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Reportaje:ELECCIONES EN MADRID

Las penurias de La Bruja Gata

Los artistas lamentan la falta de auditorios y los ciudadanos se quejan de la carestía de las entradas

Rosa Rivas

"Igual que se abren polideportivos para el ocio joven como alternativa a las noches de botellón, las autoridades deberían montar locales de ensayo", se queja Javier Palancar, acordeonista de La Bruja Gata. Un grupo que suscribe una reivindicación generalizada de la tropa musical madrileña: locales donde ensayar. "Por la falta de iniciativa oficial, el alquiler de cubículos se está convirtiendo en un gran negocio para los propietarios de naves industriales, que las rentabilizan hasta con 20 o 40 locales, y en algunos casos tienes que insonorizarlos tú. Por 400 o 500 euros al mes tienes un agujero de ocho o diez metros", cuenta Palancar.

Son muchas las voces que coinciden en que Madrid es una tierra de nadie para sus creadores, y que la ciudad está más abierta a las vanguardias extranjeras que a las nacionales. Los artistas se quejan del camino de obstáculos que deben afrontar, mientras los espectadores denuncian que el acceso a la cultura no es fácil para quienes tienen bolsillo pequeño. La iniciativa privada y las marcas comerciales -sobre todo bebidas y teléfonos- dominan el patrocinio de los espectáculos.

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Los madrileños -los españoles que más gastan en cine, teatro y danza- están dispuestos a dejarse seducir por la oferta pública de cultura... y nunca tienen bastante. Lo malo es, según admiten hasta los propios dirigentes políticos, que Madrid está fuera de los grandes circuitos artísticos, entre otros motivos porque no hay salas adecuadas para conciertos u otro tipo de representaciones. Así que los Rolling Stones no tienen más remedio que actuar en un estadio... o nada.

Todos exigen locales y auditorios decentes -y polivalentes- para actuar: desde el cantautor Quique González hasta Sting. Así que los chicos de La Bruja Gata no van a ser menos. Este grupo de folclore madrileño, integrado por seis músicos, con edades entre los 27 y los 39, fue premiado con el galardón municipal Rock Villa de Madrid el pasado año. Fue un empujoncito económico que les sirvió de ayuda para grabar un disco, pero sus penurias profesionales no han disminuido.

"Si la música clásica o el jazz tienen poco eco, el folk aquí ni existe. Madrid no se cree que tiene raíces. Con el casticismo de San Isidro no basta. Todas las comunidades autónomas apuestan por la música de raíz", dicen los componentes de La Bruja Gata, que acaban de disfrutar en las fiestas del Pilar de Zaragoza con otros compañeros -aragoneses, gallegos, extremeños, cántabros, andaluces, catalanes- "de diez días de folclore, a dos conciertos por jornada". "Donde menos tocamos es en Madrid", afirman resignados.

Ellos se suman a la queja generalizada de cantantes y compositores: el momento karaoke oscurece la actividad de todos los demás artistas considerados no comerciales por la vorágine de la industria discográfica y televisiva. Y un dato: la región de Madrid ha estado llena de fiestas en los últimos meses y los chicos de Operación Triunfo- los triunfitos- acaparaban los programas. Según el Anuario 2003 de la Sociedad General de Autores y Editores (SGAE), los cantantes de Operaci ón Triun fo estuvieron en 9 de los 15 conciertos más rentables de 2002 (los dos primeros de ellos correspondieron a las galas madrileñas).

"Lo que no está en la tele y en las radios es de marcianos. Hay un clima cultural que no favorece la contratación de artistas que no hacen música standard", señala Gerardo Pérez, responsable de Café Central, un templo madrileño del jazz que ha sobrevivido 21 años.

"Madrid cuenta con infraestructuras y museos de calidad, pero son de carácter nacional. En el plano local, resulta escasa la oferta pública de cultura. Madrid tiene una gran vitalidad artística y las instituciones tienen que crear canales para que los creadores desarrollen y muestren su trabajo", opina Manuel Rufo, presidente de AVAM (Artistas Visuales Asociados de Madrid). AVAM reclama la existencia de "centros de recursos para las artes, tanto en la capital como en los municipios de la región". "Necesitamos espacios públicos, con talleres y equipamientos tecnológicos, donde los artistas puedan llevar a cabo sus proyectos", expone Rufo.

"Algunos municipios se están poniendo las pilas y traen a grupos musicales conocidos y a otros que empiezan, cosa que no se hace en Madrid capital, donde los bares de copas son los que dan oportunidades a los grupos noveles. Tendrían que fomentar eso mucho más", dice la fotógrafa Clara María Pérez, de 26 años, que vive en Alcorcón.

De la misma opinión son tres jóvenes residentes en Lavapiés. "Siempre se apuesta por los mismos y a precios poco populares. Hay que acercar más el arte a la gente más joven. Necesitamos espectáculos más vivos. ¿Por qué no hay teatro en la calle o música y danza como en otras ciudades europeas?", se preguntan Silvia Correa (odontóloga, 32 años), su hermana Miriam (actriz, 26 ) y Hugo Carmona (publicitario, 33 años).

