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Reportaje:

Juzgadas por las metáforas

Dos reclusas de la prisión de Sevilla ganan un certamen literario para mujeres sin libertad

Tereixa Constenla

La gaditana Bárbara Galindo Lucas, de 34 años, pensaba en sí misma al escribir la historia de una rosa azul que vive apenas 24 horas al borde de un acantilado y que, una vez deshecha, sirve para que las sirenas engarcen collares en el fondo del mar. Tituló la historia Soledad rosa y el mar y la envió al certamen literario para mujeres sin libertad Marisa Sendón. "Era la que más gustaba a todo el mundo, tenía mucha metáfora", recordaba ayer. Pero el jurado del concurso, presidido por el actor Carlos Álvarez Novoa, escogió su otro trabajo: Aberraciones y pamplinas filosóficas de una loca. Que también era ella pero sin metáforas. "Siempre tuve el cartel de loca por lo que todo se me excusaba menos la cordura, por lo cual me negué a pasar por el aro de lo convencional", escribió a modo de resumen del relato con el que ganó el primer premio del certamen (6.010 euros).

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Rodeada de estanterías repletas de libros, Bárbara Galindo convoca las palabras esquivas chasqueando los dedos. Aguarda hasta que aparece, aunque tarde un pelín: "¿Cómo se dice? ¡Cualidad! Querer aprender es mi mejor cualidad". De hecho, se queja de la escasez de oportunidades que da la prisión: "Me gustaría hacer una llamada a la gente pertinente para que puedan dar más talleres".

La cárcel, sin embargo, le ha facilitado tiempo necesario para devorar libros de misterio y ciencia-ficción. Adora la obra de Agatha Christie y Alberto Vázquez-Figueroa. Se vanagloria de ser, cada mes, la mayor lectora del mes. Nunca había dispuesto de tanto tiempo desde que la atrapó por vez primera un libro, El diario de Daniel, como ahora que pena en la prisión de Sevilla por dejar ciego a un hombre: "Una noche un alcohólico que me había dicho cosas otras veces vino con un trapo empapado de gasolina y amenazó con quemarme si no salía". Bárbara le arrojó varios líquidos hasta que el aguafuerte, en contacto con las llamas, le estalló al hombre en el rostro. La condenaron a tres años y medio por un delito de lesiones. "Se quedó ciego en un conato de asesinato, pero a mí me hubiera matado", dice la reclusa, que había prometido dejar de fumar si ganaba el concurso.

La biblioteca del ala de mujeres tiene 5.300 títulos que gestiona Inmaculada García, la reclusa que ganó el año pasado el primer premio del certamen Marisa Sendón y que entrevistó para El público lee, de Canal Sur Televisión, al autor fetiche de Bárbara, Alberto Vázquez-Figueroa. Este año también ha merecido un "premio al estímulo".

Sombras, un relato de suspense de María Dolores Piña Marchena, de 34 años, recibió el segundo premio (3.005 euros). Igual que el año anterior. "Soy la chica del segundo", dice jocosa. En la prisión puede dar rienda suelta a su imaginación en relatos y cuentos, aunque el entorno tampoco es el más apropiado para escribir por la falta de intimidad. Compartir chabolo (celda) obliga a renunciar a momentos inspirados si la compañera, de pronto, rompe a hablar. "Esa es otra versión dura del escribir aquí", indica.

En favor del indulto

María Dolores Piña, que lleva tres años y cuatro meses entre rejas, tiene encima una condena de 11 años y medio por estrangular a su pareja. Pero su horizonte podría cambiar si prospera la iniciativa de petición de indulto que está moviendo su familia. A la recogida de firmas en favor de la reclusa han contribuido, incluso, familiares del estrangulado, según Vanessa Casado, de la Comisión para la Investigación de Malos Tratos. Porque Piña mató a su pareja después de ocho meses de violencia salvaje. En ese tiempo pasó por experiencias estremecedoras como ser encañonada y escuchar el sonido del gatillo y luego carcajadas porque el arma no estaba cargada. O tener que acostarse con alguien bajo amenaza. O no dormir ni de día ni de noche. O despertar de una paliza. Hasta que sospechó que la violencia podía estar rozando a su hija y mató.

En su defensa no se alegaron los malos tratos, a pesar de que sobraban testigos en el vecindario. La hija de María Dolores, que tiene ahora 15 años, acude a visitarla a la prisión. "Son vis a vis maravillosos porque puedes abrazarla y estar con ella, pero lo vives con ansiedad y nervios", describe. La reclusa pidió que el contacto íntimo al que tiene derecho cada preso una vez al mes se lo concedieran para ver a su familia, pero le fue denegado. Así que dispone de dos horas al mes para tocar a la gente que quiere que le vuelan como si fueran cinco minutos.

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Sobre la firma

Tereixa Constenla
Corresponsal de EL PAÍS en Portugal desde julio de 2021. En los últimos años ha sido jefa de sección en Cultura, redactora en Babelia y reportera de temas sociales en Andalucía en EL PAÍS y en el diario IDEAL. Es autora de 'Cuaderno de urgencias', un libro de amor y duelo, y 'Abril es un país', sobre la Revolución de los Claveles.

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