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Entrevista:Luis Izquierdo | POESÍA

"No hemos sabido enseñar a leer"

Luis Izquierdo (Barcelona, 1936) no tiene fama de poeta maldito, ni de poeta de culto, ni siquiera de poeta rancio. De hecho tiene fama de profesor, que es lo que es (enseña literatura en la Universidad de Barcelona desde 1969). Pero cada vez que publica un libro algo se remueve en el alma del sector. Con el que acaba de sacar, No hay que volver (Lumen), ya van seis, o lo que es lo mismo, treinta y tres años de fidelidad a un espíritu crítico que se presenta bajo la forma de una ironía fiera. Comenzando, en este caso, por el título mismo, tomado del penúltimo poema del poemario y desmentido, a renglón seguido, por el último: "Cuando se llega a una cierta edad hay que ir con mucho cuidado: empiezas a hablar mal de la gente joven, que si no entienden nada, y resulta que quizá eres tú quien no entiende el mundo y te conviertes en un pelma. Por eso no hay que volver, hay que saber retirarse a tiempo. Bueno, eso es lo que me digo a mí mismo, pero ya sé que reincidiré, que volveré a escribir. No hay que volver es un desconcierto concertado".

"Poder hacer poesía todavía es una suerte y una contradicción. Pero es que la poesía te salva de muchas cosas"
"Soy kafkiano desde muy pequeño, por su sentido trágico, que también hace reír"
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Un réquiem contemporáneo

No hay que volver se divide en cuatro secciones, que beben de otras tantas obsesiones de Izquierdo: América, la República, la actividad docente y la pura realidad. En la primera es donde el profesor suelta las cargas de profundidad más envenenadas, llevado tal vez por el resorte de la decepción: "Es que yo viví en Estados Unidos algunos años, allá por los sesenta, que fue una buena época para conocerlo. Yo admiraba a América, pero ahora se ha convertido en una caricatura, ha sucumbido a su propio poder. Lo de la elección de Schwarzenegger como gobernador de California ya es el no va más. Ni siquiera se me ocurre un adjetivo para definirlo. ¡Cómo nos va a extrañar que un sujeto entre en un restaurante con un bazooka en la mano, si eso es lo que están aprendiendo los jóvenes norteamericanos!". En Cincinnati y en Washington, Izquierdo enseñó literatura española, sobre todo el grupo poético de Barcelona (Barral, Gil de Biedma, Ferrater), y por eso no puede evitar asociar situación política con enseñanza. Dos de los poemas del libro llevan títulos muy significativos: Visión de un curso imposible y Pesadilla docente. "A día de hoy el estado de la docencia es preocupante. Los profesores de secundaria son unos verdaderos héroes anónimos a los que habría que prestar más ayuda". ¿Medios económicos? "No solamente, quizá un mayor reconocimiento social de su labor... Pero es que están dejados de la mano de dios. En las aulas impera una especie de analfabetismo lector, que sabe leer pero no comprende. La atención del alumnado es pasiva. No hemos sabido enseñar a leer, enseñar que leer no es aburrido".

La sección dedicada a los Retor-

nos republicanos va encabezada por un homenaje a Gabriel Ferrater, uno de los tótemes del autor, acompañado a lo largo de las páginas por nombres como Josep Carner, Joan Vinyoli, Gil de Biedma, Salinas o García Hortelano. ¿Una especie de canon estético? "No exactamente, porque también me siento muy deudor de Machado, aunque aquí no aparece explícitamente citado. O de Kafka, que es quien siempre me ha inspirado los mejores poemas. Soy kafkiano desde muy pequeño, por su sentido trágico que también hace reír. Y después onettiano, Onetti es tan pesimista que me estimula. Pero lo cierto es que cada vez me salen menos referencias literarias y más pictóricas [en No hay que volver hay un poema dedicado a Paul Klee], porque a medida que me hago mayor lo matérico de la pintura me compensa la dimensión abstracta de lo escrito". De todos modos, al poeta le han reprochado a veces un hermetismo sintético que convierte al lector más bien en un descifrador de significados: "Esa fama ya la tenía Barral, por eso le he dedicado un poema tan transparente como El culpable de la nicotina. Sea como sea, no es en absoluto mi intención, es que mi natural es así. Tiendo a condensar tantas ideas en tan pocos conceptos que lo semántico me sale cargado, eso sí". Entre otros recursos, Izquierdo utiliza una tercera persona mitificadora ("es para demostrar aquello de que el poeta es un fingidor, un personaje con muchas máscaras") que en realidad encubre una enternecedora convicción en la potencia de lo poético: "Aunque vivimos en los tiempos de la figuración, yo soy de los que creen que poder hacer poesía todavía es una suerte, y a la vez una contradicción. Pero es que la poesía te salva de muchas cosas; a mí, gente como José Hierro o Ángel González y su exaltación de la belleza me han salvado más de una vez. O, entre los catalanes, Narcís Comadira, Francesc Parcerisas o Joan Margarit, por ejemplo". A propósito de poesía catalana,

el profesor Izquierdo recupera la capacidad de indignación cuando se le recuerda la reciente polémica alrededor de la figura de Carner, originada por un grupo de autores jóvenes que puso al autor de Auques i ventalls en la picota: "¡Éramos pocos y parió la burra! Parece mentira que alguien crea que se puede subir al carro a base de echar de él a los mayores. ¡Pero si Carner es uno de los tres o cuatro referentes de la poesía catalana de este siglo, junto con Riba, Espriu y Oliver! Yo no he visto nunca que a un joven escritor francés, por ejemplo, se le ocurra decir que Balzac es una mierda: perdería toda credibilidad".

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