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Columna
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El perfil del delito

Estoy seguro de que había cosas más importantes por las que interesarse en Madrid la noche del domingo pasado, pero yo me decidí a la investigación del perfil del raro votante de Tamayo. Y caí en la cuenta enseguida de que quizá fueran cualquier cosa menos raros. A los raros hay que reconocerles unos atributos que están por lo común lejos de lo mediocre y lo vulgar. Tal vez me dediqué a eso porque me resistí a que el Gobierno regional jugara conmigo en el suministro de sus datos durante la noche y a que la sonrisa frescachona de Ana Mato me confirmara pronto que ya estaban seguros de que la fiesta que le negaron a la izquierda en mayo, retrasando los datos, la tenían ellos segura para esa noche en Génova. Los expertos en escenificaciones convierten lo público en privado sin pudor, se burlan de la democracia con bromas innecesarias. Ruiz-Gallardón fue el responsable: dio las gracias a su vicepresidente por haber conseguido que un recuento de votos en el Madrid del siglo XXI fuera lo mismo que en un país bananero del siglo pasado y con el mayor descaro. No es una anécdota, es una manera de incumplir con las reglas del juego, un modo de ser y de parecer. Así que me dediqué a pensar en los pocos votos que pudieran apoyar a Tamayo, mientras veía al traidor depositar su voto esa mañana en las urnas entre los abucheos de los ciudadanos que reconocían en él la indecencia. Quizás algunos de sus votantes fueran unos ingenuos y el candor los llevara a votarle para que la moderación que propugnaba se impusiera en la Comunidad de Madrid.

No perdí el tiempo en preguntarme qué moderación, ni respecto de qué, pero llegué a la conclusión de que si los inmoderados eran para él los de la coalición social-comunista, había conseguido al fin y al cabo su victoria. Resultaba contradictorio, sin embargo, que no hubieran votado por la victoriosa. Nuevo Socialismo nació para eso, aunque nació también para ajustar cuentas con la izquierda y para arreglar sus propias cuentas corrientes. Es posible que a cierta derecha le importe más fastidiar a la izquierda que beneficiar a los suyos, con lo cual, unidos a cierta izquierda, a la que le importa más fastidiar a los suyos que el hecho de que la derecha gane, tal vez tuvieran la ilusión de rebañar votos a la izquierda y no fuera preciso ya llamar a Freud para que nos iluminara en el perfil del votante de Tamayo y Sáez. Pero si a Freud no, sí estuve tentado de llamar al ministro del Interior, que tiene el laboratorio que elabora los perfiles del posible delincuente o, como dice él, el perfil delincuencial, según nos ha demostrado en el caso de Dolores Vázquez. Y no es que yo crea que los votantes de Tamayo sean unos delincuentes, aunque tampoco me falten datos para sospechar que alguno y alguna pueda serlo, pero como el ministro nos ha enseñado, no basta con ser inocente para poseer ese perfil en el que no quedamos precisamente bonitos. De responder algunos votantes de Tamayo al retrato policial (con verosimilitud, que es otra de las exigencias que Acebes requiere a esos perfiles), cabría preguntarse si lo votaban por reconocer en él un modelo de individuo que responde al prototipo de los que quisieran ver actuar en la escena política y a los que es posible que deseen parecerse. No sólo porque vean héroes donde otros vemos villanos, sino porque optaran ellos por participar de esa misma conducta y elegir al villano sin más explicación.

Los hay convencidos de que la decencia es una argucia retórica y la corrupción un ingrediente de la modernidad por el que se puede y se debe votar. Y por eso, en la noche del domingo, me pregunté también por los perfiles de Tamayo y la otra, si eran delincuenciales o no, y llegué a la conclusión de que, de acuerdo con Acebes, para quien esos perfiles se elaboran conforme a indicios o especulaciones - eso sí, verosímiles, sean o no inocentes- bastaría con lo que hemos visto con tanta verosimilitud para obtener unos perfiles delincuenciales muy completos. En el caso de Dolores Vázquez, no contaban siquiera con los indicios de la telefonía móvil, las visitas a Génova u otros auxilios de hospedaje. Pero no, a cada uno lo suyo: lo que han conseguido en definitiva estos dos personajes ha sido abrir las cloacas de esta sociedad y sus partidos y mostrar el laberinto de los favores del poder a costa de nuestros votos. Debemos estarles agradecidos. Y Esperanza Aguirre, más. Nos ha salido caro el servicio que nos han prestado, pero ahora sabemos, por ejemplo, que existe Romero de Tejada. Y se nos ha confirmado, además, que Romero de Tejada no está solo.

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