¿Cómo está el tema, Pasqual?
Tras la emoción del entierro de Vázquez Montalbán, Maragall se presentó ante los lectores de EL PAÍS pidiendo ánimos. La manera de hacer campaña de Maragall sorprende siempre. Para bien o para mal, no acaba de cuadrar con el estereotipo de candidato. Está mucho más cómodo hablando de gobierno que de campaña. Los apuntes que le han dado descansan en la mesa y él sigue su guión particular, aquel que le dicta su propio discurrir o las señales que percibe del auditorio. No hay un único Maragall haciendo campaña. El que nos tocó en suerte ayer impuso con rotundidad su teoría del cambio. No hay cambio posible en Cataluña con CiU en el Gobierno. Desmintiendo a la fracción timorato-leninista del empresariado catalán encabezada por el presidente de la patronal catalana, Juan Rosell, reivindicó que el cambio no puede sólo asociarse a la entrada de Esquerra Republicana en el Gobierno. La dignidad del país, la buena salud democrática del autogobierno depende de la capacidad de cambiar, no sólo de personas, sino también de políticas. Maragall utilizó constantemente las expresiones derecha e izquierda para referirse al principal dilema electoral al que se enfrenta el país el 16 de noviembre. Pero tuvo la habilidad de hacerlo usando claves que no pueden para nada asociarse a los viejos clichés de la sociedad industrial.
Repasó grandes y pequeños temas, sin señales aparentes de aburrimiento. Desde el papel de Cataluña en España hasta lo que ocurría en una escuela pública de Mollet. Se reafirmó en su crítica a la confusión con la que Aznar y el PP usan el patriotismo español para acallar cualquiera que se atreva a discutir el status quo institucional. Su terapia de autoconvicción pregubernamental le llevó a rechazar las dificultades del camino que quiere emprender. Si llueve, luego despeja. Si ahora domina el conservadurismo y el repliegue estatal en Europa, irremediablemente acabaremos admitiendo que Europa sólo puede construirse desde la complejidad de los cuatro niveles de gobierno existentes.
Después de una cuestión ómnibus que acabó con la pregunta que encabeza este comentario, expresó su temor a que la coalición de CiU acabe insensatamente por azuzar, en lo que queda de campaña, el sentimiento antiinmigración que aflora aquí y allá. 30 años de ejercicio político se notan. Maragall no es como Mas, que dice lo que sus asesores han decidido que conviene, sea Andorra o las nuevas tecnologías. Pero, ése puede ser también su obstáculo en un momento de cambio.
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