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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Una muerte atroz

Decenas de somalíes han muerto de frío, hambre y sed en la barcaza con la que pretendían llegar a Italia. La tragedia, que se suma al goteo de muertes de magrebíes y subsaharianos frente a las costas españolas, se ha producido en vísperas de la reunión celebrada por cinco ministros europeos de Interior para establecer unas líneas comunes frente a la inmigración ilegal.

Esta coincidencia pone de relieve tanto la necesidad como los límites de la política de firmeza que acordaron los ministros de Alemania, Francia, Reino Unido, Italia y España. Es necesario que la Unión Europea pacte en bloque con los países del norte de África para que éstos refuercen los controles en sus fronteras y se reduzca todo lo posible el número de personas indocumentadas que intentan dar el salto a la ribera norte del Mediterráneo. También es positivo que los ministros aprobaran la idea de conceder fondos comunitarios a los países "en primera línea" que, como España, pagan el coste de la atención y repatriación de estos inmigrantes ilegales.

Pero la muerte de los somalíes recuerda que este fenómeno tiene unas causas: la desesperación de una gente que huye de las guerras, las tiranías y las hambrunas, y la necesidad en los países del norte del Mediterráneo de mano de obra extranjera para unas tareas que los europeos ya no quieren hacer. Y eso no se remedia con guardias, barreras o la última tecnología en detección electrónica. Para prevenir el exceso de inmigración a medio y largo plazo se requiere una política común europea para promover perspectivas en los países del sur, es decir, crecimiento económico, libertad y justicia social. En todo caso, por su propio interés demográfico y económico, la UE necesita inmigrantes.

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Hay que abordar esta cuestión sin demagogia, pues ésta no resuelve los problemas, sino que puede agravarlos. Lo contrario de la reacción de la Liga Norte, socia de Berlusconi en el Gobierno italiano, que evocó una supuesta conspiración de Al Qaeda o pidió "venganza" contra Libia, de donde partió el cascarón de la muerte. No, esos somalíes no eran terroristas. Eran seres humanos que huían de una vida espantosa y tuvieron una muerte atroz que apela a las conciencias civilizadas.

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