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Análisis:
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

Cómo combatir a Bush en los impuestos

Paul Krugman

"Lo que tenemos aquí es una forma de saqueo". Eso dice George Akerlof, premio Nobel de Economía, sobre la política presupuestaria del Gobierno de Bush. Y tiene razón. Con una velocidad pasmosa, nos hemos saltado a la torera las preocupaciones de rigor sobre el déficit presupuestario -sobre su impacto en los tipos de interés y en el crecimiento- y alcanzado un nivel en el que está en juego hasta la solvencia del Gobierno federal.

Prácticamente todos los expertos que no están en la nómina de la Administración ven ahora que el déficit presupuestario equivale aproximadamente a la cuarta parte del gasto del Gobierno durante la próxima década, y que después irá empeorando. Pero el Gobierno insiste en que no hay problema, que el crecimiento económico lo arreglará todo. Y esto sitúa en una posición difícil a los que quieren detener el saqueo, grupo que debería incluir a todos los que desean que este país evite la crisis fiscal al estilo latinoamericano que nos aguarda.

Bush es como aquel que te cuenta que te ha comprado un televisor de último modelo, pero omite decir que lo ha pagado con tu tarjeta

Los recortes fiscales de la Administración son, en esencia, una farsa, porque el Gobierno está pidiendo prestado para cubrir la pérdida de ingresos. En 2004, la familia media pagará aproximadamente 700 dólares menos en impuestos de lo que hubiera tenido que pagar sin las rebajas de Bush, pero, mientras tanto, el Gobierno se habrá endeudado en unos 1.500 dólares en nombre de esa familia.

George W. Bush es como aquel que te cuenta que te ha comprado para Navidad un televisor de último modelo, pero omite decir que lo ha pagado con tu tarjeta de crédito y que la usó también para comprar unas cosillas para él. Al final llegará la factura y entonces el problema será tuyo, no suyo.

Aquellos que deseen restablecer la cordura fiscal probablemente necesitarán enmarcar sus propuestas de forma tal que consiga neutralizar en parte la demagogia de la Administración. Para ser más concretos, probablemente no deban proponer la marcha atrás en todos los recortes fiscales de Bush. La razón: aunque la causa motriz de las bajadas de impuestos de 2001 y 2003 era reducir los impuestos de los ricos, las leyes incluían además disposiciones que contemplaban subvenciones fiscales bastante grandes para algunas -pero sólo algunas- familias de ingresos medios. Las más importantes eran las deducciones en las cuotas por cada hijo y un recorte que reducía el índice fiscal del 15% al 10% para algunas rentas.

Estas subvenciones fiscales para la clase media tenían como objetivo crear un área de impacto que permitiera a la Administración señalar a las familias típicas que recibían grandes subvenciones. Si una familia de ingresos medios tenía dos o más hijos menores de 17 años, y unos ingresos lo suficientemente altos como para poder sacar pleno provecho de estas disposiciones, obtenía una importante rebaja fiscal.

O sea, que si un candidato demócrata propone retirar todas las subvenciones fiscales de Bush estará ofreciendo una diana muy fácil porque los portavoces de la Administración podrán proporcionar a los periodistas ejemplos cuidadosamente elegidos de familias de ingresos medios que perderían entre 1.500 y 2.000 dólares al año con esta vuelta atrás. Si mantiene las deducciones en las cuotas por cada hijo y el recorte y propone rechazar el resto, la oposición podría recuperar la mayor parte de los ingresos perdidos a causa de los descuentos fiscales.

Los puristas pondrán dos objeciones. La primera es que una retirada parcial de las subvenciones de Bush no bastaría para restablecer la solvencia a largo plazo. De hecho, ni siquiera bastaría una retirada total. Según mis cálculos, el mantener las deducciones por hijos y el recorte, retirando el resto, sólo serviría para llenar la mitad del agujero fiscal. Pero sería mucho mejor que la política actual. La otra objeción es que los trucos utilizados para vender las rebajas fiscales de Bush han convertido un sistema fiscal ya lioso de por sí, plagado de ventajas especiales para clases concretas de contribuyentes, en otro más lioso aún. ¿No deberíamos inclinarnos por una reforma que haga limpieza? En teoría, la respuesta es sí. Pero un plan de reforma ambicioso sería pasto de los demagogos, que lo presentarían como un incremento de los impuestos de la clase media. Yo creo que deberíamos proponer una retirada selectiva como primer paso, seguida de una reforma más amplia. ¿Habrá alguien que sea capaz de encontrar en el área de impacto político, la mezcla justa de responsabilidad fiscal y lindezas electorales que ponga fin al saqueo? El futuro de la nación depende de la respuesta.

© 2003, New York Times News Service

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