Qué cambio
Una ley electoral injusta, que prima el voto de las circunscripciones menores, y una caída del voto socialista superior a la prevista han arrojado uno de los resultados electorales más díficiles de imaginar y aún más de gestionar. Artur Mas ha conseguido la proeza de mantener a CiU como primer partido en el Parlamento de Cataluña a pesar de la dificultad que significaba tomar el relevo de una personalidad política tan reconocida como Jordi Pujol. Pasqual Maragall ha repetido su peculiar y amarga victoria en votos de 1999, sin que se traduzca en una mayoría parlamentaria, que le hubiera permitido imponerse con autoridad para formar un Gobierno de izquierdas y luego para defenderlo ante su utilización por parte del PP para erosionar a Rodríguez Zapatero.
Y a pesar de todo, los ciudadanos de Cataluña han votado por el cambio. Se ha incrementado en términos absolutos el voto a los partidos de izquierda, y los tres partidos que cubren esta parte del arco parlamentario contarán con una mayoría de gobierno si consiguen ponerse de acuerdo y no se alumbran mayorías alternativas. La coalición nacionalista CiU no podrá repetir Gobierno con el apoyo parlamentario del PP, como en la pasada legislatura. Serán 74 los diputados de izquierda, frente a los 61 de los conservadores, cuando en 1999 fueron 68 los diputados de CiU y del PP que dieron la investidura a Pujol y garantizaron la estabilidad de su Gobierno durante los últimos cuatro años.
Pero también existe la posibilidad de una mayoría nacionalista, formada por CiU y ERC. Ambas son, por supuesto, legítimas. Como lo sería sobre el papel una gran coalición CiU-PSC. Pero estas dos últimas servirían para perpetuar el poder de la actual Administración pujolista. Es decir, serían coaliciones contra el cambio.
La coalición nacionalista cuenta, además, con otros inconvenientes. No estará compensada por una fuerza conservadora, como era hasta ahora el caso del PP, y además no estará ya el protagonismo pragmático de Pujol para actuar de elemento moderador. Su carácter de frente nacionalista plantea en sí mismo un problema para Cataluña y también para el conjunto de España. A nadie le interesa que la política catalana evolucione hacia un modelo a la vasca, de un Gobierno que se sienta con un mandato exclusivo de política nacionalista, con el peligro de exclusión de la mitad del electorado.
ERC tiene una llave doble en las manos, que le permitirá formar mayorías con quien le ofrezca mejores condiciones. La responsabilidad de las dos principales formaciones en la negociación con ERC será decisiva, para evitar una subasta que podría conducir, incluso, a ofrecerle a Josep Lluís Carod Rovira la presidencia de la Generalitat, algo de dificil comprensión para muchos ciudadanos, tratándose finalmente de la tercera fuerza política. En su primera intervención propuso anoche un Gobierno de concentración nacional bajo la bandera de la reforma del Estatuto y con exclusión del PP.
Algunas fuerzas soberanistas que hay en el interior de CiU jugarán a favor de esta oportunidad de un Gobierno nacionalista, y no hay duda de que desde el País Vasco también se jaleará esta eventualidad que combina el continuismo con el soberanismo, una forma de cambio a peor. Pero CiU es bastante más que su componente soberanista, tanto por parte de uno de los elementos de la coalición, como es Unió Democràtica de Catalunya, como por parte de los antiguos seguidores de Miquel Roca.
El bipartidismo que venía caracterizando la vida política catalana ha quedado truncado y marcado por el ascenso irresistible de Esquerra Republicana de Catalunya, que ha actuado como fuerza emergente en estas elecciones. La ambigüedad de ERC sobre las alianzas futuras, con la que ha jugado durante toda la campaña, le ha convertido en el centro de debate y ha prefigurado la idea de que va a participar en el Gobierno en cualquiera de los casos.
Cabe destacar algunos detalles no menores de estas elecciones. Uno de ellos es el incremento de la participación, como corresponde a una campaña intensa polarizada entre las ideas de continuidad y de cambio y a una mayor implicación de los ciudadanos en la gobernación de su autonomía. El otro es la rapidez y la normalidad del escrutinio, a diferencia de lo ocurrido en las recientes eleccciones autonómicas de Madrid. Aunque empezó dando la victoria en escaños al PSC y hasta muy tarde no se produjo el sorpasso, nada permitió abrigar dudas. Y hay además algunos corolarios políticos de los que deberán tomar nota los socialistas. Quizá podrán participar en un Gobierno de izquierdas, pero lo ocurrido ayer es un nuevo revés del que deberán sacar conclusiones.
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