Los periodistas con sus viejos problemas
La Unió de Periodistes Valencians ha elegido esta semana su nueva junta directiva para los próximos cuatro años. El trámite reunió a casi medio centenar de los censados, que son 344 en estos momentos, lo que puede considerarse una participación notable si se computan las convocatorias precedentes y la constatada indiferencia gremial por los asuntos que le conciernen. No obstante, algunos asociados, con la supuesta anuencia tácita de la mayoría concurrente, subrayaron este desinterés de los colegas, así como la escasa afiliación, en contraste con la plétora profesional que se ha producido en estos últimos años como consecuencia, sobre todo, de las hornadas académicas y de la laxitud con que se otorga la credencial.
La observación no resulta irrelevante porque el número de miembros equivale al de cotizantes, algo esencial para una entidad que sobrevive a sus expensas y no ha -o habría- de limitarse a pagar los gastos mínimos de su domicilio social. Con tan ajustada intendencia no se puede abordar otras iniciativas y, además, se invoca la tentación de instar subvenciones oficiales u otros patrocinios a los que a menudo hay que corresponder con la benevolencia informativa o, cuanto menos, suscitan esa sospecha. Ante tal circunstancia, es preferible ampliar el número de los contribuyentes. Pero, ¿cómo se les motiva? ¿Qué se les ofrece, al margen de la solidaridad ocasional o la buena compañía? En los viejos tiempos del franquismo, la extinta Asociación de la Prensa, que repartía aguinaldos y vituallas, andaba desbordada por las peticiones de ingreso. Eran otros tiempos.
Hemos hablado del número, pero en orden a la representatividad no es menos relevante la participación. Aun siendo la Unió la única plataforma integradora -en la medida que lo es- de los periodistas y asimilados en Valencia y Castellón, resulta asombrosa, al tiempo que deprimente, la ausencia o renuencia de colegas cualificados por su trayectoria en el oficio o el cargo que desempeñan. Un compromiso más activo por su parte propiciaría el diálogo u ocasionalmente el temor de los estamentos apelados, junto a una más alta valoración social del colectivo. Pero esta laguna no hay que imputársela a quienes se brindan a tirar de este carro, muchas veces con sacrificio personal, sino a los ausentes y renuentes, acaso demasiado infatuados.
Añadamos a lo dicho, por más que parezca un contencioso resuelto, que sigue siendo confuso y difuso el perfil profesional del periodista asociado. Dicho con todos los respetos, dígasenos qué problemas comunes pueden tener los comunicadores institucionales -decimos de los periodistas al servicio de los gabinetes de la Administración o empresas- y los currantes que se trabajan la noticia y elaboran los medios informativos en cualquiera de sus variantes y a las órdenes de un editor público o privado. Por no hablar que cuantos se han colgado la etiqueta de periodista sin haber dado un palo al agua en una redacción. ¿Qué experiencia o legitimidad moral les avala para bregar por lo que ignoran o sólo saben por terceros? Y conste que no sugerimos, ni mucho menos, reabrir la trifulca acerca de quién es o deja de ser del gremio. Por nuestro gusto, todos valen, con o sin licenciatura o méritos. El mercado y el coraje, con una dosis de azar, dan a cada cual lo suyo.
Y dicho lo dicho llegamos a la gran cuestión ontológica: ¿para qué sirven estas asociaciones, dejando de lado las modestas ventajas que ofrecen, en forma de descuentos ferroviarios, adquisición de coches y otras pequeñas deferencias? Con más de cuatro decenios a la espalda, no recuerdo, en Valencia estando, que hayan sido decisivas en algún episodio, excluidas las gallardas notas de protesta acerca de la siempre acosada libertad de expresión. Y no es ese mal avío, pero se me antoja que insuficiente para provocar entusiasmos entre la clientela potencial, ni tampoco para que nos tomen en cuenta los poderes establecidos, más allá de despacharnos con unas corteses palabras. Sin embargo, con más fe que convicción, creo que han de aguantar el tipo y reajustar su proyección y fines. Hacemos votos para que la nueva dirección encuentre la manera de movilizarnos para algo más que la asamblea cuatrienal.
PREGUNTAS SIN RESPUESTA
El grupo socialista de las Cortes ha formulado unas preguntas acerca de determinados costos de la Bienal. Como en otras ocasiones semejantes, la mayoría parlamentaria del PP ha impedido la respuesta alegando pretextos peregrinos. ¿Acaso es un secreto que afecta a la seguridad de la Generalitat o a la vida de las personas? Tal proceder nos parece un desprecio a la ciudadanía, además de una torpeza, pues la negativa se ha convertido en un fulminante de la sospecha y de la curiosidad. En función de lo primero, las conjeturas agravan la realidad velada. Y lo segundo nos impele a escudriñar y tirar de la manta. Como se verá.
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