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GOLPE TERRORISTA EN TURQUÍA
Columna
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Un eslabón débil en la batalla de Armagedón

Con su territorio dividido entre Asia y Europa, una historia siempre a caballo entre Oriente y Occidente y un Gobierno islamista moderado que intenta hacer compatible el deseo de incorporarse a la Unión Europea con la pertenencia al mundo musulmán, Turquía era, desde la lógica diabólica de Al Qaeda, un escenario ideal para abrir otro frente en su yihad contra los cruzados. A través de islamistas radicales turcos, la nebulosa de Bin Laden lo ha hecho con dos series de atentados salvajes en Estambul: contra sinagogas y contra instituciones británicas. Para Turquía es un desastre. Los atentados ahuyentan el turismo, arrojan aún más dudas en sectores europeos sobre su candidatura a la UE y complican una situación política interna ya muy enrevesada.

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Desde el 11-S Al Qaeda no ha cesado de golpear salvajemente, evidenciando el fracaso de la guerra contra el terror de un Bush que se equivoca una y otra vez de objetivos y de métodos. No obstante, llama la atención el que los nuevos golpes de Al Qaeda no se produzcan en territorio occidental, sino en el mundo musulmán. Es imposible determinar si esto se debe tan sólo a las estrictas medidas de seguridad adoptadas en Occidente. Lo cierto es que, con los atentados de Estambul, como antes con los de Casablanca, Al Qaeda ha llevado su yihad a países musulmanes fronterizos con Europa. Y esto sí tiene una clara lectura: Bin Laden y sus aliados desean abrir un foso insalvable entre el mundo islámico, que aspiran a liderar, y un Occidente judeo-cristiano con el que pretenden librar la batalla de Armagedón.

Desde el Gobierno, Erdogan hace encaje de bolillos para que su islamismo moderado no asuste ni al Ejército turco ni a los europeos y norteamericanos. Turquía es el único país musulmán miembro de la OTAN y fue el primero que reconoció a Israel. Ahora presenta una seria candidatura a la UE y, a tal efecto, está reformando sus leyes y costumbres menos presentables. Pero Bush les complicó las cosas a Erdogan y los turcos con su guerra de Irak. Si el Parlamento turco, dominado por el AKP, votó en contra de que el Pentágono abriera desde su país un segundo frente contra Irak, fue en todo un ejercicio de democracia y en sintonía con la mayoría de sus más de sesenta millones de habitantes y de la opinión pública internacional.

Turquía sigue con mucha reticencia la aventura norteamericana en Irak. Desde el principio temió que agravara dos problemas: uno internacional, el del yihadismo, y otro doméstico, el de su minoría kurda. Los hechos le están dando la razón.

¿Qué puede ocurrir? El Gobierno y el Parlamento turcos están vigilados muy de cerca por los militares, que ya depusieron en 1997 al primer ministro islamista Erbakan. Así que es probable que Al Qaeda también esté buscando suscitar un nuevo golpe militar en Turquía que marcaría el fracaso del islamismo moderado del AKP, incrementaría la represión y el malestar de la población y alejaría a ese país de su camino hacia Europa. La mejor ayuda europea a Turquía pasa, pues, por apoyar sin medias tintas su candidatura. Tras los atentados contra las sinagogas, el alemán Schröder aseguró que la pertenencia de Turquía a la UE reforzaría la seguridad del continente, al demostrar que "la fe islámica y los valores democráticos de la Ilustración europea no son contradictorios". Intentémoslo seriamente.

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