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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Democracia contra liberalismo

Este brillante ensayo subraya la creciente disociación hoy existente entre la democracia (entendida como participación popular en los procesos electorales) y el liberalismo (definido como el control del poder a través del imperio de la ley) no sólo en buena parte de países recién salidos de regímenes dictatoriales sino también en el corazón mismo de Occidente. Ni esa diferenciación conceptual ni la alarma ante sus devastadoras consecuencias son nuevas. En El

Espectador, Ortega señalaba que democracia y liberalismo son respuestas a cuestiones distintas: mientras la democracia contesta a la interrogante "¿quién debe ejercer el poder público?" con la afirmación "la colectividad de los ciudadanos", el liberalismo se plantea la pregunta de "cuáles deben ser los límites del poder, ejérzalo un autócrata o el pueblo".

EL FUTURO DE LA LIBERTAD

Fareed Zakaria

Traducción de Francisco Beltrán Adell

Taurus. Madrid, 2003

340 páginas. 20,50 euros

Aunque Fareed Zakaria -editor del semanario Newsweek- aclara que El futuro de la libertad no es un estudio histórico sino una contribución al debate de las ideas, la necesidad de ilustrar y fundamentar sus tesis le lleva a trazar el tortuoso y sangriento camino recorrido desde los regímenes feudales y las monarquías absolutas de la Europa medieval y moderna hasta las instituciones, normas, prácticas y costumbres de las democracias liberales alumbradas durante los últimos dos siglos a costa de la difícil tensión entre dos ideales contradictorios. Los conflictos entre el Papa y el emperador, la defensa de los privilegios nobiliarios, el renacer del comercio tras los siglos oscuros, el crecimiento de las ciudades, la reforma protestante, la propagación del capitalismo y la entrada en escena de la burguesía son los jalones de ese largo trayecto: las autocracias tolerantes dejaron paso a las monarquías constitucionales, y la representación parlamentaria obtenida por las clases propietarias como contraprestación al pago de impuestos desembocó en el derecho de sufragio para los mayores de edad de ambos sexos. El viaje duró siglos y ni siquiera se aceleró durante su última etapa: en el Reino Unido de 1832 sólo podía votar el 2,7% de la población adulta (y el 12,1% en 1884).

Pero la derrota del fascismo

en la Segunda Guerra Mundial, el subsiguiente proceso de descolonización en Asia y África, las transiciones en Europa meridional y América Latina, la caída del muro de Berlín y la implosión de la antigua Unión Soviética han expandido de manera impresionante las fronteras de los regímenes democráticos si definimos como tales -sin otros requisitos- a los gobiernos surgidos de las urnas: 119 países en el mundo -recuerda Zakaria- tendrían actualmente derecho a ese rótulo. La interminable polémica abierta en 1959 por S. M. Lipset en torno a las precondiciones sociales y económicas -vinculadas a los niveles de desarrollo- para el surgimiento y la consolidación de regímenes democráticos pueden ofrecer pistas no sólo sobre la ampliación futura de sus fronteras sino también sobre la capacidad de los países salidos de la dictadura para seguir avanzando hacia la democracia liberal. A partir del estudio de Adam Przewosky y Fernando Limongi acerca de la esperanza de vida de las democracias en función de su renta per cápita, Zakaria establece una escala de tres tramos con el fin de calibrar las oportunidades que aguardan a países como Rumania, Bielorrusia, Bulgaria, Croacia, Malaisia, Turquía, Marruecos, Túnez o Irán. De ser correctos sus cálculos, los españoles podrían respirar tranquilos: sólo hay una probabilidad entre 500 de que las democracias sucumban en países con una renta por encima de los 6.000 dólares.

Más allá de las excursiones históricas o de los pronósticos político-económicos, el centro de interés del libro es la declinante calidad de la democracia liberal en el mundo contemporáneo. La vara de medir de Zakaria está forjada con materiales tomados de la politeia de Aristóteles,

la obra de Montesquieu y el legado de James Madison y otros padres fundadores de la revolución americana. Las nuevas democracias que más se aproximan a ese ideal normativo han seguido los pasos de la secuencia marcada por el modelo europeo: primero, el capitalismo y el imperio de la ley; después, el derecho al sufragio universal. Pero la adecuada dosificación de libertad y democracia no es fácil de recetar ni siquiera en los países que patentaron la fórmula.

Porque Zakaria no se ocupa sólo -con abundante información y perspicacia- de las "democracias no liberales" instauradas en buena parte del planeta, desde la Venezuela de Chávez hasta Rusia, pasando por buen número de países de África, Asia Central y Oriente Próximo. Los capítulos dedicados a Estados Unidos muestran hasta qué punto los delicados equilibrios entre la democracia y el liberalismo, la soberanía popular y la limitación del poder, los mandatos otorgados por las mayorías electorales y los derechos de las minorías, la voluntad de los ciudadanos y el imperio de la ley pueden quedar obstruidos por un deficiente funcionamiento del sistema político. La sorprendente tesis de Zakaria es que las amenazas a la estabilidad de la República norteamericana proceden de la acción combinada de una exagerada democratización disfuncional de la vida pública (el proceso legislativo, los partidos, la democracia directa) y de la desenfrenada comercialización en ámbitos (desde la religión hasta la industria editorial, pasando por los colegios profesionales y las firmas de auditoría) antes contrapesados por otros valores.

Según ese análisis, los movimientos

iniciados en los años sesenta para conseguir un mayor grado de transparencia y de participación ciudadana han tenido efectos contraproducentes. Las elecciones primarias dentro de los partidos y la regulación de la financiación electoral no han hecho sino potenciar las facciones movidas por intereses y desplazar a las viejas élites políticas en beneficio de otras menos visibles. Las modificaciones introducidas en los procesos de toma de decisión del Congreso han restado independencia a los senadores y representantes al dejarles inermes frente a la presión ejercida por los lobbies en nombre de sus clientes: Zakaria ilustra la cuasi imposibilidad de suprimir las bonificaciones fiscales y las subvenciones presupuestarias que dejaron hace tiempo de estar justificadas con ejemplos acreditativos de la existencia de un Estado de bienestar para las empresas favorecidas por esos intermediarios. Finalmente, la fiebre refrendataria -"la hoguera de Reagan"- despertada en 1978 con la victoria en California de la proposición de Howard Jarris para disminuir los impuestos y fijar límites a los ingresos fiscales no sólo ha deteriorado seriamente la gobernabilidad: "Si California es realmente el mañana, entonces ya hemos visto el futuro y podemos afirmar que no funciona". También es una prueba de que la democracia directa, alentada a finales del siglo XIX para eliminar la influencia de las grandes empresas en la vida pública, se ha convertido en un teatro donde sólo los grupos de interés más ricos pueden jugar algún papel.

Una joven camina junto a una pared, con carteles electorales, en el año 2000 en Tbilisi, Georgia.
Una joven camina junto a una pared, con carteles electorales, en el año 2000 en Tbilisi, Georgia.AP

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