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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Demasiado fiel

J. Ernesto Ayala-Dip

Espido Freire, con varios libros en su haber, sigue fiel a un estilo y a una poética de la fantasía. No es un mérito menor en un país donde el género fantástico pasa por ser tierra familiar exclusivamente para niños y adolescentes. El lector adulto español sigue en deuda todavía con la ciencia-ficción y la literatura fantástica (todo lo contrario respecto a la novela policiaca). Y no será porque no haya cultivadores de ambos géneros, y ya no digamos traducciones. Así que está bien que los jóvenes narradores de nuestro país insistan en el camino que abrieron para la lírica Álvaro Cunqueiro, y para la narrativa el recientemente desaparecido Joan Perucho. Ahora bien, una cosa es que se haga y muy otra que se haga bien. Hasta ahora, incluido su libro de poemas Aland la blanca, todos sus libros anteriores (Irlanda y Donde siempre es octubre) se desenvolvían con esa transparencia necesaria que toda pieza narrativa exige. Espido Freire (Bilbao, 1974) asociaba una historia con ribetes fantásticos sin perder de vista nunca un referente, un resquicio a la realidad que permitía a los lectores transitar por su apuesta con comodidad y disfrute estético. La apuesta fantástica en Donde siempre es octubre era total, sin que por ello la sustancia psicológica, esa que toda empresa novelística necesita para convencer en ningún momento se resentía. Pues bien, en Nos espera la noche algo falla. Lo fantástico invade de tal manera la trama que uno duda que ésta exista. Es evidente que la culpa no la tiene el género fantástico sino el uso incorrecto, improcedente en este caso particular, o cuando menos dubitativo que se ha hecho de él.

NOS ESPERA LA NOCHE

Espido Freire

Alfaguara. Madrid, 2003

256 páginas. 17,05 euros

En unas recientes declaraciones,

Espido Freire decía que su novela revelaba más elementos de Shakespeare, Homero y Borges que de Tolkien. Elementos trágicos, vejámenes humanos, pulsiones atávicas no faltan en Nos espera la noche, pero ello no quiere decir que por estar tengan algo que ver con los autores clásicos que la autora cita. En su novela abundan la topografía extraña y las referencias oníricas. Y las estirpes familiares que entran en una competencia casi diabólica, acusan reminiscencias legendarias. Pero la manera como están plasmadas esos elementos no nos recuerdan nunca, aunque sí nos lo hacen extrañar, la conjunción precisa, reconocible y poderosamente simbolizadora que alcanzan en las ficciones borgeanas, las tragedias del inglés o la épica homérica. Yo creo que la operación a Espido Freire esta vez no le salió bien porque nunca estuvo segura sobre qué terreno narrativo trabajaba. Tenía entre manos una materia que hubiera dado una buena novela realista, como no tienen empacho en acometerla los escritores de tradición anglosajona, incluido el último premio Nobel. O como John Crowley, uno de los grandes narradores fantásticos, al que tampoco se le cayeron los anillos porque acometiera el realismo en su hermosísima Traduciendo el cielo. Entre Borges y Tolkien, Nos espera la noche nos recuerda más al último. Y si quiso transitar Espido Freire por donde lo hacen Atxaga, Merino o Millás, también equivocó el camino. Mientras todo eso sucede en la novela, el lector me parece que al acabarla se quedará en ascuas.

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