"Se ve mucho apoyo de la Comunidad a las exposiciones que hay en la capital y que giran por la región, pero no podemos ver danza casi en ningún sitio, salvo que tengamos 60 euros para ir a ver a Nacho Duato al Teatro Real sólo dos días al año", opina Eva Moreno, abogada, de 31 años, que vive en Fuenlabrada.

Otro habitante de la periferia, Ángel París, fisioterapeuta de 55 años, habla de las ventajas. "El precio de los espectáculos es más asequible; no pasa de 10 o 12 euros, cuando en la capital están entre los 30 y 40 euros. Y si compras las entradas por teléfono o Internet hay un recargo en el precio", dice este mostoleño. Él tiene un problema visual, aunque no tan grave como otros amigos suyos, invidentes, pero apunta la falta de libros en Braille en las bibliotecas públicas, la escasez de asientos reservados en cines y teatros y la dificultad de acceso en los espacios de ocio e incluso en centros oficiales. "Aunque las nuevas construcciones se están adaptando ya a las personas con dificultades de movilidad".

"Todo es muy caro para los estudiantes como yo", dice Jesús de Santos, de 21 años. "Entradas de 20 euros, como en los festivales de verano y otoño, son mucho para mi economía. Y pagar 45 euros por los Rolling Stones es un sueño que no me puedo permitir", dice Sandra Martín, de 22, otra dependiente de la economía familiar.

En vísperas de la cita electoral del pasado mayo pasado, la entonces consejera de las Artes de la Comunidad, Alicia Moreno, declaraba que ha gente que considera caros los espectáculos teatrales o de ópera y, en cambio, no le importa pagar 15 euros para acudir a un partido de fútbol. Para José Huertas, jubilado de 69 años, "efectivamente, el fútbol es caro, pero conseguir las entradas baratas del Teatro Real es una hazaña; son pocas y no tienen buena visibilidad". Y añade, como abuelo: "Hay pocos espectáculos infantiles de calidad y como se representan en teatros muy pequeños, tienes que hacer malabarismos para conseguir entradas".

"No nos conformamos"

"No nos conformamos". Un nutrido grupo de profesionales de la cultura lanzó esta proclama el pasado mayo, en la recta final de las elecciones municipales y regionales. Cientos de firmantes decían entonces que "otro Madrid es posible" y pedían el voto para los partidos de izquierda.

Ahora, también en las horas cercanas a la nueva cita electoral madrileña, gentes del mundo de la música, el cine, el teatro, la literatura, la Universidad... vuelven a manifestar una actitud inconformista con el estado actual de las cosas culturales.

Fernando Trueba, Manuel Gutiérrez Aragón, Vicente Aranda, Manuel Vicent, Rafael Azcona, Ana Belén, Víctor Manuel, Juan Diego, Wyoming, Gurruchaga, Almudena Grandes, Luis García Montero, Pilar Bardem, Ismael Serrano, Juan Luis Galiardo, Andrés Vicente Gómez, Valeriano Bozal, Carlos Thiebaut figuran entre los firmantes.

"Queremos manifestar nuestro más absoluto rechazo ante unos modos de entender la política por parte del Partido Popular que nos colocan ante la ineludible responsabilidad de hablar alto y claro para decir:

1. Que el pasado 25 de mayo, la mayoría de los ciudadanos de Madrid fuimos objeto de un atraco perpetrado por dos indeseables al servicio de espurios intereses y se nos robó el voto que, en uso de nuestra libertad, habíamos depositado en las urnas para que un gobierno de izquierdas gobernara en nuestra Comunidad.

2. Que, por encima de las responsabilidades políticas a que hubiere lugar, un Estado de derecho como el nuestro no puede permitir que el fiscal general del Estado, ante una situación que vulneraba los más elementales principios democráticos, no actuara de oficio, ni permitiera que el fiscal anticorrupción lo hiciera para depurar tan execrable atropello.

3. Que con todo ello, la derecha ha conseguido, a pesar de perder las elecciones por decisión mayoritaria de los electores, concederse a sí misma una nueva oportunidad de ganarlas, aprovechándose de la desidia y el desencanto de una ciudadanía frustrada y escéptica con lo ocurrido.

Y porque no nos conformamos con que un burdo atentado a la democracia sirva de precedente para el futuro, ni estamos dispuestos a renunciar a nuestras mejores esperanzas de que un gobierno de la izquierda promueva y defienda los intereses de la mayoría, es por lo que pedimos a los madrileños que el próximo 26 de octubre no se queden en casa y vayan a votar a los partidos de la izquierda, para demostrar que nuestro voto ni se compra, ni se vende".

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Sobre la firma

Rosa Rivas
Periodista vinculada a EL PAÍS desde 1981. Premio Nacional de Gastronomía 2010. Licenciada en Ciencias de la Información por la Universidad Complutense. Master en Periodismo Audiovisual por Boston University gracias a una Beca Fulbright. Autora del libro 'Felicidad. Carme Ruscalleda'. Ha colaborado con RTVE, Canal +, CBS Boston y FoolMagazine.

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