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Tres acusados de matar a un mendigo en Madrid dicen que 'jugaban' a ver quién pegaba más

La muerte del mendigo Antonio Micol, de 57 años, fue el resultado de un macabro juego en el que participaron tres jóvenes. A las cinco de la madrugada del 28 de agosto de 2002, los tres muchachos -de 18, 20 y 25 años- bebían y fumaban porros en casa de uno de ellos, en Arganzuela. Saturados de fumar y beber, según el testimonio del más joven, R. H. R., de 18 años, idearon un cruel divertimento que consistía en salir a la calle y dar "un susto a un mendigo". Ese macabro juego acabó con la vida de Micol, que dormía a la puerta de un garaje en Santa María de la Cabeza, 57 (Carabanchel).

Pertrechados con armas blancas y barras de hierro salieron a la calle. Uno de ellos marcó el objetivo: el mendigo que dormía a la puerta de un garaje de Santa María de la Cabeza, es decir, Micol. El ganador del juego sería el que más golpes asestase a la víctima, y el perdedor el que antes "se rajase", en expresión de uno de ellos. Arrancaron sus dos motos y se dirigieron hacia el garaje. En el trayecto mantuvieron peleas con otros automovilistas.

Sin poder defenderse

Tapado sobre unos cartones estaba Micol, de 57 años. Natural de Murcia, llevaba años en Madrid y vivía de la mendicidad. Los tres tentaron los cartones para cerciorarse de que Antonio estaba debajo y, sin decir una palabra, sacaron las barras de hierro y la emprendieron a golpes y a cuchilladas con él. La víctima no pudo defenderse. "La paliza fue terrible. Tenía mucha sangre y el cuello desfigurado", comentó a la policía un testigo que vio a los tres cebarse con el indigente. Además de las cuchilladas, parte de los golpes los recibió en el cuello (le fracturaron la tráquea) y la cabeza.

La policía les identificó semanas después gracias a la descripción de varios testigos y a las huellas que dejaron en una botella de vino que rompieron, tras agotarla, en la escena del crimen.

Tras ser detenido por la policía, R. H. R., al igual que los otros acusados, admitió su intervención en el crimen. Entonces, los tres indicaron que su único objetivo era dar "un susto" al mendigo, pero en ningún caso matarle. Pero R. H. R. ha confesado a los psicólogos que han analizado su conducta que se trataba de un macabro juego en el que, animándose unos a otros, vencía quien más golpes diese

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"Yo agredí dos o tres veces al mendigo en las extremidades, pero seguro que no en la cabeza", ha declarado R. H. R. Cuando terminó la brutal paliza, se marcharon. De vuelta a casa este acusado asegura que vio a uno de sus amigos con un cuchillo manchado de sangre que se jactaba de haber apuñalado al mendigo. Volvieron al lugar del crimen y ya estaba allí el Samur. Según este acusado, ninguno de los tres amigos es de ideología nazi.

Semanas después, los tres fueron detenidos y permanecen en prisión por un presunto delito de asesinato que investiga el Juzgado de Instrucción 20 de Madrid.

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