Un réquiem contemporáneo
No hay que volver, de Luis Izquierdo (autor, entre otros poemarios, de Supervivencias, El ausente, Signos de nieve y Sesión continua), es un libro que, en justicia, habrá que considerar como una de las mejores y más rigurosas muestras de la poesía escrita en castellano aparecidas en los últimos decenios. Formado como poeta joven en la frecuentación de los poetas de la generación de los cincuenta, mejor dicho, de algunos de los poetas de los cincuenta (Gabriel Ferrater, Jaime Gil de Biedma, Carlos Barral y Ángel González, objeto de uno de los mejores poemas del libro, el titulado Sobre el asentimiento), Izquierdo no se limita a proseguir en la línea de los poetas citados sino que incorpora en sus versos la experiencia vivida resultante de la lectura de otros poetas que, afines con su sensibilidad y su pensamiento, conforman su universo poético: Brodsky (espléndido el poema titulado Exilios del desterrado. Joseph Brodsky), Ajmátova, Auden, T. S. Eliot, Spender, Frost y, entre otros, los catalanes
NO HAY QUE VOLVER
Luis Izquierdo
Prólogo de Ramón Andrés
Lumen. Barcelona, 2003
80 páginas. 11 euros
Joan Vinyoli y Pere Quart. Pero
no hay que creer que la presencia aquí de estos poetas quiera decir que nos hallemos ante una poesía de citas, de juegos referenciales a películas, cuadros e hitos poéticos del siglo XX que vertebran las muestras del arte poético último ni que No hay que volver sea, ni por asomo, un libro cultista. Tremendamente irónico, crítico con la condición del hombre moderno y de la sociedad que ha creado, exasperado con un entorno humano en el que priva el dinero, la fe ciega en la tecnología y el desdén por los valores sobre los que se sustentaba la esperanza de un mundo más justo, más solidario y menos mezquino, este réquiem de Izquierdo se apoya en el distanciamiento otorgado por una inteligencia reflexiva y la práctica del sarcasmo para ahondar más allá de los hechos y los elementos anecdóticos y encumbrarse a lo más alto de la representatividad colectiva y universal. Pocos poemas escritos en castellano sobre la Guerra Civil han logrado alcanzar el grado de tragedia cruzando el tiempo y las generaciones como el, en este libro, titulado Dos heridos en la batalla del Ebro. El tono escéptico, discretamente melancólico (nunca nostálgico), dominado por un loable pudor ideológico que, no obstante, no da pie a dudar de la intencionalidad de las puyas del autor; la tensión exasperada de un lenguaje sustantivo que de vez en cuando se desahoga con rimas irónicas a lo Wislawa Szymborska, permiten a Izquierdo cantar su personal "adiós a todo eso" con una belleza pulcra y, más que conmovedora, impactante, que incita a aceptar una secreta invitación: "sin ser del mundo, hay que estar en él", como dice en el poema Realidades: calafatear. Porque, pese a que "todo es parche / y maquillaje y desguace / con efluvios de alquitrán" detrás del espejismo (poema titulado Un espejismo) el poeta, luchando con la imposibilidad de atrapar el instante, de resucitar lo tragado por el olvido a través de la palabra, apela a Este don: "Seguiré aquí: este don / de poder respirar entre la asfixia, / de abrirse paso contra la anestesia, / de oír los estertores sin mentirlos, / de aplicarse a las notas frente al sordo / verdugote noticias fidedignas, / desanima; pero hay que dar respuesta" (...) "Seguir, / y nada más. Es éste el don. / Es lo que queda".
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