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Éxitos y fracasos electorales

Después de una campaña electoral muy larga y tras una noche electoral tan breve como agitada, unos resultados finales inesperados, que desmintieron todos los sondeos, han dado paso a la política de verdad. Un nuevo mapa político catalán, mucho más complejo que el anterior, en el que las dos grandes fuerzas, el PSC y CiU, siguen siendo claramente mayoritarias, ambas con más de un millón de votos, se ven acompañadas por una tercera fuerza emergente, ERC, que supera ya el medio millón de sufragios, y también por otras dos formaciones, PP e ICV-EUiA, ambas con un sensible incremento de apoyos.

Que el PSC rebase de nuevo en votos a CiU, pero se vea superado por la federación nacionalista en escaños como consecuencia de una disposición adicional transitoria cuya transitoriedad lleva ya casi un cuarto de siglo de persistencia, da un aire de déjà vu al resultado entre los dos grandes partidos; pero en esta ocasión CiU ya no puede contar con el apoyo del PP, como ha venido haciendo desde hace ya ocho años: el veredicto de las urnas ha dado una mayoría de izquierdas, ya que la suma de escaños del PSC, ERC e ICV-EUiA llega a 74, mientras que CiU y el PP sólo suman 61 diputados.

El éxito de ERC puede ser una rampa de lanzamiento o el principio de un nuevo fracaso de este partido, que en las próximas semanas se juega mucho más que las otras fuerzas políticas

ERC es la indiscutible vencedora de estos comicios. De ERC depende ahora pactar con el PSC e ICV-EUiA formando una mayoría de la izquierda catalanista plural con 74 escaños, o hacerlo con CiU integrando una mayoría nacionalista de centro derecha y centro izquierda de 69 diputados. Parece ya descartado el gobierno de concentración nacional propuesto por ERC, que contaría con el apoyo de 120 diputados y dejaría el monopolio de la oposición al PP. No parece nada fácil un pacto de centro izquierda entre CiU y el PSC, que sumaría 88 escaños. Tampoco parece fácil que CiU pueda gobernar en minoría, sólo con el apoyo seguro de sus 46 parlamentarios y pendiente permanentemente de otros soportes. No obstante, todas estas posibilidades están ahora sobre la mesa de las negociaciones, que van a ser intensas durante las próximas semanas, como mínimo hasta principios del próximo mes de diciembre e incluso hasta más allá.

Es evidente que, más allá del importante incremento experimentado por ERC, los resultados electorales pueden comportar finalmente inesperados éxitos y fracasos para la práctica totalidad de las fuerzas políticas catalanas.

A pesar del sustancial aumento de la participación electoral, tanto el PSC como especialmente CiU han sufrido un grave descenso de votos que ha reducido sus representaciones parlamentarias, y eso va a dificultarles los pactos poselectorales, que en ambos casos pasan en primera instancia por ERC. También para ICV-EUiA, a pesar de su notable aumento de apoyos, sólo un pacto tripartito de izquierdas puede llevarles al gobierno. Y el PP, que se queda sin posibilidad alguna de negociación y abocado con seguridad a la oposición, no lo va a tener nada fácil con ninguno de los gobiernos previsibles.

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Todo conduce inevitablemente a ERC y a su decisión final, que paradójicamente puede acabar por dejarle de nuevo en la oposición. Toca a su fin ya su política de la equidistancia, que tan buenos réditos electorales le ha reportado hasta ahora. Su gran éxito electoral del 16-N, ganado a pulso y al mismo tiempo facilitado por los errores de sus adversarios, puede ser para ERC una poderosa rampa de lanzamiento con visión de futuro, con evidentes posibilidades de éxito; pero puede ser también el principio de un nuevo fracaso de esta formación histórica. Con la posibilidad de elegir entre una y otra opción, ERC se juega mucho más que cualquier otra fuerza política catalana en las próximas semanas.

También CiU y el PSC van a jugarse mucho en sus negociaciones con ERC. En el caso de la federación nacionalista, porque si finalmente llegase a perder el Gobierno de la Generalitat se quedaría apenas sin peso político real en Cataluña y con una muy reducida capacidad de influencia en la política española. En el caso de los socialistas, porque mantenerse cuatro años más en la oposición en Cataluña no sólo podría poner en cuestión sus principales liderazgos, sino que obligaría a una redefinición de algunas de sus orientaciones políticas.

Una primera lectura apresurada de los resultados electorales podría llevarnos a la fácil conclusión acerca de quiénes habían ganado y quiénes habían perdido. No obstante, la política es más complicada, y la política catalana lo es especialmente ahora, con un mapa político mucho más complejo y plural, con diversas posibilidades de pactos. De unos y otros depende ahora que su éxito inicial termine en fracaso, o que su aparente fracaso se convierta finalmente en éxito. De ERC depende que el cambio sea realidad o se quede simplemente en recambio. De la decisión final de la histórica formación republicana dependerá no sólo su propio éxito o fracaso, sino también el éxito o el fracaso de CiU, el PSC e ICV-EUiA. En cualquier caso, el PP queda convertido ahora en Cataluña en una fuerza irrelevante, sin ninguna posibilidad de influencia.

Jordi García-Soler es periodista.

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