocurrido previamente en otros campos, como la ganadería o las plantas. Nosotros llevamos 25 o 30 años trabajando en reproducción de peces y hace menos de 10 años que llegamos, de forma natural, a la necesidad de utilizar estas técnicas moleculares", explica Zanuy.El desembarco de estas técnicas en la acuicultura ha venido con retraso respecto a otras áreas. Ejemplo de ello es el abordaje de la cartografía del genoma de especies. Mientras que hay ya decenas de organismos -bacterias, levaduras, plantas, mamíferos- cuyo genoma ha sido descifrado, en el caso de los peces todavía no hay ninguno completo. Existen, en el extranjero proyectos en marcha para secuenciar el genoma del pez-cebra y del fugu, los dos modelos de peces, y se han conseguido secuencias amplias de salmón y de trucha. En moluscos, también está ya en marcha la cartografía de la ostra americana y la japonesa.
Según Figueras, "dado que en nuestra comunidad existen ya grupos consolidados que dominan las técnicas de secuenciación, parece oportuno plantearse el abordaje de los genomas completos de dos especies, como el rodaballo y el mejillón, de gran interés para nuestra acuicultura". De hecho, el rodaballo está ya en el punto de mira, aunque aún no se ha formalizado el proyecto. De momento, un proyecto dirigido por Paulino Martínez y Laura Sánchez, de la sede en Lugo de la Universidad de Santiago, está iniciando, entre otras cosas "la secuenciación de segmentos importantes del genoma del rodaballo y la obtención de librerías genéticas de todo el genoma que faciliten la búsqueda e identificación de genes de interés", según Cal, que participa en el proyecto.
"La acuicultura marina debe beneficiarse de los últimos avances que se están produciendo en las tecnologías transgénicas, embrionarias, genómicas y proteómicas, cuya aplicación permitirá elevar la tasa de crecimiento de las especies cultivadas, mejorar la salud de las mismas, aumentar el valor nutricional de los piensos, incrementar la resistencia a las enfermedades y la tolerancia a factores ambientales... Para ello es necesario reorientar las actividades científicas de grupos de calidad en estas tecnologías hacia la acuicultura", concluye Figueras.
Caviar cultivado
La empresa Piscifactoría Sierra Nevada, de Riofrío (Granada), comercializa desde hace tiempo caviar de esturión Acipenser naccarii, a partir de ejemplares criados en sus instalaciones. Para ello han desarrollado la tecnología que les permite realizar el ciclo biológico completo y controlar su reproducción.
Aunque se está estudiando la posibilidad de reintroducir el esturión en el Guadalquivir, donde era frecuente hasta hace cuatro decenios, el proyecto está pendiente de la resolución de una disputa sobre la especie autóctona que habitaba el río, que según algunos era Acipenser sturio y según otros Acipenser naccarii.
El director de I+D de la empresa, Alberto Domezain acaba de presentar su tesis doctoral, realizada bajo la dirección de Ana Sanz Rus y Manuel García Gallego, de la Universidad de Granada, Estudio de diferentes aspectos fisiológicos e histológicos en el esturión Acipenser, donde ha combinado investigaciones de tipo fisiológico, nutricional, genético, ecológico y etológico, estableciendo las bases tanto para su cultivo como para su posible recuperación.
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