El heredero y los desheredados
Los vecinos del Polígono Sur reciben con cariño al Príncipe, aunque ironizan sobre la rápida operación de limpieza del barrio
"Llevan un mes dando una batida de limpieza horrorosa, se han arreglado demasiadas cosas", asegura María Soledad Bonilla, madre de tres alumnos de 14, 16 y 20 años del Instituto de Enseñanza Secundaria Polígono Sur, en Sevilla. Ella y sus tres compañeras de la asociación de padres de alumnos están convencidas de que las tres operaciones conjuntas del Cuerpo Nacional de Policía y Policía Local que se han desarrollado en el barrio en el último mes tienen mucho que ver con la visita del heredero. El delegado municipal del Polígono Sur, Antonio Rodrigo Torrijos (IU), negó la relación entre las redadas y la llegada del Príncipe.
Fuera del centro, Ana Domínguez, vecina de las Tres Mil Viviendas desde hace 31 años, señala hacia los muros del instituto, impolutos. "¿Los ves tan limpios? Pues siempre están llenos de mierda", advierte. De todas formas, Ana dice que va a ser la primera en gritarle "¡guapo!" a don Felipe. "Somos educados y él no tiene la culpa de esto, aunque a ver si se da cuenta y nos echa una manita", dice.
Si pudiera decirle algo al príncipe, le pediría "una colocación" para ella y sus hijos. En su casa viven seis personas, el matrimonio, sus tres hijos y su nuera, y todas están en paro. "Si aquí hubiera más trabajo, habría menos delincuencia", asegura. "Mi hijo ha estado en el colegio desde los cuatro años, estudió en el instituto para electricista y sigue en paro", se lamenta Ana.
Rosa, a su lado, se queja de la imagen que tiene el barrio en el resto de la ciudad. "Yo soy pobre, no marginada", afirma. "Cuando vamos a un sitio queremos que se nos atienda, no que nos traten como a perros". La división real entre las Tres Mil Viviendas y el resto de Sevilla se notó ayer en la afluencia de público. Apenas 500 personas a la llegada del príncipe y unas mil cuando se sumaron los padres y los alumnos a la salida de clase. Todos vecinos o conocedores de la zona. "Aquí no viene nadie de fuera, pero ellos se lo pierden porque nosotros somos buenas personas", afirma Encarnación López, que ha madrugado con su madre y su hijo de un año para pillar primera fila. "Otras veces sale en la tele que se dan tortas para a ver al príncipe y nosotros vamos a verlo sin tanta bulla", dice.
A pesar de las críticas por el maquillaje excesivo del barrio, el griterío estalla cuando apenas empieza a divisarse la comitiva de coches. Don Felipe, acompañado por el delegado del Gobierno, el presidente de la Junta y el alcalde de Sevilla visitó el centro guiado por su director, Javier Ruiz González. La visita al instituto llegó tras un encuentro sobre la situación de la Formación Profesional en Andalucía celebrado por la mañana en la Fundación Focus-Abengoa. Tras la teoría, don Felipe se adentró en la práctica.
Primero visitó a los 22 alumnos de segundo curso del módulo superior de desarrollo de aplicaciones informáticas; después el aula en el que se forman los técnicos superiores en lengua de signos. Gema, una de las alumnas, ejerció de intérprete para traducir a signos las explicaciones que la profesora daba al príncipe sobre la importancia del reconocimiento oficial de esta lengua. Tras pasar por la biblioteca, don Felipe conoció el taller de sistemas operativos, donde posó con un alumno que, vestido con la camiseta de la selección de fútbol, insistió en hacerse una foto con el heredero aprovechando la tecnología punta de su teléfono móvil con cámara incorporada.
El príncipe se marchó una hora después de llegar, tras saludar a los vecinos que le aclamaban fuera. Alguno se quejó de que la visita se redujera al instituto, "casi lo mejor del barrio", según aseguraba un vecino, que invitó a don Felipe a visitar su calle "a partir de las nueve de la noche". El servicio de prensa de la Casa Real, no obstante, insistió en que "ninguna actuación de la Corona es gratuita". "El príncipe sabe a dónde ha venido", aseguró el responsable de comunicación.
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