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Columna
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Albert y Josep

Las elecciones catalanas no despiertan el interés mayoritario de la parroquia del bar y se entabla una pequeña discusión a la hora de decidir en qué canal quedará sintonizado el televisor colectivo. Mientras el encargado, controlador único del mando a distancia, busca una opción de consenso, la facción politizada, Democracia Manda, se retira a sus cuarteles de la mesa del fondo y se desentiende del asunto para seguir con lo suyo.

Los minoritarios critican el desinterés de los parroquianos sobre la materia y en un arranque de agudo pesimismo, comenta uno de ellos, con tono desencantado, que ya ni siquiera la sempiterna rivalidad entre el Madrid y el Barça despierta las mismas pasiones que antes, comentario en el que uno de sus compañeros cree detectar una connotación despectiva por el supuesto declive del club catalán.

El presunto aludido, madrileño, al menos por dos de sus cuatro costados, y residente en Madrid, profesa de culé desde una infancia que data de los tiempos de Kubala y Ramallets, cuando descubrió el refinado y arriesgado placer de llevar la contraria por sistema a todo el mundo, a todo su mundo, padres, educadores y colegas de su edad, actitud de la que no reniega, pese a los múltiples reveses recibidos, que da por bien empleados, en su búsqueda del conocimiento. "Vamos los cuartos y os pisamos los talones", aclara el disidente.

Tras el paréntesis deportivo vienen unos minutos dedicados a la confección de posibles coaliciones y combinaciones entre las fuerzas que compiten en Cataluña que terminan con la conclusión unánime de que sea sea cual sea la fórmula que adopten, el pacto llegará sin traumas ni crispaciones porque, como dice uno de los contertulios, abundando en el tópico, "los catalanes son, ante todo, pactistas".

Como suele ocurrir cuando las conversaciones apuntan en esa dirección, el tema catalán se reduce y simplifica hasta el esquema, el eje, Madrid-Barcelona. Recuerda, nostálgico, el culé madrileño aquellos tiempos en los que los progres de Madrid, aun sin trasnochar, aprendían catalán para poder seguir los textos de la nova cançó y había un trasiego constante de cantautores, escritores y grupos de teatro de Barcelona repartidos entre la semiclandestinidad de los circuitos universitarios y la de los barrios periféricos de Madrid.

"No todo está perdido", tercia el optimista que informa, o recuerda a los reunidos que en el pequeño y cercano teatro Alfil, a un par de manzanas del lugar de la reunión, actúa el polimorfo y perverso actor, autor y cantor catalán Albert Pla, con un espectáculo titulado Canciones de amor y droga.

El informante declara que asistió a su estreno y cuando le preguntan que si se ha divertido, tópico obligado por la cáustica y sarcástica fama del artista, para sorpresa de sus interrogadores, responde que no, que, bueno, que algo sí se ha divertido, pero que más bien se ha sentido conmocionado, conmovido, estrujado y dado la vuelta como un calcetín. "Salí hecho polvo, pero contento", resume, paradójico, el espectador su hipnótica experiencia con el tragicómico y descarnado histrión.

"¿Ese Albert Pla no estará emparentado con el escritor Josep Pla?". El erudito que hasta ahora apenas había dado la nota que le distingue como tal se prepara la conferencia sobre el memorialista catalán y como aperitivo, para despertar el apetito de la audiencia, enfatiza que Pla espió para Franco durante la Guerra Civil. "¿Catalanista y espía de Franco? ¿Cómo se come eso? "Se come leyendo algo más que prensa deportiva, leyendo, por ejemplo, la historia de Cataluña y de España. ¿Sabe usted quién fue Cambó, don Francesc Cambó?".

"¿En qué equipo jugaba?", bromea en retirada el preguntador, pero ya está perdido.

Como suele ocurrir cuando el erudito entra en vena, la tertulia se desmigaja y sólo queda frente al orador impenitente el que picó en su anzuelo. Ahora el docto diserta también sobre las diferencias entre Madrid y Barcelona según el dietario de Pla de 1921: "Barcelona ha sido una ciudad comercial del litoral. Madrid ha sido una ciudad cortesana y burocrática, basada en el feudalismo agrario"...

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