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Un libro reconstruye los distintos episodios de la edición y la lectura en España entre 1472 y 1914

José Andrés Rojo

El volumen tiene 860 páginas, si se tiene en cuenta la amplísima bibliografía (unas 1.500 referencias), esencial en un trabajo de estas características. Lo han coordinado tres reputados especialistas en la materia: Víctor Infantes (Madrid, 1950), François López (Rabat, 1934) y Jean-François Botrel (Rennes, 1942). Cada uno de ellos, a su vez, ha reunido el trabajo de diferentes expertos (un total de 45) para ocuparse de tres periodos diferentes. El resultado es la Historia de la edición y de la lectura en España, 1472-1914, que ha publicado la Fundación Germán Sánchez Ruipérez en una cuidada edición que incluye abundantes ilustraciones, gráficos y documentos que permiten, así, seguir al detalle la variedad de perspectivas con que se aborda el tema de investigación.

Hubo un tiempo en que el nombre del autor carecía de relevancia y que los lectores sólo se guiaban por el título de las obras. En otras épocas, más que traductores lo que existían eran adaptadores: de los títulos en lenguas extranjeras que se editaban en España se quitaba cuanto no gustaba a la Inquisición. Hubo, en fin, largos periodos de tiempo en los que los únicos best-sellers eran los libros religiosos. Son algunos de los detalles que se comentaron ayer durante una comida de presentación del libro en Madrid, en la que se insistió en la importancia de un estudio de estas características (nunca se había hecho desde aquí, desde España, y, por tanto, lo que se sabía formaba parte de la historia de otros países) y en la voluntad de haberlo redactado de una manera amena, para que también el lector curioso se adentrara en materias más complejas.

La primera parte del libro, que coordina Infantes, se inicia en 1472. Tiempos en los que la imprenta se implanta en España, en la que aparecen los incunables, en que se inicia una incipiente industria con la mirada puesta en las necesidades de evangelización del Nuevo Mundo. Es un periodo en el que reina el libro religioso y donde aquellas historias de caballerías -o propuestas como La Celestina- no eran particularmente bien vistas. El libro debía instruir, aunque ya son muchos los lectores que buscan motivos de regocijo en los títulos que compran. Este apartado se cierra cuando ya termina el Siglo de Oro, en 1680, con la muerte de Calderón de la Barca.

Una crisis decisiva

Coordinada por François López, la segunda parte arranca en el momento en que empieza a introducirse la filosofía y la ciencia moderna en España. Hay en este periodo un momento clave, hacia 1800, que señala una importante crisis en el mundo de la edición. Sus cifras, que se habían triplicado a la altura de 1780-1790 con relación a 1730, sufren un brusco parón. El clima político y religioso desencadena la censura y autocensura y la demanda se va a pique. El año 1808, que marca el inicio de la Guerra de la Independencia, cierra este apartado, en la medida en que supone un importante trastorno que afecta sobre todo a la lectura.

El último periodo resulta más familiar. Lo coordina Botrel, va de 1808 a 1914, y da cuenta del momento de la aparición de la prensa, que transforma radicalmente los hábitos del lector. De la lectura como un proceso esencialmente privado se pasa a la lectura diaria y a los coleccionables de fin de semana. El panorama se transforma, crece la producción impresa, hay progresos en la alfabetización y, políticamente, el Estado liberal alienta una cultura nacional.

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Sobre la firma

José Andrés Rojo
Redactor jefe de Opinión. En 1992 empezó en Babelia, estuvo después al frente de Libros, luego pasó a Cultura. Ha publicado ‘Hotel Madrid’ (FCE, 1988), ‘Vicente Rojo. Retrato de un general republicano’ (Tusquets, 2006; Premio Comillas) y la novela ‘Camino a Trinidad’ (Pre-Textos, 2017). Llevó el blog ‘El rincón del distraído’ entre 2007 y 2014.

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