Ámbito Vasco de cotilleo
Tengo un amigo que sostiene y argumenta su deseo de vivir en una Euskadi independiente, eso sí, siempre que el Athletic Club de Bilbao continúe participando en la liga española de fútbol. Dice mi amigo que lo que a él le gusta es ver jugar al club de sus entretelas contra equipos como el Real Madrid o el Barcelona, y que no se le ocurre nada menos atractivo que imaginar una Liga Nacional Vasca de fútbol. Cierto es que una selección nacional vasca podría enfrentarse a otras selecciones nacionales en los Mundiales o en encuentros conmemorativos de diversa índole, pero no sería lo mismo. Lo que mi amigo quiere es contar con la seguridad de que a lo largo de la temporada futbolística el Athletic va a medir sus fuerzas con equipos como los anteriormente indicados. Tengo para mí que su desmedida afición por el Athletic, más aún que por el deporte del balompié en sí mismo, es la razón de que mi amigo sea, en la práctica, un nacionalista cívico, sosegado, a quien solo le aflora el soberanista estatonacional que todo patriota lleva dentro cuando los pirómanos metidos a bomberos del Gobierno del Partido Popular se empeñan en apagar fuegos sin leer las instrucciones del extintor.
Es curioso, pero me da la impresión de que, al final, son estas las cosas de las que depende la temperatura que en un momento determinado alcanzan las disputas políticas. Eso de que el BBVA o Carrefour se queden o se vayan es, sin duda, importante: mi amigo, que es inteligente, lo sabe. Pero se trata de un saber racional, teórico, que en el fragor de la batalla, en ese momento en el que un Zaplana o un Rodríguez Ibarra llaman a capítulo a las empresas -¡empresarios del mundo, uníos!- para que se rebelen contra el plan Ibarretxe, se transforma en un saber insensible. ¡Qué se vayan y se dejen de chantajes!, grita entonces mi amigo. Y el calentón político va subiendo grados. Ahora bien, lo del Athletic y la liga de fútbol es otra cosa. Mira tú que si no volvemos a ver más partidos como el del sábado pasado...
Ocurre algo parecido con el mundo de la información rosa. Seremos muy vascos y muy republicanos, pero el domingo mi pueblo era todo él un cotilleo generalizado: el príncipe Felipe se casa con una periodista... ¡y divorciada! Este era el comentario de todos y en todos los sitios. No creo que mi pueblo fuera una rareza. Con mayor o menor displicencia -al fin y al cabo, sólo es el príncipe de los españoles-, desde el distanciamiento intelectual -yo sólo veo los documentales de La 2 y del Plus- o incluso desde la teorización político-conspirativa -esto lo han sacado ahora para intentar tapar el debate sobre el plan del lehendakari-, el caso es que todo el mundo hablaba de lo mismo.
¿Se imaginan un ámbito vasco de cotilleo? ¿Se imaginan sumar, a la banalidad de este tipo de noticias, el muermo de la inexistente vida rosa de nuestro País Vasco? ¿Dónde está nuestra Pantoja? ¿dónde nuestro Julián Muñoz? ¿dónde nuestra Ana Obregón? En una tierra sin toreros, sin gigolós, sin prostitutas catódicas a la caza del famoso que las reporte una prueba de paternidad, sin viejos empresarios que se divorcian tras años de santo matrimonio para liarse con una mujer cañón treinta años más joven, ¿qué sería de nuestra información rosa, condenada a vivir de productos extranjeros, de las rupturas, embarazos o reconciliaciones producidas más allá del Ebro y el Adour? ¿Se imaginan a los esforzados concursantes de Basetxea secando sus trapos sucios a la vista de todos? ¿Y a Sorginen laratza sustituyendo su tono de inteligente cachondeo por el encanallamiento de Crónicas marcianas? Sólo de pensar en la multiplicación de programas como Lo que faltaba (excepto Txetxu Ugalde y alguno más, todo está de sobra) o Esta es tu gente (que no lo es) me dan sofocos. Y qué haríamos, ¿repatriar a Ane Igarteburu, a Patricia Gaztañaga y a Emma García? ¿Para hacer qué?
En fin, disculpen por esta frivolidad, pero es que tenemos por delante un año muy cargado y no sé yo si vamos a aguantar lo que se nos viene encima. Y un saludo a mi amigo el del Athletic, que seguro me estará leyendo.
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