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Columna
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Andalucía federalista

Ahora se ve un poco más claro que no ha sido baladí apuntarse a la reforma del Estatuto. Pese a que todavía carece de un contenido más o menos creíble, es bueno haber cogido número para la fiesta que se avecina. Para tener voz en el nuevo proceso constituyente que por ahí asoma, como el humo en las cuatro esquinas de aquel juego de niños. No será ocioso, en fin, recordarles a las comunidades históricas que todavía existimos. Y mejor: que si antes la argamasa del estado-autonómico-café-para-todos fue la solidaridad, la compensación, ahora tendría que ser una sustancia lo más parecida posible al estado federal. Esa cosa innombrable, nadie sabe por qué, pese a lo bien que queda en las resoluciones de los congresos del PSOE y hasta en el nombre de sus órganos. Para no molestar, llamémosle Estado Autonómico Bien Construido. Y a lo demás, Intentos Rabiosamente Neocentralistas del PP, por un lado, y Soberanistas (vulgo independentistas), por otro. En ese borrascoso horizonte, Andalucía tendrá mucho que decir -si le dejan-, como en 1978, o nos quedaremos definitivamente mirando la Luna.

Menuda responsabilidad le ha caído a Carod-Rovira y, de rebote, a Manuel Chaves. Al primero, por tener que decidirse entre los tres lobos de su formación, la izquierda, la república y el catalanismo, y no morir en el intento. No me gustaría estar en su pellejo, pero él se lo ha buscado. Si no acierta, hasta es posible que lo dejen fuera del festín. Pero es más cierto, por ahora, que nos tiene a todos con el alma en vilo, pues de su decisión va a depender no poco el rumbo que tome definitivamente el nuevo marco re-constituyente, incluida metáfora alimenticia para la democracia. En el sistema de vasos comunicantes que España es -todavía-, si ERC opta por el nacionalismo, malo. Le dará alas a los vascos separatistas y enfurecerá a la derecha españolísima. Si por la izquierda, en cambio, esperanzas a todos los huérfanos del sistema que creemos que la anunciada reforma de todo lo reformable tiene que pasar, de nuevo, por la solidaridad social, sólo que ahora bien articulada. Por ejemplo, con un Senado de las Comunidades (y no un cementerio de elefantes), un sistema de participación en las instituciones europeas (y no una empresa de mensajería), un mecanismo reglado de compensaciones económicas (y no una cola de mendigos a las puertas de Moncloa). Y alguna otra cosilla, como una reforma electoral que impida que en muchos sitios voten más las hectáreas despobladas que las personas activas. En cuanto al republicanismo, Rovira sabe que es una cuestión prematura y por algo manifestó en plena campaña que antes iría a Madrid a cenar con el Rey que con Aznar. Bien dicho.

Y en cuanto a Chaves, la carambola catalana le ha puesto la tesitura al rojo vivo. Ya deberá saber, a estas alturas, que la reforma de muchos estatutos acabará implicando la de la Constitución. Que ahí Andalucía, y el PSOE en general, tendrán que poner el contrapeso, el equilibrio que va a faltar por las alturas del mapa, cada cual tirando del traje hasta ver de desgarrarlo. Pero antes hay que ganar las elecciones. Las andaluzas no están complicadas, salvo la fecha. Las otras, ¡ay las otras!

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