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ES EL MOMENTO DE... | PROPUESTAS

El tiempo de las castañas

Asadas en plena calle, entre rescoldos de carbón vegetal, son también la última brasa encendida de un puente casi por completo desmoronado. El de los productos que llegan al consumidor sin alteración alguna, casi sin intermediarios. Conservando, pues, los aromas esenciales. Calentando las manos y los recuerdos. Pero no menos evocándonos al bosque que da forma y sabor a esta delicia gastronómica.

Si agradable resulta comer castañas, el otoño de los castañares merece ser paseado. En primer lugar porque sus hojas, antes de tomar un tono beis oscuro, que también marca su desplome, adquieren todas las gamas del amarillo y del ocre. Se inflaman, pues, de flamantes dorados.

El castaño es uno de los árboles más hermosos. Forma frondosa copa con sus lanceoladas hojas de borde aserrado. Sus troncos transmiten la seguridad de lo tenaz y longevo. De hecho, no son raros los ejemplares enormes, por ser varias veces centenarios. Algunos de ellos son capaces de producir hasta 400 kilos de castañas.

Eso cuando está solo, porque si alcanza a ser bosque, el resultado es soberbio.

Los castañares convierten nuestros pasos en crujientes. Porque estaremos apoyándonos en uno de los suelos más orgánicos, como corresponde a árboles que todos los años aportan a sus raíces varios miles de kilos de sus propias hojas por hectárea. La humedad ya ha comenzado a cocinar la fertilidad futura y el resultado es que, junto a la festiva coloración y la temperatura ideal para caminar, nos acompañará también uno de los olores más significativos: ¡el del humus! Y además tenemos para elegir en casi todas las regiones porque contamos con amplios espacios forestales dominados por el castaño.

Destacan los de la sierra del Caurel en Galicia, los del Bierzo y la Maragatería en León, y los de Sanabria en Zamora. También en la comarca gerundense de Olot. La España cálida acoge castañares en casi todas sus serranías. Los más imponentes están en la salmantina Peña de Francia, en el entorno de Hervás y Guadalupe, en Cáceres, y en la onubense sierra de Aracena.

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