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Crítica:COMER
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

La chispa del rey de los bocadillos

HURLY- BURLY, cocina divertida y cuentas que rondan los 20 euros

José Carlos Capel

Ander Calvo, joven cocinero bilbaíno, hombre risueño e hiperactivo, podría calificarse como el rey de los bocadillos. Y también, el cerebro inductor de una cocina urbana contemporánea, medio bohemia y desenfadada, al alcance de todos los bolsillos. Hasta ahora, los locales en los que ha participado han sido algo así como caricaturas divertidas de empresas hosteleras cuya mente rectora no pierde el contacto con el universo gastronómico cosmopolita y mestizo.

Después de revolucionar a su clientela bilbaína en la Taberna de los Mundos y de ganar dos concursos de bocadillos, Calvo acaba de abrir en Madrid este establecimiento, en el que todo funciona a su estilo. El propio local parece una extraña fusión entre una tasca posmoderna y un reducto del arte pop con ribetes surrealistas. El espacio destinado a cocina se asemeja a una olla a presión de donde salen los platos a modo de disparos de escopeta, mientras que el servicio, que trabaja al límite de sus posibilidades, abruma al comensal con amabilidad pero sin respeto a las formas.

HURLY- BURLY

Marqués de Cubas, 2. Madrid. Teléfono: 915 23 23 67. Cierra: domingos. Precio aproximado por persona, entre 25 y 35 euros. Menú mediodía, 10,50 euros. Terrina de 'foie-gras' de pato con champiñones, 10 euros. Ensalada de bacalao, hongos y patatitas, 11,50 euros. Carrilleras de cerdo ibérico glaseadas, 8,50 euros. Canutillo de hojaldre sobre crema fina de yema, 4,50 euros.

Pan ... 5,5

Café ... 8

Bodega ... 4

Ambiente ... 5,5

Servicio ... 4

Aseos ... 5,5

Precios razonables

¿Cuál es el atractivo de este alborotado local que se desmarca del montón con razones de peso? Sin duda, sus precios, bastante razonables, en particular su menú del mediodía que por 10,50 euros incluye dos platos y postre, además de pan, bebida e IVA. Y, por supuesto, la cocina, que parece dotada de una chispa especial para interpretar recetas variopintas. Platos que sin superar el aprobado alto consiguen buenos resultados a partir de recursos limitados.

La mayoría de las propuestas de su famoso menú, en constante rotación, causan una impresión positiva. El aro de pasta filo con morcilla cremosa y base de vichyssoise es agradable; su versión de la musaka griega de cordero con salsa de garbanzos tampoco desilusiona, mientras que en el rulo de pollo relleno se conjugan con éxito el sabor del queso de cabra con la salsa de cacahuete y el tabulé árabe. Tampoco está mal el redondo de ternera tipo Villeroy, con fondo de foie-gras de pato. Por las noches, en Hurly-Burly se impone el servicio de carta con platos de más entidad y mayor precio.

Si antes del principal se comparten algunos entrantes, como la terrina de foie-gras, las anchoas gigantes o el tartar de salmón, las facturas no deben sobrepasar los 20 o 25 euros por persona. Justo la gran aspiración de este cocinero.

Estilo desenfadado y sin pretensiones en Hurly-Burly, con el cocinero Ander Calvo (a la derecha) y Eneko Uriarte, <b><i>maître.</b></i>
Estilo desenfadado y sin pretensiones en Hurly-Burly, con el cocinero Ander Calvo (a la derecha) y Eneko Uriarte, maître.CLAUDIO ÁLVAREZ

BOCADILLOS Y PINCHOS

EN LA PLANTA ALTA de Hurly-Burly (literalmente, tumulto), local ruidoso y con una iluminación pésima, se encuentra la barra donde discurre parte importante de la vida de esta casa. Comienza a trabajar a primeras horas de la mañana y concluye en el entorno de la medianoche. Rincón escondido desde la calle cuya oferta gastronómica va cambiando a lo largo del día. Para desayunar o tomar tentempiés, nada de churros o bollería, sino una completa oferta salada: sándwiches y vistosos bocadillos, además de sabrosas tortillas que Calvo elabora de patatas y cebolla, de bacalao y espinacas, de paletilla de cerdo ibérico, con ingredientes vegetales y de bonito con anchoas. Punto y aparte son sus bocadillos, especialidad que le ha convertido en un campeón urbano. Muchos incorporan queso fundido, su gran debilidad gastronómica. Resultan sabrosos el de morcilla con bacalao y pimientos; el de fritada de verduras con torta del Casar; el vegetal de tortilla con jamón ibérico; el de queso con champiñones y jamón ibérico, y el de bacalao con queso brie fundido.

Al mediodía, cambio de tercio. Irrumpen entonces las gildas (miniespetos de anchoas con guindillas). Y al atardecer, pinchos de menor tamaño y muchos bocaditos pequeños, como las anchoas marinadas con zanahorias, el salmón a la naranja, las alcachofas rellenas de hongos o el bacalao al pil-pil de manzana. Para beber, sólo cerveza checa Krusovice. Una buena opción es solicitar una caña mulata, mezcla de rubia y tostada. El café es espléndido, y el bullicio, constante.

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Sobre la firma

José Carlos Capel
Economista. Crítico de EL PAÍS desde hace 34 años. Miembro de la Real Academia de Gastronomía y de varias cofradías gastronómicas españolas y europeas, incluida la de Gastrónomos Pobres. Fundador en 2003 del congreso de alta cocina Madrid Fusión. Tiene publicados 45 libros de literatura gastronómica. Cocina por afición, sobre todo los desayunos.

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