La gran comedia
Los hermanos Joel y Ethan Coen siguen afinando, entre altibajos, su instinto y su ciencia de comediantes. Han buscado casi siempre combinar las inagotables tradiciones de la comedia clásica de Hollywood con su marca de fábrica, su gusto por la rareza y por algo tan poco risueño como el golpe de efecto lúgubre y chocante, surreal y expresionista.
Estos magníficos aventureros del peligroso juego de ir contra la corriente en el cine estadounidense a veces meten la pata y otras equilibran con cautela su prurito de autoría y su instinto de comediantes de pura raza, y así logran delicias de genuina comedia como las que vertebran Fargo y El gran
Lebowski, donde se resuelven con mucha soltura las enormes dificultades de construcción que ofrece este difícil género, que es el más necesitado de un guionista y un director con regla de cálculo entre los ojos, y de un productor sagaz que confeccione un reparto a la medida de ese cálculo. Y todo esto les lleva a esta divertida y preciosa Crueldad intolerable, que es una magnífica comedia, de notable singularidad pero de corte clásico, que bebe, pero sin que asome en ella el menor indicio de parasitismo, de fuentes tan vivificadoras como las de la comedia según Preston Sturges, Mitchel Leisen y Howard Hawks.
CRUELDAD INTOLERABLE
Dirección: Joel Coen. Guión: Ethan Coen, Joel Coen, Robert Ramsey, Matthew Stone. Intérpretes: George Clooney, Catherine Zeta-Jones, Geoffrey Rush, Billy Bob Thornton. Género: Comedia. EE UU, 2003. Duración: 100 minutos.
El resultado es un trabajo formal de gran vuelo, una comedia exacta, de las trazadas con tiralíneas, de cuya geometría interior el ingenio desbordado de los hermanos Coen saca chorros de vitalidad, mientras salta de la pantalla un caudal de chispas de gracia de un reparto perfecto y en vena, arrastrado por un George Clooney magistral, irresistible, que da lecciones de inteligencia y ciencia interpretativa y borda un trabajo concebido abiertamente a la sombra de Cary Grant y Spencer Tracy, pero que no se achica ante la losa de un cotejo con aquellos genios inimitables y juega con lógica propia de tú a tú con su memoria, rizando rizos nada fáciles.
Le da a Clooney la réplica la galesa Catherine Zeta-Jones, que no hace falta decir que rompe la pantalla con su simple presencia, pero que además está a la altura de su formidable contrincante en una gozosa pelea esquinada llena de recovecos y formas retorcidas y canallas de agresión, una inefable pelea que obviamente es el lado duro, a veces incluso feroz, del amable idilio de fondo, que está allí, como mandan los cánones, en las enrevesadas leyes de la comedia.
Y, como también mandan los cánones, esta amorosa lucha -entre un liante picapleitos y una voraz depredadora de maridos ricos- necesita pausas y respiraderos, descansos entre round y round, que ocupan personajes menores pero magníficamente construidos de un solo trazo grueso, que contrastan con el trazo fino con que los Coen dibujan a los dos protagonistas y que permiten a Geoffrey Rush y Billy Bon Thornton sostener con refinada eficacia histriónica el inefable tinglado de la gran comedia.
Babelia
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.