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Columna
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Resistidor

Hace unos días Ramón Ferrando Corell ha dejado este mundo. Quienes escribimos acostumbramos a hacerlo sobre los temas que nos ocupan y nos preocupan. Es cierto que la desaparición de un amigo es un acontecimiento personal cuya trascendencia no sobrepasa la esfera de las relaciones próximas. Si ocurre, como en este caso, que se trata de un periodista, la incidencia alcanza hasta la notoriedad de su firma y sobrepasa los límites de sus responsabilidades en periódicos y revistas. No somos más que las piezas más o menos imperfectas de un engranaje que tenemos la obligación de hacer funcionar. Ramón Ferrando fue un periodista de cepa. Entrañable escéptico, convencido de que cada cual ha de poner su grano de arena y hacer bien lo que se tiene delante.

Participamos juntos en algunas aventuras. Una de ellas, quizás la más apasionante, fue la fusión de los restos de la Asociación de la Prensa con la Unió de Periodistes del País Valencià. Así surgió la actual Unió de Periodistes Valencians y se acabó el cisma corporativo entre dos colectivos profesionales que se prolongaba durante más de una década. A mí me correspondió aportar la denominación y la marca que contó con un diseñador de primer rango que se llama Alain Manzano. Le dedicamos a este asunto varias noches y muchas horas en el transcurso de más de un año en el que compartimos inquietudes, desalientos e ilusiones, Juan J. Pérez Benlloch, Víctor Sánchez y sobre todo Ximo Ferrandis junto a Ramón Ferrando, con mi incansable labor de aproximación. Allí se aportó generosidad y realismo porque hubo que liquidar las dos organizaciones preexistentes para crear la nueva. Y se tuvo que torear desfachateces y resistencias a la hora de defender lo imposible desde la tolerancia y la comprensión para que lo que había de resultar fuera una posible casa de todos.

Fue el poeta Vicent Andrés Estellés quien recalcó la importancia de ser capaces de resistir. Ramón Ferrando fue un maestro de resistentes en su trabajo, en sus posiciones cívicas y en su forma de entender la vida. Tuvo la elegancia y la generosidad de dejar la presidencia del Ateneo de Periodistas con dignidad. Lo que no tenemos tan claro es la valoración que se hace de las personas en los aledaños del poder. En la Comunidad Valenciana las huellas que han dejado determinados hombres relevantes no se han reconocido ni respetado adecuadamente. Siguen prevaleciendo los criterios que se establecen en base a las ideas y a los círculos próximos al poder. Mientras en el entorno de la oposición surgen a su vez guetos que responden a las condiciones de otras épocas.

Como explicaba Martín Domínguez Barberá, enterrar a los muertos es un mandamiento que no implica únicamente darles sepultura sino sobre todo poner a cada uno en su sitio, allá donde le corresponde.

Ramón era un ejemplo de personaje enraizado en la actualidad sin perder de vista en ningún momento la majestad de los principios. El realismo no nos ha de permitir alejarnos del terreno que pisamos para volar en el aire. Ramón gravitaba en la buena dirección, en expresión de Saint Exupéry, mucho más allá de la tenacidad, de la potencia y de la fe. Su experiencia de vida así lo atestigua.

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